El Reino Unido se ha convertido en lo que es gracias a Westminster y al Foreign Office. Parlamentarismo y política exterior han sido los pilares de una democracia asombrosa, que se levanta cada mañana sobre su propia debilidad congénita; debilidad ahora acentuada, cuando se espera una caída del PIB del 9%, a causa del Brexit. El destino de Inglaterra se vinculó fatalmente a un referéndum, el arma del populismo utilizada para destruir el statu quo de los países y levantar autocracias sobre sus escombros. Todo ello, desconsiderando que la democracia y la libertad son mejor baluarte ante cualquier bandera.
El suicidio refrendista ofrece ejemplos recientes en Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Polonia, Hungría, Escocia y, naturalmente, en Cataluña, un país en el que el Parlament no legisla y tiene vida propia de espaldas a la ciudadanía. Nuestro palacio de la Ciutadella desprende ya, por puro abandono, el toque británico de la época de Oliver Cromwell, aquel Lord Protector, defensor del puritanismo y jefe militar, que entró en Westminster a caballo (1653) y ensangrentó el país hasta la restauración de los Estuardo.
En nuestros días, el Londres brumoso de personajes oscuros, aficionados a la Guinness y al destilado de malta muy madera, ha conseguido que los tabloides The Daily Mail y The Sun aíslen al Downing Street flojo y ramplón de Theresa May. Los perjuicios son ya muy visibles. Como también lo son en el caso del segregacionismo catalán después de adulterar el Parlamet (las leyes de desconexión del 6 y 7 de setiembre de 2017) y reforzar la consejería de Asuntos Exteriores, siempre en manos de un buen comisario político (antes Romeva, después Ernest Maragall y ahora Alfred Bosch).
Para entender el erial parlamentario impuesto por los indepes en Cataluña, las hemeroteca es una revelación devastadoras. Por eso viene al caso la reapertura del Parlament en año nuevo, un enero en el que PDeCAT, ERC y CUP han abortado todas las comisiones, entre ellas la que iba a investigar el pufo de Aigües Ter Llobregat (ATLL), la distribuidora del agua de boca en el área metropolitana de Barcelona, que Mas-Colell vendió a la Acciona de los Entrecanales y que ha sido declarada nula por un tribunal. Lo más revelador del la renté es la comisión de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias, en la que su presidenta, Montserrat Fornells (ERC), levantó la sesión como protesta por las detenciones de comandos CDR y de alcaldes en Girona. Las detenciones se produjeron en el marco de la operación policial por el corte de las vías del AVE el 1 de octubre del 2018 y, por lo visto, la mujer estaba afectada por la tensión social, aún siendo militante de un partido avezado en eso del desorden. Como es bien sabido, Fornells tuvo un rifirrafe con un diputado de la oposición (Miguel Moreno, del PSC) que le preguntó repetidamente en qué ley se amparaba para levantar la sesión y, al final, ella, confusa pero más chula que un ocho, contestó desde la puerta "no tengo el reglamento a mano".
Y después del despropósito, todavía estamos ahí. Nadie mueve un dedo; la cámara legislativa catalana es una cantina sin clientes, o mejor, un parador nacional vacío con brocados y aguafuertes en las paredes. Los expertos jusqu'au-boutistes y saltadores de pértiga, que animan a los vecinos en las tardes de balcón y glorieta, se han asustado por las detenciones de sus camaradas y han abandonado un trabajo que ya brillaba por su ausencia, como les recordó Carlos Carrizosa --"son ustedes unos vagos"-- con más razón que un santo.
Me entra un cosquilleo frío por la columna cada vez que oigo hablar de uniformados ocupando la sedes de la política; aunque me pregunto: ¿dónde está la política entendida como dialéctica de consensos y disensos, que diría Daniel Innerarity? Aquí no hay nada de todo eso y espero que, en el Congreso de los Diputados de la Carrera de San Jerónimo, no ocurra nunca lo mismo. Ya saben que en el tejerazo de la Transición, fue Carrillo quien dijo socarrón aquello de "Pavía entra en las Cortes a caballo". A don Santiago se le fue la metáfora de madre. No iba a caballo, pero la asonada de Pavía la madrugada del 3 de enero de 1874 derechizó la Primera República, que a partir de entonces sería conocida popularmente como la dictadura de Serrano.
La cultura política es una iglesia militante, misionera e itinerante. Una compilación que evita el reduccionismo, enfermedad infantil de las extremas derecha e izquierda. Sobre sus cementerios dialécticos se pasean al trote las sombras del Lord Protector y del general Pavía.