Después de ponerse las botas con Mario Vargas Llosa a cuenta de su fallecimiento a los 89 años (ya saben: sí, era un gran escritor, pero también un facha españolista enemigo de la Cataluña catalana), nuestros queridos lazis la han tomado (de nuevo) con Javier Cercas por la conversación entre este y Salvador Illa que se va a sumar a los fastos de mañana, día de Sant Jordi y del libro y la rosa.
Como nos han hecho saber los columnistas de los diarios digitales del ancien regime, el pobre Cercas es absolutamente inadecuado para nuestro 23A por los mismos motivos que el pobre Vargas Llosa no puede ser llorado en su totalidad. O sea, ejercer de español, estar en contra del separatismo y haberse reído del prusés en cuanta ocasión se le ha presentado.
De todos modos, Cercas es aquí despreciado como quintacolumnista del españolismo más lamentable, pero la pieza de caza mayor es el actual presidente de la Generalitat, quien, según el columnismo lazi, no cumple con el eslogan ideado por los suyos: "Un Sant Jordi per a tothom".
Para los pensadores del posprusés (me disculpo por el oxímoron), Illa ha demostrado de nuevo su maldad españolista eligiendo a un escritor de la cáscara amarga, marginando de esta manera a los narradores de la Cataluña catalana.
Si hubiese elegido a un escritor catalán y separatista (ni hablar de Sergi Pàmies o de Lluís Maria Todó), su reacción hubiese sido muy distinta, aunque también cabe la posibilidad de que se hubieran rebotado igualmente al considerar que la decisión de Illa era paternalista, revelaba una actitud de bienqueda y no consistía más que en un lanzamiento de migajas (perdón, engrunes, término que fascina a los indepes).
Tengo la impresión de que el pobre Illa, hiciera lo que hiciera, estaba condenado a sufrir los ataques del lazismo.
Con un caudillo providencial como Carles Puigdemont, capaz de afirmar sin sonrojarse que el perverso Estado español no respeta el espíritu de la Semana Santa al practicar la represión contra el colectivo separatista, es normal que el discurso, por llamarlo de alguna manera, de los miembros de su secta sea el que es.
¿Javier Cercas en un acto de Sant Jordi? Mal. ¿Que Illa lo elija en vez de optar por un buen catalán? Aún peor. A los enemigos de Cataluña ni agua.
Insisten mucho estos columnistas en que Cercas no representa a toda Cataluña. Pero si el elegido hubiese sido uno de los suyos, ¿considerarían entonces que ese sí representa a todo el paisito? Probablemente, ya que esa gente solo le otorga la nacionalidad a quien piensa igual que ellos.
Es como si no se hubieran dado cuenta, o no quisieran reconocer, que aquí ha habido un (discreto) cambio de régimen (tan discreto que los medios de agitación y propaganda siguen en manos de los lazis: ¡esa purga, presidente, que ya tardamos!) y que la decisión de Illa, ciertamente, tiene un contenido político que se adecúa perfectamente con la agenda del actual inquilino de la plaza de Sant Jaume.
Por no hablar de que Cercas es un escritor prestigioso, traducido a muchos idiomas y que vende libros a espuertas, por lo cual está exento de subvenciones y sopas bobas, cosa que no siempre sucede en el hábitat de los que escriben en catalán.
En el fondo, la reacción hostil del lazismo al encuentro Cercas-Illa no es más que otra muestra más del chincha y rabia en el que están instalados nuestros independentistas desde que fueron desalojados (a medias, insisto) del poder.
Así debemos tomárnoslo, creo yo, los hispano-catalanes, mientras recordamos la frase inmortal “Ladran, luego cabalgamos”. Aunque de momento, gracias a la bondad o la excesiva tolerancia de los sociatas con el enemigo, no pasemos del trote cochinero.