Pensamiento

Un proceso donde la verdad molesta

17 diciembre, 2013 07:55

"Jugar bien o mal es lo de menos. Lo que importa son los tres puntos". Este es el lema de los malos entrenadores y de los aficionados fanáticos. Tanto da que el equipo juegue bien o mal. Se trata de ganar partidos. Y, a veces, funciona.

El debate sobre "el proceso" (una forma de hablar que ahorra tener que explicar de qué se discute exactamente) está marcado por esta filosofía. De un bando y del otro, se lanzan mentiras y barbaridades concebidas para justificar la posición propia y convencer (¿engañar?) al máximo número posible de ciudadanos.

Ya es triste contemplar el bajo nivel del debate y como se trata a los ciudadanos como niños

Desde la trinchera independentista hemos visto y vemos como se afirma con contundencia y convicción que España lleva 300 años machacando a Cataluña, que la Unión Europea estaría encantada con la secesión catalana y que "el expolio fiscal" se encarama a los 16.000 millones anuales, como quien no quiere la cosa.

Desde el rincón centralista se da por buena la hipótesis de encarcelar al presidente de la Generalidad si convoca cualquier referéndum y se exageran los perjuicios económicos y maldiciones que caerían sobre Cataluña si se escindiese.

Ya es triste contemplar el bajo nivel del debate y como se trata a los ciudadanos como niños. Del mismo modo que es triste ver como un buen puñado de adultos dan por buenas las mentiras y exageraciones de sus líderes espirituales en esta polémica. Esta tristeza se dispara y deviene vergüenza ajena cuando sociólogos, historiadores o economistas destrozan su credibilidad profesional al avalar esas falsedades. Y, lógicamente, no es excusa suficiente que esperen recibir compensaciones económicas a cambio.

Dicen que se atrapa antes a un mentiroso que a un cojo. Hay mentiras que, a pesar de que se repitan mil veces, no se convierten en verdades. Salvo para aquellos que están dispuestos a cualquier cosa para conseguir los famosos tres puntos, ya sea simular un penalti inexistente o partirle una pierna al mejor de los rivales.