Toda la vida creyendo en la altura moral de la izquierda y ahora descubro que ahí también proliferan los gañanes. No se me ocurre otra manera de describir a personajes como Óscar Puente y Daniel Viondi, miembros de ese club de fans de Pedro Sánchez antes conocido como Partido Socialista Obrero Español. Cierto es que el gañán número uno es el propio Sánchez, que se tragó todo el discurso de (imposible) investidura de Núñez Feijóo luciendo unas muecas que transitaban entre el aburrimiento y el pitorreo, pese a que el aspirante se expresó en todo momento con una corrección admirable y teóricamente impensable en la derechona. Sánchez ni se dignó a responderle y le soltó al tal Puente, un hombre de la escuela Rubiales que venía quemadito de Valladolid porque le habían soplado la alcaldía entre el PP y Vox y decidió que eso lo iba a pagar Núñez Feijóo (luego fue increpado por un viajero del AVE de Valladolid a Madrid –algún pepero airado del sector más garrulo, intuyo— y entre los dos consiguieron, con su discusión, retrasar la salida del tren, que llegó tarde a Atocha, donde ambos reemprendieron la tangana, pero en formato más breve).
Lo de Daniel Viondi, concejal socialista del Ayuntamiento de Madrid, es aún más de traca, como pudimos comprobar los que le vimos por televisión propinándole tres ligeros sopapos a Martínez Almeida (a Viondi, por lo menos, su partido lo ha sacado a patadas del ayuntamiento, ¡algo es algo!). Pero entre Puente, Viondi, los pelotilleros que se apuntaron al linchamiento de González y Guerra y el propio Sánchez, me tienen contento. ¿Toda la vida votando a la izquierda para esto? Solo me salva pensar que cualquier parecido de la actual izquierda con la de antes es mera coincidencia (sí, soy una momia del régimen del 78, ¿pasa algo?). Una izquierda que considera progresistas al PNV y a Bildu y que se deja chantajear por un zumbado catalán que vive en Flandes, pensando únicamente en conservar el poder como sea, ni es izquierda ni es nada. Y ante la posibilidad de contar con un Gobierno socialista que nace moralmente muerto, prefiero que se repitan las elecciones y que sea lo que Dios quiera.
Según Tezanos, Sánchez lo volvería a petar en una repetición electoral, pero el susodicho parece tener sus dudas, mientras Núñez Feijóo no ve la hora de que volvamos a las urnas con la esperanza de captar el voto útil (para él) de los que votaron a Vox en las anteriores elecciones. En el ámbito catalán, tampoco veo al beato Junqueras con muchas ganas de volver a las urnas: gracias a su actitud enajenada, Puigdemont y su partido están subiendo en las encuestas y deben confiar en poder imponerse a ERC en unas nuevas elecciones (esa es su obsesión principal: lo del referéndum y la deuda histérica de 450.000 millones de euros es hablar por hablar; se trata de pillar cargos, dinero y poder, aunque solo sea a nivel local). Veo, pues, al PSOE y a ERC hermanados en la misión de repetir el Gobierno más progresista de la historia de España por la cuenta que les trae. Hermanamiento que se repite con Puchi y Feijóo, pero para lo contrario: pillar cacho, el uno en Cataluña y el otro en toda España.
En ERC saben que Cocomocho se les está comiendo la merienda con sus peticiones imposibles, pero sobreactúan como si creyeran en su verosimilitud, pues bastantes palos les caen ya por inútiles y botiflers, aunque siguen creyendo que su táctica de peix al cove, heredada de Pujol, es la que más les conviene. Puede que las próximas autonómicas las gane el PSC, pero en Junts, con tal de desintegrar a ERC, ya van que se matan: de ahí, creo yo, la imposible carta a los Reyes Magos del majareta de Waterloo, de quien se puede decir, citando a Shakespeare, que hay un método en su locura.
Se han formado dos bandos ante una posible repetición de elecciones, el de los que las ansían y el de los que las temen, con sus extraños compañeros de cama. No soy Nostradamus –ni siquiera el vidente Carlos Jesús–, pero yo diría que vamos hacia la repetición. Las exigencias de Puchi no las puede satisfacer ni alguien tan carente de brújula moral como Sánchez. Ya hemos hecho bastante el ridículo con la aprobación exprés de las lenguas cooficiales en el Congreso –poniendo, de paso, en un aprieto al pobre Rufián, que ahora se ve obligado a hablar en un idioma que siempre se le ha resistido– y la visita a Puigdemont de Yolanda Díaz, ¡una vicepresidenta del Gobierno español sonriéndole a un enemigo del Estado y delincuente fugado de la justicia! Acabemos, momentáneamente, con este sindiós repitiendo las elecciones y que sea lo que Dios quiera.
Que conste que un Gobierno del PP me hace tanta ilusión como una visita al dentista, pero el espectáculo lamentable que están dando Sánchez y sus minions me da una vergüenza considerable. Como español y como ser humano empeñado en creer que la ética importa.