Pensamiento

Partidos en la encrucijada

9 enero, 2016 00:00

Lo peor del último resultado electoral es la incapacidad de los partidos para realizar un mínimo ejercicio de autocrítica. En lugar del análisis, la reflexión y la crítica abierta y pública, los partidos, aconsejados por torpes asesores, pero también movidos por el miedo y la inseguridad --cuando no por la autosuficiencia y el engreimiento--, se dedican compulsivamente a mantener la impostura y el autoengaño. A poner todos cara de vencedores, como esos niños repelentes que jamás aceptan una derrota. Ninguno pronuncia la palabra error, fracaso, equivocación o incapacidad. Ninguno se enfrenta a su propia realidad. Incapaces de verse, valorarse y juzgarse a sí mismos, ¿cómo van a ser capaces de ver, valorar y juzgar lo que pasa a la mayoría de ciudadanos, cómo van a enfrentarse a la grave situación social, económica y política en que está sumido el país, la nación, el Estado?

El problema más urgente de la España actual es su modelo de partidos, inoperante y anacrónico

Sin partidos democráticos no hay democracia. La calidad de los partidos refleja el estado de la democracia. El problema más urgente de la España actual es su modelo de partidos, inoperante y anacrónico. No es que sea el más importante, ni el más grave, pero, en la medida en que los partidos y la política son el instrumento imprescindible para afrontar el resto de problemas, para canalizar esfuerzos y buscar soluciones, nada podrá resolverse sin la renovación, redefinición o refundación de los partidos actuales o la creación de otros nuevos. Mientras los partidos no asuman que la primera tarea, absolutamente necesaria, es cuestionar y cambiar su propia estructura y funcionamiento, su vida interna, todo seguirá avanzando hacia la disgregación y el encanallamiento de la vida colectiva.

Hay que denunciar y renunciar al actual modelo de partido, esencialmente antidemocrático e ineficaz. Lenin no era precisamente un demócrata. Por más embalsamado que siga, ya no es más que un cadáver. Que Podemos lo haya resucitado pone de manifiesto hasta qué punto los demás partidos tienen la urgente necesidad de enterrarlo definitivamente. Que Ciudadanos haya caído en la misma trampa muestra todavía más dramáticamente la necesidad de empezar la regeneración y reconstrucción nacional por la renovación de la estructura y el funcionamiento de los partidos. ¿Cuáles son los males que atenazan y vuelven inservibles a los actuales partidos? Enumeraré algunos de modo esquemático.

1) Sobrevaloración del líder, sometimiento del partido a su poder y control. Todo se supedita al líder (secretario general le siguen llamando), a proyectar y sostener su imagen. No es que se empiece por el tejado o la fachada, es que todo lo demás es puro andamiaje. Si tropieza o titubea el líder, el edificio se tambalea. Esto lleva a otorgarle poderes cuasiabsolutos. Las primarias, al no modificar la función del líder, han acabado convirtiéndose en una coartada para reforzar aún más su caudillismo. Basta recordar el caso de Pedro Sánchez.

Los medios han convertido a la política en entretenimiento y espectáculo competitivo, potenciando un modelo de análisis y debate superficial

2) Dependencia obsesiva de la opinión de los medios, especialmente de la televisión. Los partidos viven para la televisión, definen sus ideas y mensajes en función de su repercusión en los medios. Su principal preocupación es la imagen y valoración televisiva de sus líderes. Los medios han convertido a la política en entretenimiento y espectáculo competitivo, potenciando un modelo de análisis y debate superficial, gesticulante, que va de la agresividad más deleznable a la cursilería (Pablo Iglesias es el producto televisivo más emblemático).

3) Obsesión y sobrevaloración de las encuestas de opinión y de intención de voto. Los partidos actúan en función de las encuestas, viven pendientes de la frágil y fluctuante opinión pública, una opinión cada vez más sujeta a manipulaciones, a gestos mediáticos, a informaciones tendenciosas o intereses ocultos. No se apela al convencimiento de las ideas y los hechos, sino a la persuasión y la propaganda, el engaño y la manipulación de las emociones.

4) Sustitución de la dirección por la personalidad individual. La dirección de un partido tiene que ejercerse desde un grupo cohesionado pero diverso y crítico, todos responsabilizándose de las directrices y decisiones en situación de igualdad, sin imposiciones jerárquicas. Una persona, por muy valiosa y dotada que sea, es incapaz de suplir a la inteligencia colectiva. Constituir un grupo básico con las personas más preparadas, inteligentes, eficaces y dinamizadoras, es fundamental para el buen funcionamiento de un partido. Si el jefe nombra a su equipo, ¿qué capacidad y sentido crítico podemos esperar de él? Bastaría establecer que el líder no pudiera nombrar ni elegir a nadie de su equipo para evitar que se rodeara de amiguetes y mediocres aduladores, como hoy ocurre.

La discusión entre los partidos se desvía así hacia aspectos secundarios, gesticulando teatralmente sobre divergencias intrascendentes

5) Confundir proyecto con programa, y programa con propuestas y medidas concretas. Los partidos han renunciado a establecer un proyecto, a definir las bases y principios generales sobre los que asientan su modelo de nación, de Estado, de sociedad, de valores y formas de vida. No quieren definirse sobre lo fundamental y nos aturden, en cambio, con programas llenos de vaguedades que mezclan con un conjunto variopinto de propuestas y medidas, confundiendo lo principal con lo accesorio, lo efímero con lo permanente. La discusión entre los partidos se desvía así hacia aspectos secundarios, gesticulando teatralmente sobre divergencias intrascendentes u ocurrencias que lanzan a la cara de sus oponentes para llamar la atención o parecer más atrevidos y originales.

6) Los procesos de selección interna de los partidos marginan a los mejores y favorecen a los arribistas, los mediocres, los manipuladores, los charlatanes sin ideas, principios ni escrúpulos, cuando no a verdaderos psicópatas encubiertos. Toman el control del “aparato” personas que carecen de ideas propias, de formación y madurez intelectual, que ostentan una ignorancia e incultura que los incapacitaría para cualquier tarea mínimamente compleja. La política se banaliza, se convierte en marrullería y oportunismo, la discusión carece de argumentos, razones y conocimientos sólidos. Nunca el nivel personal e intelectual de los políticos ha caído tan bajo.

7) Confundir el ejercicio de la política y la finalidad de los partidos con la “toma del poder”. Es otra herencia perversa del leninismo. Que tomar decisiones responsablemente de acuerdo con la voluntad de la mayoría se confunda con ostentar y ejercer el poder es una prueba más de la abyecta degradación de la democracia y la actual política.

Los partidos no tienen conexión con los colectivos, asociaciones y plataformas que representan la conciencia social más activa

8) Desconexión con la sociedad civil. Los partidos no tienen conexión con los colectivos, asociaciones y plataformas que representan la conciencia social más activa, que buscan caminos nuevos para la solución de los problemas más importantes de nuestro país. Se desprecia el talento individual de miles de profesionales y el esfuerzo de centenares de grupos y asociaciones cuya experiencia debiera orientar las decisiones políticas. Plataformas como Sociedad Civil Catalana, Libres e Iguales, Ecologistas en Acción o el Movimiento por la Economía del Bien Común, por poner cuatro ejemplos, ¿qué relación y qué influencia tienen en los partidos? En la medicina, la agricultura, la cultura, la innovación tecnológica, la lucha contra la pobreza, etc.; en todos los ámbitos, iniciativas individuales y colectivas admirables mueren por falta de apoyo, cuando deberían ser la fuente de inspiración de los programas y la acción política de los partidos.

Etcétera.

Los partidos deberían tener un comité interno de vigilancia que ejerciera una autocrítica constante, un grupo de sabios, pensadores y expertos desvinculados de cualquier interés de partido con la única misión de controlar el poder de los líderes y dirigentes, de vigilar su ego (que no es un problema individual, sino político), de atenuar los desvaríos de la importancia personal, de generar confianza mutua, de poner por encima de las ambiciones personales la fuerza y el valor de los proyectos. Y de analizar los resultados electorales. Ninguno de los partidos lo ha hecho seriamente. Dudo que el PSOE y el PP, con estructuras tan anquilosadas, sean capaces de entender ni siquiera la reflexión que aquí hago, menospreciándola con soberbia o cínica condescendencia. Mucho más frustrante es que un nuevo partido como Ciudadanos caiga en los mismos errores.

Vivimos un momento crítico. Sin la renovación y redefinición de los partidos, no saldremos de la encrucijada histórica en que nos encontramos. Unos pocos, a pesar de todo, seguiremos clamando en el desierto (que pronto dejará de ser una metáfora).