El mundo independentista se escabulle detrás del aforo del cargo público, mientras que parte de la nobleza rancia se sumerge en el bálsamo borbónico. Son dos enemigos de la España forjada en la Transición y las siguientes mutaciones: los primeros, al estilo de Laura Borràs, siguiendo el ejemplo de Artur Mas, aquel delfín politicastro que levantó el procés para esconder el 3%; los segundos se reflejan en los negocios-linaje de Bruno Gómez-Acebo, sobrino del emérito, bajo el influjo natural del rancio abolengo. Los unos y los otros aprovechan sus estancias horneadas, al amparo de este mes de enero polar, diseñando estrategias pensadas para no rendir cuentas ante los tribunales. Ambos casos representan a las actuales dos Españas: el avispero y el enchufe. Dos Españas que viven contra España. Malos tiempos para el constitucionalismo, que sin embargo nos tiene reservadas algunas alegrías.   

Un juzgado de Barcelona acusa a Borràs (JxCat) de falsedad documental, fraude administrativo, prevaricación y malversación de caudales públicos, presuntos delitos cometidos cuando dirigía la Institució de les Lletres Catalanes. Al liderar la lista de JxCat para el 14-F, su nuevo aforo catalán en el Parlament le permitirá a Borràs ser procesada por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) y evitar el Supremo, el tribunal al que estaba destinada antes de dimitir como diputada en el Congreso. Dos por una: me libro de la instancia de casación y me refugio en la supuesta proximidad del TSJC. On verra, señora mía.

Gómez-Acebo, por su parte, habría solicitado a Juan Carlos I que mediara para acceder a las principales autoridades del Golfo. Bajo el paraguas del fondo de capital de riesgo Gala Fund Management, Acebo creó el Fondo de Infraestructuras España-Emiratos en 2009, una sociedad dedicada a captar y gestionar el capital de las diversas empresas españolas, del Ibex, que tuviesen interés de entrar en el mercado de infraestructuras de Emiratos. El Gala Fund atrae activos entre los 550 y 1.150 millones de euros y los destina a la financiación de grandes obras hidráulicas, medioambientales, sanitarias, educativas, de comunicación vial o energéticas. Su vínculo con el emérito le abrió a Bruno las puertas de la embajada de Emiratos en Madrid y las estancias interiores del poderoso sultán Saeed al Mansoori.

Así se las ponían a Enrique VIII. Ha sido como lanzar stock de capital (billetes verdes) desde un helicóptero sobre el jardín del casoplón, en Puerta de Hierro, propiedad de la fallecida infanta Pilar de Borbón, la madre de Bruno y de sus cuatro hermanos, Simoneta, Bertrán, Juan y Fernando. Las conexiones blasonadas, como lo es la roma contabilidad, tienen una doble entrada: en el haber, hay dinero contante, pero en el debe, se encuentra la pena sonante de Telediario; especialmente en España, el reino sabelotodo. El tradicional “caixa cobri”, tin-tin, catecismo del tendero, rige para todos, en lo tributario o en lo procesal. “Del rey abajo, ninguno..”, dice el conde Orgaz de Zorrilla.

En la obra de Francisco de Rojas, don García nos conmueve y doña Blanca nos seduce. En la maqueta caricaturizada del presente, Bruno (don García) nos produce la hilaridad de todo lo ilusorio que no nos mata en tiempos de pandemia; y Borràs (doña Blanca) nos aburre pañuelo al viento, sumergida como está en la confusión de las togas inflamadas, arcabuces camineros de un país que parece empeñado en dejar a sus instituciones en manos del destino. Los negocios feos, son negocios, al fin y al cabo; viven en la nube del aquel espíritu del capitalismo que apaciguó a la febril raza humana. Sin embargo, las inclinaciones políticas destructivas de Borràs y sus adláteres (Canadell, el número dos de JxCat, o el inmaterial Puigdemont) colapsan el futuro.

No salvo a Gómez-Acebo ni condeno sin remedio a la Borràs; solo digo que sus presuntos delitos pertenecen a ramas diferentes de la misma sinrazón (el quiero más). El primer delito, enfermedad benigna, exige expiación antes que perdón; el segundo pide simplemente a gritos una vuelta al redil para no seguir lesionando a un tejido social, el catalán, que se desangra. En el mercado plenipotenciario actual, la ley del beneficio por sí sola nos acerca a un totalitarismo desconocido. Pero no pensemos que el nacionalismo paranoico-populista del procés se ajusta a la ética y al derecho: “Yo viví en un palacio (Viena) y ahora me quieren devolver a mi Galicja polaca” (Joseph Roth); “…las experiencias sensoriales son transmisibles, pero poco fiables…” (Robert Musil); “… el pueblo, el pestífero que grita por las calles” (Atonin Artaud).  

Ante el clásico interrogante del ¿qué sois más?, las grandezas de España exhiben sus desamortizados escudos de armas, mientras que los políticos independentistas comulgan inocentemente con el derecho de autodeterminación de los pueblos, un imperativo categórico que ha despedazado el planeta, como lo vimos en las repúblicas balcánicas. Las dos Españas de hoy, el peligro de la desigualdad extrema y el abismo irracional de lo identitario, son conocidas, pero no por ello menos peligrosas. El cruce entre la desigualdad patológica y la nación celestial es una mezcla explosiva; alienta el deseo de atrocidad.