Cuando llegó el momento de apoquinar las fianzas (o los multazos) de los damnificados financieramente por el prusés, se puso en marcha la Caixa de Solidaritat, que consistía en sacarles los cuartos a la ciudadanía procesista para ahorrarles malos tragos a sus líderes.

En teoría, la cosa era un préstamo que sería devuelto si se amnistiaba a los reprimidos por el perverso Estado español. Pero llegó, más o menos, la amnistía y la Caixa de Solidaritat no devuelve ni un euro a sus legítimos propietarios. Ya decía Josep Pla que el hecho de cobrar no se parece en nada al de pagar, y que incluso era muy posible que uno y otro no tuviesen nada que ver.

Eso parece pensar el gran Pep Cruanyes i Tor (El Masnou, 1952), mandamás de la Caixa de marras y hombre curtido en mil batallas patrióticas: este abogado e historiador es el presidente de la Sociedad Catalana de Estudios Jurídicos y el secretario de la Comisión de Lengua Catalana del Consejo de Colegios de Abogados de Cataluña, dos cargos de indudable tronío nacionalista.

Previamente, fue vicepresidente de la ANC y militante de ERC (dimitió de ambos sitios en el año 2020) y se hizo bastante popular (por lo menos en los Telenoticies de TV3) como abanderado de la Comissió de la Dignitat, entidad que porfiaba por el retorno a Cataluña de los célebres papeles de Salamanca. Como no podía ser de otra manera, está en posesión de la Creu de Sant Jordi, que le fue otorgada en 2018.

No sé, con tanta actividad patriótica, de dónde habrá sabido sacar tiempo para ejercer de abogado y de historiador, pero como perro guardián de la patria no tiene precio. Ahora, como administrador de monises para multas y fianzas, parece haber llegado a la conclusión, en la estela de Josep Pla, de que cobrar y pagar (o devolver préstamos) son dos hechos que no tienen nada que ver.

Según él, sería muy imprudente devolver el dinero a sus legítimos propietarios porque lo de la amnistía está muy verde y no es cuestión de devolver una pasta que puede volver a ser necesaria en cualquier momento (y los tiempos no acompañan a la hora de poner el cazo, no como hace unos años, que la gente estaba calentita y el sablazo patriótico era mucho más plausible).

Así pues, amigos lazis, gracias por vuestros monises, pero de momento no los vais a recuperar, pues nunca se sabe cuándo habrá que volver a apoquinar.

Según el señor Cruanyes, otro gallo nos cantara si nos las viésemos con un país normal, pero como España no lo es y nunca sabes por dónde te va a salir, de momento (y ad calendas grecas), ya se encarga él de gestionar las contribuciones del pueblo llano al bienestar de sus líderes.

Hace años que el sablazo patriótico está instaurado y aceptado en la Cataluña catalana, pues así lo exige la revolució dels somriures.

Recordemos todos los timos puestos en marcha por Cocomocho para asegurarse una estancia desahogada en Flandes: que si el Consell de la República, que si el carné (físico y virtual, el primero más caro) de ciudadano de la Cataluña independiente, que si tantas acciones monetarias que Toni Comín puso en peligro con su tendencia a sisar para sus gastitos...

Pero me temo que todo eso ya forma parte del pasado, cuando el personal aún no se había dado cuenta de cómo las gastaban sus liberadores.

Intuyo que más de uno habrá preguntado cuándo piensan devolverle el dinero que, lleno de ilusa ilusión, aportó tiempo atrás para ahorrarles la experiencia carcelaria a los líderes del prusés. La independencia no ha llegado y, además, no me devuelven la pasta. Ante este negocio típico de Roberto el de las cabras, más de uno debe andarse tirando de los pelos y preguntándose: ¿qué hay de lo mío?

Pues de lo tuyo, hijo mío, se encarga Pep Cruanyes, que no suelta un euro ni que lo maten. Por no hablar de que nadie sabe muy bien qué se ha hecho con ese dinero, que, según el señor Cruanyes, se reparte como se puede y sirve para tapar agujeros aquí y allá porque, como el Estado español es, además de cruel, imprevisible, pues no hay manera de llevar la contabilidad en condiciones.

Asistimos, pues, al enésimo timo del procesismo. Afortunadamente, no hay que sufrir mucho por las víctimas. ¿Pero a quién se le ocurre darles dinero a los iluminados del 1 de octubre? Si es que parecéis tontos, chavales.