El cierre, tras 14 años de periodismo veraz, objetivo y, sobre todo, cultural, de los programas de Tele 5 Sálvame y Sálvame de Luxe parece haber constituido un serio golpe en la línea de flotación de su productora, La Fábrica de la Tele, que se ha visto obligada a aplicar un ERE a su plantilla: los que se vayan a la calle, cobrarán 30 días por año trabajado… a excepción de las estrellas de Sálvame, a las que se ofrecen 20 días por año, algo que no ha sido precisamente de su agrado. El rebote de Kiko Matamoros, María Patiño y demás celebrities del chismorreo (cultural, por supuesto) se produce a escasos días de que toda la pandilla (basura) tuviera prevista su partida a Miami, donde seguirían con sus cosas por cortesía de Netflix, que es quien paga los platos rotos: nuestros viajeros culturales no piensan moverse de España hasta que La Fábrica de la Tele les suelte unos monises más acordes con sus pretensiones. Y, a todo esto, la Medalla al Mérito Cultural solicitada por el equipo de Sálvame y Sálvame de Luxe sigue, ¿inexplicablemente?, sin llegar.

Parece que Pedro Sánchez ya hizo bastante llamando por teléfono a Jorge Javier Vázquez (actualmente de vacaciones y pensando en su futuro) para darle el pésame por la desaparición de esos programas que tanto han contribuido a elevar el nivel intelectual de los españoles: no lo veo apurando sus (posibles) últimos días al frente del Gobierno para acelerar la entrega de la tan merecida Medalla al Mérito Cultural. Se agradece mucho el apoyo progresista del presentador de Badalona a la izquierda española (ya lo decía John Lennon: A working class hero is something to be), pero no se mueve un dedo para que sus criaturas catódicas vean reconocido su mérito cultural.

Salvando las distancias, esto me recuerda los viejos tiempos en que la pobre Lola Flores aspiraba, sin éxito, a que el caudillo le concediera el marquesado de Torres Morenas, que bien se lo había ganado con sus visitas al Pardo para entretener al dictador más aburrido de la historia, cuya idea de la diversión, según me contó en cierta ocasión Rafael Argullol, consistía en pasar las noches de los sábados frente al televisor, viendo el programa de variedades de Franz Joham o de Joaquín Prat mientras cenaba un austero bocadillo de sobrasada (no sé si la historia es real o apócrifa, pero me gusta imaginar a Franco zampándose un bocata antes de firmar unas sentencias de muerte, rezar un rato el rosario y meterse en la piltra con La Collares). Lola merecía ser marquesa de Torres Morenas y encuentro deplorable que la democracia no haya hecho nada para conseguirlo, aunque ella ya no esté entre nosotros para celebrarlo. Ahora que le han retirado al dictador la Medalla al Mérito Laboral (o algo parecido), ¿tanto costaba seguir haciendo justicia y concederle a Lola el marquesado de Torres Morenas a título póstumo?

Especialmente, porque en el caso de Lola Flores sí puede hablarse de algo merecido, mientras que la calificación de bien de interés cultural para los chismosos de Sálvame es, cuando menos, discutible. Y, ahora que lo pienso, a Lola tampoco se le concedió en vida la Medalla al Mérito Laboral que ahora se le retira al caudillo (“será que no me la he meresío”, comentaba ella, sarcásticamente, en una entrevista). España tiene dos deudas con esta gran mujer (la medalla y el marquesado, que podría heredar Lolita), pero dudo que la tenga con Sálvame de Luxe y su cuadrilla de cotillas seudo culturales: el parecido entre ambas situaciones se acaba en que ambas tuvieron lugar en el mundo del entretenimiento.

Personalmente, me da lo mismo que el equipo de Sálvame se vaya a Miami o, directamente, a la mierda, lugar en el que llevan viviendo metafóricamente los últimos 14 años y puede que más. La simpatía que me inspira Jorge Javier no la siento por su pandilla de maledicentes histéricos. Y, de hecho, no entiendo qué pretende Netflix alargándoles la vida cuando la audiencia llevaba ya un tiempo entonando el ¡Hasta luego, Lucas! El chicle de Sálvame se ha estirado hasta lo imposible, ¿y ahora se pretende seguir estirándolo en Miami? Con una gente que solo sabe chismorrear y ponerse verdes mutuamente, ¿qué novedades puede haber en la nueva aventura americana de semejante pandilla? Por no hablar de que está por ver que fuera de su hábitat natural, las Patiños y los Matamoros tengan temas que tratar. Ya sabemos que en Netflix no hay ningún criterio y que lo mismo te cuelgan un montón de estupendas comedias italianas de los años 60 como unas cuantas birrias norteamericanas protagonizadas por cheerleaders asesinas, pero lo de continuar con Sálvame en ultramar me resulta levemente incomprensible. Tanto como la petición de la dichosa medalla al mérito cultural.

Pasemos, pues, de las absurdas pretensiones de una troupe de chismosos y ocupémonos de lo que realmente importa a los españoles de bien, que diría Núñez Feijoo: ¿a qué esperamos para concederle a la difunta Lola Flores la Medalla al Mérito Laboral y el marquesado de Torres Morenas? A ver si estamos por lo que hay que estar.