Manicomio catalán

Keanu Reeves vence a Arnaldo Otegi

20 abril, 2016 00:00

Pese a lo que pueda parecer últimamente, en Cataluña se impone la sensatez. A las pruebas me remito: leo en El Periódico que, la noche del domingo, una película de mamporros protagonizada por el inexpresivo Keanu Reeves tuvo más audiencia que la anunciadísima entrevista de Jordi Évole a Arnaldo Otegi. Y no me extraña, pues la vida es muy corta para desperdiciarla escuchando las sandeces de un ex presidiario con pretensiones. También yo opté por 'John Wick' en vez de por Otegi, astuta tercera vía frente a la respuesta general ante cualquier actividad del pobre Évole: solidarizarse con él o ponerle de vuelta y media. Pues ni una cosa ni otra, amigos: larga sin tasa, Arnaldo, que todo lo que puedas decir nos la pela.

Escuchar a Otegi es una lamentable pérdida de tiempo, y entrevistarle solo es concebible como fuente de ingresos

Yo no he vuelto a escuchar a ese hombre desde que lo vi en 'La pelota vasca', el documental de Julio Medem sobre el 'conflicto', diciendo sandeces sobre la pena que le daban esos pobres niños vascos que, en vez de triscar alegres por los bellos montes de Euskadi, se pasaban el día pegados a la pantalla del ordenador. En ese momento entendí que Otegi no solo era un cenutrio carente de empatía hacia las víctimas de sus amigos de la capucha, sino también un sujeto anticuado, un lastre del pasado, un fósil. Y esa impresión no ha parado de crecer desde entonces. Es más, desde que salió del trullo, no deja de comportarse como un anacronismo con patas. En el País Vasco, el independentismo ha bajado a unos niveles muy preocupantes para los abertzales, pero Otegi sigue con el discurso de siempre, encerrado con su único juguete, defendiendo que la tierra es cuadrada y que algún día todos le darán la razón. Ante alguien así solo caben la compasión o el desprecio, aunque a Évole le sirva para hacerse el progre y alimentar su leyenda de hombre cabal que escucha a todo el mundo.

Escuchar a Otegi es una lamentable pérdida de tiempo. Y entrevistarle solo es concebible como fuente de ingresos, pues entre los que le detestan, los que le adoran y los que le censuran suavemente, pero en el fondo le comprenden, te haces con una audiencia notable, por mucho que los perversos catalanes prefieran ver una de tiros. La verdad es que la metáfora me habría quedado mejor si quien se hubiese impuesto a Otegi fuera Orson Welles, pero bueno, con el pasmarote de Keanu ya me apaño.