Cuando Salvador Illa ganó las últimas elecciones autonómicas, algunos albergamos la (vana) ilusión de que se procediera a una purga en los medios de agitación y propaganda del régimen. Pero esa purga ni está ni se la espera.

Y ahí siguen los enemigos de la concordia y de la pacificación en Cataluña (que sólo ven los socialistas) destilando su veneno antiespañol. Ahí sigue el siniestro Jair Domínguez, que tiene la gracia en el culo, con sus amigos del Puta Espanya, como el cómico rural Peyu (que con la cara ya paga) y su humor pre paleolítico o Juliana Canet, con su belleza gélida y germánica (qué bien le sentaría el uniforme de las SS o el de las juventudes hitlerianas, ¿verdad?) y su irracional odio a España.

Cuando mandaban, los indepes eran implacables con el enemigo. Recordemos el Mes 3/24 de Xavier Graset. Al principio se tomaban la molestia de invitar a algún réprobo constitucional y lo linchaban entre los tertulianos y el moderador. Luego se dieron cuenta de que se estaban pasando de tolerantes y eliminaron la figura de la alimaña españolista, con lo que disponían de todo el programa para competir por ver quién era el más independentista y darse la razón mutuamente.

Yo creo que un cambio de color político en la Generalitat debería haber conducido a una limpia de sujetos tóxicos en la televisión y la radio públicas, pero ésta no se ha producido. Me temo que Illa tiene las manos atadas porque sus enemigos naturales son los que sostienen el Gobierno de su jefe en Madrid, Pedro Sánchez. Entre eso y su innegable bonhomía, nos encontramos con que, pese al cambio de régimen, en la práctica no ha cambiado nada en TV3 y Catalunya Ràdio.

Un programa de esta emisora ha saltado a la palestra en los últimos días por un chisme malintencionado que afectaba al jugador del Barça Ter Stegen. En Que no surti d'aquí (muy alabado en la prensa del antiguo régimen por insertar en la realidad catalana la prensa del corazón) dijeron que el divorcio de Ter Stegen se debía a una infidelidad de la parienta con su entrenador personal, lo cual no era cierto, como se ha encargado de señalar el propio futbolista. La cosa era una gracia sin gracia alguna de la inefable Juliana Canet y sus compañeros de trabajo. El martes no se emitió el programa y su continuidad cuelga de un hilo. Pero da lo mismo, aunque se carguen Que no surti d'aquí, no tardaremos mucho en escuchar a la señorita Canet en otro programa, esparciendo veneno y fake news.

Por no cambiar, Illa no ha cambiado ni a los directores de TV3 y Catalunya Radio, que se siguen comportando como si el prusés estuviera en full swing. Uno no está pidiendo una purga soviética digna de Stalin, pero sí que se ponga un poco de orden en los medios de (presunta) comunicación que pagamos entre todos. Que las tertulias reflejen la pluralidad del paisito y que los odiadores profesionales dejen de escupir su manía al país del que forman parte, mal que les pese.

Especialmente porque, como decía antes, los años del prusés fueron implacables con la disidencia, a la que no se dejó opinar prácticamente nunca y con la que se actuó como si no existiera y la única manera de ser catalán fuese la de los independentistas. El caso de Que no surti d´aquí refleja, además, que los fanáticos tienen una idea muy peculiar del periodismo que les permite mentir para pillar un poco más de audiencia (y el programa, encima, cuesta un ojo de la cara, pues es de producción externa).

Uno sólo pide una pequeña purga. Para que se note que el antiguo régimen ha pasado a la historia. Y para que los medios de la Generalitat adquieran cierta respetabilidad. Me parece que no es pedir tanto, señor Illa.