Ferran Brunet es profesor titular de Economía Aplicada en la UAB. Es miembro de la junta directiva de Societat Civil Catalana, entidad de la que es cofundador. Le conozco como una persona sensata, culta, extremadamente amable y educada, un verdadero demócrata liberal.
Acaba de publicar Economía del separatismo catalán (Deusto), un texto enciclopédico que presenta un análisis completo y riguroso de las circunstancias económicas y sociales en que nos ha dejado el procés promovido por la Generalitat y culminado por el Govern de Puigdemont. Los 75 capítulos o fichas que lo componen están llenos de cuadros y esquemas claros y didácticos, y se distribuyen en tres grandes partes: Confrontación, Decadencia y Falso paraíso. Es una obra de referencia que alguien tenía que hacer desde la propia Cataluña, y Ferran Brunet es quien la ha hecho, con claridad, tenacidad y convicción, bien documentado y superando mil dificultades.
España, el segundo país más descentralizado del mundo, después de Alemania, ha sido intensamente desafiada por el separatismo catalán. Convertido este en un movimiento populista, contrario a la democracia liberal --basada en el Estado de derecho--, ha vampirizado entidades civiles, colegios profesionales, sindicatos y patronales. Lo ha efectuado desde una idea invasiva y patrimonial del pueblo catalán, que ha dejado hondamente dividida a la sociedad; quienes no se someten a su dogma son declarados agresivamente enemigos del país.
La élite catalana, recalca el autor, está deshecha y será difícil y largo recomponer su papel social. Acusa al procés de robarnos el entendimiento, el empleo, las inversiones y el futuro. En el prólogo, el profesor Francesc Granell (Creu de Sant Jordi y Gran Cruz de Alfonso X el Sabio) agrega a estos robos el de la convivencia entre ciudadanos, hondamente afectados de desconfianza y recelo a las instituciones de todos, al haberse tirado por la borda su neutralidad y respetabilidad, la función que da sentido a su existencia.
El procés, trabajado a conciencia por Pujol (el presidente número 15 de la Generalitat), fue anunciado a bombo y platillo a partir de Artur Mas. Hoy, nos dice Ferran Brunet, un 6,1% de los catalanes aún cree que el procés ha beneficiado a Cataluña, y un 12,5% que ha mejorado la imagen de Cataluña.
¿Es posible destacar una realidad que permita cerrar la brecha entre separatistas y constitucionalistas y revertir el órdago producido? El economista Brunet cree que sí, con tal de que se acierte en el arte de persuadir al conjunto social. Para ello hay que contar con la ciencia que ofrece irrebatibles indicadores de declive y retroceso. Los indicadores económicos dejan reflejo de la fuerza de su impacto más tarde que los políticos, son más lentos.
Hay datos que no necesitan comentario. Cataluña vende a Castilla-La Mancha el doble que a China. Vende más a Aragón que a Francia, más a Madrid que a Gran Bretaña, más a Cantabria que a Estados Unidos.
El 75,3% de quienes preferentemente se informan en TV3 vota separatista; sólo el 28% de quienes eligen otros medios vota separatista.
La Generalitat tiene un control social completo de la Cataluña interior, que recibe el 41% del dinero que se reparte desde el Govern, pero aporta sólo el 27%. Cobra sentido, más allá de una ocurrencia humorística, el concepto de Tabarnia: la entidad de la franja costera catalana donde se concentran las tres cuartas partes de la población y de la actividad económica. Y hablar de Tabarnia “es jugar con los mismos argumentos que el adversario separatista y reducirlos al absurdo”.
¿Madrid nos roba o la Generalitat nos roba? Más de un 80% de los impuestos que cobra la Generalitat vienen de Barcelona. Pero de cada 100 euros que los barceloneses le dan, hay 17 euros que no regresan y que se distribuyen en la Cataluña más rural y más fiel votante nacionalista.
Si hablamos de la ley electoral. El voto de un barcelonés vale menos que el de los demás catalanes; en particular, menos de la mitad del de un leridano.
La inmersión lingüística y el fracaso escolar están asociados. Cabe recordar, destaca el profesor Brunet, que “está suspendido el derecho a la educación en lengua materna, con graves implicaciones de exclusión social de la mayoría de los jóvenes catalanes, que son castellanohablantes”. No hay derechos de lenguas, sino derechos de personas.
Hay que perder el miedo a decir en tu propia casa lo que se piensa. Hay que tomarse la libertad de hacerlo. Las falsas superioridades se desmontan con el juego limpio y a su debido tiempo.