El nuevo partido político Izquierda Española aún no ha tenido tiempo de hacer nada, pero ya se ha ganado el desprecio, la hostilidad y algo muy parecido al odio de todas las fuerzas ya existentes.
Juraría que se está repitiendo lo que ya pasó en su momento con Ciutadans, un partido que no tenía mucho que ver con lo que luego fue Ciudadanos y que, desde un buen principio, recibió todo tipo de insultos, previsibles en el mundo lazi (donde sigue circulando la malintencionada trola de que iban contra Cataluña y no contra sus nacionalistas, como así era) y no tanto desde la izquierda oficial, que se dio mucha prisa en ver a una pandilla de fachas donde solo había unos socialdemócratas rebotados con el PSC por su deplorable actitud entreguista, cuando no solidaria, con los separatistas.
Apenas si llevábamos cuatro reuniones de Ciutadans, entre militantes y compañeros de viaje como quien esto firma, y ya nos habían puesto de vuelta y media desde todas partes. Tengo la impresión de que está ocurriendo lo mismo con Izquierda Española, motivo por el que me atrevo (intuyo que inútilmente) a pedir un poquito de por favor antes de lanzarse alegremente a demonizarla.
Los nacionalistas, evidentemente, no la pueden ni ver, pues habla de recentralizaciones (que a mí me parecen muy razonables, especialmente las que afectan a la educación y a la sanidad) y de ponerlos en su sitio y dejar de reírles las gracias, como les ha dado por hacer a las fuerzas políticas que se consideran de izquierdas.
La derecha no hace muchos comentarios, pero es evidente que consideran a Izquierda Española, en el mejor de los casos, una pandilla de ilusos empeñados en reivindicar la altura moral de la izquierda, cuando todos sabemos que la izquierda de ayer, de hoy y de siempre es caca pura.
Para la NII (Nueva Izquierda Imbécil), se trata de un grupo de neoliberales disfrazados de socialdemócratas que, además, no quieren entender la saludable diversidad de los pueblos de España (o sea, unos fachas).
Y para el PSOE de Pedro Sánchez, donde el que discrepa se va a la puta calle, estamos ante unos aguafiestas que se sienten traicionados por esa izquierda benditamente obsesionada por la convivencia y el progreso que tan bien representa lo que queda del partido de Pablo Iglesias (como si no hubiera bastante con aguantar los berrinches de los abuelos Cebolleta del partido, Felipe González y Alfonso Guerra).
El fundador de Izquierda Española, el abogado Guillermo del Valle (Madrid, 1989), publicó, precisamente, un libro titulado La izquierda traicionada, que no he leído, pero con cuyo título me identifico plenamente. Y no soy el único. Hace tiempo que muchos votantes habituales de la izquierda nos sentimos traicionados por quien debería defendernos, situación que ha alcanzado un nivel insoportable en la era del ínclito Pedro Sánchez, un tipo que no duda en pactar con un fugitivo de la justicia para mantenerse en el poder y cuyos ministros son capaces de ponerse de parte de dicho fugitivo, ahora convertido en interlocutor válido, censurando a los jueces que siguen cumpliendo con su obligación de perseguirlo.
La izquierda de la izquierda ha sido aún más lamentable, como ha demostrado ampliamente Podemos (que ha pasado de asaltar los cielos a luchar por la supervivencia) y empieza a demostrar Sumar, cuya líder, Yolanda Díaz, es una versión sonriente y más lista de Irene Montero (esto último no cuesta mucho) que se ha hecho el ama del cotarro apuñalando a quien la eligió como sucesora y que también es muy comprensiva con los pelmazos nacionalistas (todos la recordamos sonriéndole a Cocomocho durante un encuentro en Bélgica, aunque también es verdad que ella le sonríe a todo el mundo y le da lo mismo un empresario, un okupa, el Rey de España o el Hombre del Maletero).
Sí, muchos nos sentimos traicionados por lo que queda de la izquierda española. De ahí que observemos con simpatía a Izquierda Española, por muy escarmentados que estemos de haber confiado tiempo ha en Ciudadanos para ver cómo se acababa suicidando por la absurda megalomanía de su líder.
También nos gustaría que la refundación que parece querer practicar Jordi Cañas funcione y el partido recupere a sus votantes de la primera hornada, pero, francamente, no sé si será posible, por mucho aprecio que le tenga a Cañas (que se lo tengo).
En cualquier caso, creo que siempre merece la pena intentar sacar a la izquierda del sumidero moral en que la han convertido entre el PSOE de Sánchez y la NII, que han unido sus fuerzas (los políticos y sus lamebotas de la prensa) para desautorizar de entrada el proyecto de Guillermo del Valle, convirtiendo al responsable del think tank El Jacobino en un oportunista que si no es de derechas, le hace el juego a la derecha, por no hablar de que pasó por UPyD, objeto favorito de demonización para lo que ahora se entiende por izquierda en España.
Evidentemente, no se trata de confiar ciegamente en Izquierda Española. Se trata, más bien, de wait and see, que dirían los anglos. Yo creo que, si prometen lo que cumplen, pueden encontrar un target, que dirían los publicistas.
Una izquierda sin el arribismo de Sánchez y la tontería de Iglesias debería ser posible en España, así como un entendimiento cabal de lo que significa la socialdemocracia que, teóricamente, representa el PSOE (o lo que queda de él). Podríamos esperar todos a las elecciones europeas y ver cómo le va a Izquierda Española antes de vitorearla o de ponerla de vuelta y media.
Sí, el último invento socialdemócrata, Ciudadanos, acabó como el rosario de la aurora y está por ver si puede resucitar. Sí, los traicionados por lo que se supone que es la izquierda estamos ya muy quemados, pero para frenar nuestra tendencia progresiva a la abstención nos vemos obligados a intentar creer en algo. Algo que hace años fue Ciutadans y que ahora puede ser Izquierda Española. Sin derrotismo (para el que hay motivos sobrados) ni para euforias revitalizadoras (que tampoco proceden).
Esperar y ver. Yo no pido nada más.