En la actualidad, la economía mundial está en crisis y el pesimismo ha hecho mella en la población, especialmente la de los países a los que más afectó la Gran Recesión. No obstante, considero que hay muchas razones para ser optimista. La principal es la que nos ha llevado a ella: los gobiernos han priorizado la salud de los ciudadanos a cualquier otro aspecto. 

En términos económicos, una importante ventaja es el rápido conocimiento de las causas de la crisis actual (la suspensión de una gran parte de la actividad) y el gran consenso entre los analistas sobre su solución (un elevado incremento del gasto público). Hasta un periódico tan profundamente liberal como Financial Times aboga por ella.

A diferencia de la pasada década, el pragmatismo económico ha ganado la batalla a la ideología. Ahora, casi nadie discute la adquisición de deuda pública por parte de los bancos centrales, incluso algunos de ellos la comprarán directamente a sus Tesoros nacionales. A corto plazo, tampoco ningún gobierno priorizará un menor déficit a un superior incremento del PIB.

En la pasada crisis, las autoridades económicas cometieron muchos errores. Inicialmente, no le dieron la importancia debida al desplome del mercado residencial en EE.UU ni a la sobreexposición de muchos bancos europeos a bonos ligados a las hipotecas subprime. Además, confundieron un infarto de miocardio (un gran problema de solvencia de numerosas entidades) con una fuerte gripe (una escasa liquidez)

Una vez quebró Lehman Brothers, algunos países rectificaron sus errores (EE.UU y Reino Unido) y otros agregaron otros nuevos (zona euro). La Administración norteamericana incurrió en un gasto de 700.000 millones de dólares para nacionalizar temporalmente a 444 bancos y compañías y la Reserva Federal empezó enseguida a comprar deuda pública. 

Ambas actuaciones permitieron restaurar el mecanismo de transmisión de la política monetaria y la llegada de abundante crédito a familias y empresas a un bajo tipo de interés. A pesar de las equivocaciones iniciales, en el 4º trimestre de 2009 EE.UU salió de la recesión y en 2010 consiguió un crecimiento económico del 2,6 %.

En el 2º período de 2011, superó el PIB obtenido a finales de 2007 y en los siguientes años aquel avanzo a un ritmo igual o superior al 1,6%. La recuperación fue en forma de V, pues a 7 trimestres con tendencia negativa les siguieron un número igual con positiva.

En la zona euro, los problemas de solvencia de numerosos bancos se disimularon, la compra de deuda pública por parte del BCE se retrasó hasta marzo de 2015 y, después de mayo de 2010, la contención del déficit público constituyó un objetivo más importante que la consecución de crecimiento económico. El resultado de los despropósitos fue una salida en forma de W y la recuperación en 2016 del nivel del PIB español obtenido en 2008.

En la coyuntura actual, al menos hay cinco motivos más para ser optimista: la banca posee una elevada solvencia, la crisis es casi simétrica, los precios de las materias primas son muy bajos, existe el consenso suficiente para una respuesta con claro contenido social y una salida en falso podría generar la ruptura de la zona euro.

En la presente década, unas regulaciones bancarias más estrictas han provocado una considerable caída del ratio créditos/fondos propios de las entidades. Por tanto, éstas tiene una mayor capacidad para aguantar un incremento de la morosidad. Un riesgo que disminuye considerablemente cuando, tal y como sucede en nuestra nación, la Administración avala hasta el 80% del importe de los préstamos concedidos a empresas y autónomos.

Ningún país podrá evitar entrar en recesión. España quedará más afectada que la media de la zona euro por la relevancia de su sector turístico. No obstante, las diferencias serán mucho menores que las existentes en el pasado entre los que habían padecido o no el estallido de una burbuja inmobiliaria y los que poseían un bajo o muy elevado nivel de deuda pública / PIB.

En marzo de 2020, el precio ponderado de las materias primas se situó un 43,4% por debajo del observado en septiembre de 2008 (quiebra de Lehman Brothers). En la mayor parte del período 2008-2013, su elevado importe provocó un gran transferencia de rentas desde los países desarrollados a los emergentes y ralentizó el crecimiento del PIB de los primeros.

La salida elegida de la pasada crisis supuso el rescate de los bancos por parte de los ciudadanos, tanto de manera directa (pago de impuestos) como indirecta (compra de deuda por parte del BCE), y la disminución de sus salarios para mejorar la competitividad de las empresas y convertir a las exportaciones en la principal palanca del crecimiento del PIB

En la actualidad, la primera medida no será necesaria y la segunda está descartada. El mayor apoyo electoral a las fuerzas populistas desaconsejan a los partidos gobernantes el establecimiento de cualquier medida anti-social. Además, el descontento creciente de la población de diversos países con el actual proyecto común europeo, hace sumamente peligrosa para su futuro una solución que perjudique claramente a una o más naciones de la zona euro.

En definitiva, la salida de la crisis actual será mucho mejor que la de la pasada. Dada la abrupta caída del PIB en el 1º y 2º trimestre, la velocidad de la recuperación será imposible que sea similar a la de la llegada de la recesión. A pesar de ello, en el 3º período del año actual el PIB empezará a subir y en el 4ª su ritmo de avance ya será considerable.

La celeridad de la recuperación dependerá de la disponibilidad de gasto de los gobiernos, el atrevimiento de las medidas adoptadas y la rapidez con que éstas afecten a familias y empresas. Entre los países desarrollados, EE.UU y el Reino Unido probablemente sean los que posean una mayor capacidad de endeudamiento, pues sus bancos centrales estarán dispuestos a adquirir toda la deuda que emitan.

Por el contrario, las naciones de la zona euro estarán entre los que más tardarán en conseguir una completa recuperación, excepto gran sorpresa. La necesidad de consenso y el escaso atrevimiento de la mayoría de sus dirigentes probablemente hará que inicialmente se adopten medidas paliativas en lugar de drásticas, tal y como la situación aconseja.

En resumen, en todos los países la parte alcista de la V tendrá un carácter menos vertical que la otra. No obstante, en unos lo será más que en otros. A pesar de ello, creo que la inmensa mayoría de las naciones avanzadas habrán recuperado, como muy tarde, en el 3º trimestre de 2022 el PIB obtenido en 2019. Nada que ver con los ocho años que después de la anterior crisis tardó España.