Escucho estos días la ya clásica electoral propuesta podemita de crear una renta básica ciudadana. Una paguita para todo el mundo, trabaje o no. Sea un vago o no. A final de mes, hagas o deshagas, madrugues o no, papá Estado te dará un dinerito. El partido liderado por Pablo Iglesias quiere que todos los hogares de España tengan derecho a una cantidad, entre 600 y 1200 euros al mes, que --me lo veo venir-- pagaremos los de siempre.

Sin duda, a primera vista, es una propuesta muy sugerente para algunos. Eso de tener derecho a cobrar un dinero a fin de mes sin pegarle un palo al agua siempre tiene su tropel de seguidores. Tiene que ser muy agradable ser rentista a cargo del Estado sólo a cambio de votar al que implemente esa renta básica. En Europa ningún país se ha atrevido a poner en marcha el sueldo de nescafé público de por vida dado que el agujero presupuestario que generaría sería brutal, peligroso e incentivaría a miles de ciudadanos a trabajar más bien poquito.

Hay que ser muy infantil para pensar que la implementación de una medida de tanto calado no afectaría a los sueldos, a los precios, a la organización del trabajo en las empresas, a la competitividad y al crecimiento económico. Además, la implementación de esta iniciativa que premia la holgazanería supondría un aumento de los impuestos para todos los que sí se esfuerzan, emprenden y son responsables en su día a día. Es una falsa fantasía prometer que sólo pagarán más impuestos los que más tienen: a estas alturas de la vida, usted y yo sabemos que en esas circunstancias lo que es seguro es que los denominados “ricos” no tardarían ni 24 horas en eludir su nueva obligación de mantener a unos cuantos miles de personas.

Crear ese salario público por el simple hecho de nacer, ser y estar es profundamente injusto. La solidaridad fiscal entre españoles no puede convertirse en parasitismo. Esta propuesta no es solidaridad, es un atraco a la gente seria. No sería razonable que media España pasara el día buscando métodos para sacar adelante a su familia mientras la otra media se aprovecha de los primeros. Soy partidario de ayudar a quien quiere trabajar y no puede, de que actúe el Estado cuando hay situaciones coyunturales de extrema necesidad, pero una cosa es eso y otra consagrar la ley del mínimo esfuerzo.

Me gustaría más escuchar a la izquierda de este país proponiendo medidas para crear nuevos puestos de trabajo, de calidad y que permitan a los españoles impulsar su proyecto de vida sin necesitar la caridad de los poderes públicos. Es más digno, más eficiente, más incentivador. También me gustaría escuchar recetas para que los ninis (ni estudian, ni trabajan) hagan algo de provecho en su vida. Invitar indirectamente a este colectivo a seguir en casa jugando a la consola mientras cobra su paguita pública habla muy mal de aquellos que proponen esta carísima solución.

No se puede en este caso acusar a Pablo Iglesias de ser incoherente. Es comunismo económico de manual, del más casposo y con fuerte tufillo cubano. Y ya saben ustedes cómo acabaron todos los países de la historia donde el comunismo y la economía planificada ha tenido mando en plaza...