Me acabo de enterar de la última buena obra de Lluís Llach y, como no podía ser de otra manera, corro alborozado a compartirla con ustedes, queridos lectores. Resulta que el sensible ex cantautor y actual líder de masas en busca de la independencia pasó no hace mucho unos días en su querido Senegal, mientras aquí las fuerzas del mal, comandadas por el ladino Josep Costa, seguían haciéndole la cama y amenazando su visionaria dirección de la ANC.
Es obvio que nuestro hombre necesitaba un respiro. Y para ello, ¿qué mejor que visitar ese país en el que siempre ha sido tan feliz y en el que llegó a regalar barcas de pesca a los negritos tras haberlas decorado, eso sí, con una estelada en la quilla (no me lo invento, lo he visto con mis propios ojos)?
En la misma línea bondadosa de las barquitas procesistas, Llach ha tenido otra idea brillante: intentar reproducir en su país de adopción la Nova Cançó Catalana, movimiento del que formó parte allá por el pleistoceno superior. ¿Les huele la cosa a la nostalgia propia de un hombre ya entrado en años que gusta de recordar sus tiempos de gloria? Algo de eso hay, pero en la práctica la cosa consiste en un concurso de canciones escritas en serer, idioma que habla un millón de personas, aunque en Senegal la lengua oficial sea el francés (que es con la que Llach debe verse obligado a platicar con los locales, a no ser que haya aprendido serer, ¡todo es posible en este insumiso de los grandes y opresivos idiomas de este mundo!).
El concurso en cuestión tenía dos premios, y ahí es donde hay que decir que, tal vez, el hombre del gorrito debería haberse estirado un poco más. Vale que el primer premio se llevaba más de un millón de piltrufis (lo siento, pero no recuerdo la moneda del Senegal), pero es que un millón de piltrufis equivalen a 500 euros, conformándose el ganador del segundo con 300 eurillos. Hombre, Lluís, ya sé que los negros son pobres, pero si montas un concurso musical, podrías mostrarte un poco más generoso, que tú has ganado mucha pasta con tus entrañables balidos.
Además de oler a nostalgia, la cosa apesta ligeramente a colonialismo, paternalismo y demás ismos tirando a discutibles. Ya sabemos que Llach es de natural roñica. Recordemos que inscribió su fundación en Madrid porque le salía más barato que hacerlo en Cataluña.
O que se olvidó de pagar las cuotas de la ANC hasta que le apeteció comandarla, lo que lo obligó a ponerse al día con los recibos impagados. Lo del concurso es una nueva muestra de tacañería disfrazada de humanismo. El hombre crea un premio para la canción en serer y se lo quita de encima con 800 pavos, que igual son una fortuna en Senegal, pero según los criterios europeos no deja de ser calderilla: los chavales de Operación Triunfo o de Euforia se lo llevan más crudo.
Espero, por lo menos, que el alma se le haya serenado en Senegal, pues falta le hace. En la ANC le han crecido los enanos (como al beato Junqueras en ERC con la nueva jefa del partido en Barcelona, Creu Camacho) y los disidentes no ven la hora de perderlo de vista.
Él dice que está en contra de la famosa Lista Alternativa para concurrir a las elecciones ante la ineficacia de los partidos procesistas, pero los rebeldes aseguran que también están en contra de la lista de marras, así que la verdad, si no eres lazi, es que aquí no hay quien se aclare (yo apostaría por una lucha de egos entre Llach y Costa, dos fanáticos con su propia agenda).
Felicito desde aquí a los chavales que han pillado los 800 pavos de su benefactor y les aseguro que no todos los catalanes somos tan amarretes como el señor Llach. Y suerte con la defensa del serer, muchachos, que debe ser como el español para los catalanes. Y si os sentís desfallecer, pensad que cuando muere una lengua muere una visión del mundo. Aunque eso seguro que ya os lo ha dicho vuestro amigo Lluís.