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Ramón de España opina sobre Carles Puigdemont

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Manicomio catalán

La mesita de café de Puigdemont

"La regla del 'lazismo' siempre ha sido fijarse en algún lugar en el que asome alguna sombra de opresión para, inmediatamente, clamar que, para oprimidos, nosotros"

Publicada

Gracias a un artículo de mi amigo Antonio Fernández en El Confidencial, recogido por Pablo Planas en su cotidiana sección de comentarios sobre la prensa del día, me entero de que el ínclito Carles Puigdemont, ese líder mundial, tiene una mesita en su mansión de Waterloo sobre la que descansan unos cuantos libros que le interpelan y que, en teoría, deberían interpelarnos a todos. 

Son libros, digamos, con un mensaje semioculto que sus destinatarios deberían descifrar de inmediato. Mi favorito es uno sobre el desembarco de Normandía que revela claramente el desvarío mental de nuestro hombre, pues le sirve para establecer comparaciones de esas que no se aguantan por ninguna parte entre la Cataluña actual y una serie de países y situaciones que no tienen nada que ver con sus exsúbditos.

Según Puchi, se puede establecer un paralelismo indudable entre el desembarco de Normandía y el referéndum independentista del año 2017. En ambos casos, el Ejército norteamericano y los votantes de la consulta catalana (ilegal) dieron muestras de gran coraje al lanzarse a la batalla contra el oscurantismo, contribuyendo a afirmar la democracia en un entorno hostil.

Realmente, este hombre está mucho peor de lo que nos imaginábamos. Comparar a los pobres chavales americanos que cayeron como moscas en la playa normanda con el contingente de yayas, jubilators, maulets y lazis en general que se lanzaron a votar cuando no debían me resulta muy ofensivo para los primeros, que se estaban jugando el futuro de Occidente y se revolverían en sus tumbas si supieran que un iluminado majadero como Puchi los compara con un montón de insolidarios supremacistas que anhelaban poder comer helado de postre cada día.

De todos modos, el sistema comparativo de Cocomocho no es una novedad. El lazismo lleva años comparando a la Cataluña catalana con lo que más cerca tenga en cada momento: Kosovo, Sudán del Sur, Escocia, Irlanda del Norte, Nueva Caledonia y demás naciones (sin estado) hermanas (o primas segundas). Artur Mas, alias el Astut, rizó el rizo del delirio prometiéndonos que, con la independencia, nos convertiríamos en la Dinamarca del Sur.

La regla del lazismo siempre ha sido fijarse en algún lugar en el que asome alguna sombra de opresión para, inmediatamente, clamar que, para oprimidos, nosotros. Cabe reconocerle a Puchi, eso sí, que ninguno de sus antecesores había tenido el cuajo de establecer comparaciones entre los soldados acribillados a balazos en los años cuarenta y los votantes a destiempo de principios del siglo XXI, aporreados por las fuerzas del orden por no haberse quedado en casa viendo TV3.

Su único problema es que se pasa de sutil. Caso de que Pedro Sánchez le haga una visita (lo que no sería de extrañar, pues es muy capaz de humillarse de nuevo, y humillarnos a todos, suplicándole apoyo a su descacharrado Gobierno), dudo mucho que le baste con mirar la portada del libro sobre la batalla de Normandía para entender que donde pone Hitler, pone Sánchez, pues hay que disponer de un mindset como el de Puchi para establecer comparaciones entre los nazis de antaño y los españoles de la actualidad.

A mí la jugada me parece más propia de Artur Mas, por lo astuta, pero, en cualquier caso, su comprensión no está al alcance de todo el mundo. Y además, la cosa no se arregla cogiendo el libro y pasando páginas, pues imagino que está, como los demás, enganchado a la mesita con Super Glue para impedir que Toni Comín lo sustraiga y se lo venda a algún librero de viejo de Bruselas.