El pasado sábado, una parada de Aliança Catalana en Les Corts fue asaltada por una pandilla de “antifascistas” (o sea, de nuevos fascistas) comandada por una tal Adriana Llena, conspicua militante de la CUP que ha tenido el cuajo de justificar el ataque (lo vi por la tele, y el que se llevó el súper sopapo parecía ser un señor mayor), y rematar la jugada el domingo con un hallazgo de los de la CUP de Les Corts, que publicaron una foto de hace 30 años en la que se ve al futbolista Eric Cantona arreándole un guantazo a un genuino fascista.
Hasta ahora, los encargados de repartir leña en la CUP eran los miembros de Arran, su frente de juventudes (sobre los que los Mossos d'Esquadra muestran una tolerancia y un desinterés desoladores, por cierto), pero parece que con el partido de Sílvia Orriols han tenido que intervenir los mayores, aunque el hecho de aporrear a un fascista no te convierte precisamente en “antifascista”, sino en un energúmeno igual o peor que el que se ha llevado la bofetada.
Sí, Aliança Catalana es un partido de extrema derecha, aunque tampoco difiere mucho de los postulados de la CUP, partido capaz de compatibilizar el amor por Palestina con el odio a España y quedarse tan tranquilo.
No me parece que la CUP sea el grupúsculo más adecuado para ir por ahí repartiendo carnés de facha y obrando en consecuencia. Y ya sé que el término “cortesía parlamentaria” les es completamente desconocido, pero la violencia contra cualquier partido político, por mucho que nos desagrade el partido en cuestión, no es algo que merezca ningún tipo de aplauso.
Los de Sílvia Orriols estaban en Les Corts intentando hacer proselitismo, así que con no hacerles ni puñetero caso, estabas al cabo de la calle. Que yo sepa, no iban uniformados y con correajes y dando de latigazos a los transeúntes. Sólo daban la chapa con sus cosas, como hacen todos los partidos políticos. ¿Hacía falta emprenderla a sopapos con ellos simplemente por ser de extrema derecha? Si no estaban alterando el orden ni apaleando comunistas, yo diría que no. Pero la CUP cree que sí, aunque su nivel de burricie y simpleza no tiene nada que envidiar al de los fans de la señora Orriols.
Se suponía que habíamos llegado a un pacto tácito (no diré entre caballeros, porque no hay que exagerar) según el cual todos los partidos políticos estaban obligados a denunciar la violencia, cayera sobre quien cayera. Era eso o la selva. Y la CUP acaba de dar un gran paso hacia la selva. Secundada, además, por otros partidos (supuestamente) de izquierdas: ERC no ha dicho ni mu acerca de la agresión de Les Corts, cuando no les costaba nada condenarla (aunque en el fondo se la soplara: aquí de lo que se trata es de mantener una apariencia de ética y urbanidad); los Comunes, ídem de lienzo: silencio total, se ve que apalear a un facha no les produce ni frío ni calor; por parte del PSC, Ferran Pedret ha tenido el detalle de condenar los hechos, pero Salvador Illa no ha abierto la boca.
Aquí los únicos que se han manifestado en contra de la agresión han sido los partidos de la derechona (española y catalana), PP, Vox y Junts (como la CUP, Junts tiene muchos puntos de contacto con Can Orriols, aunque se empeñen en negarlo, y Vox es el facherío español, que tampoco se diferencia tanto del catalán y del universal).
Huelga decir que quien esto firma no siente ninguna simpatía por Aliança Catalana, pero estoy un poco harto de que la utilicen como chivo expiatorio, para hacerse los santitos y los demócratas, otros partidos catalanes cuya visión del mundo también me da bastante asco.
Lo único que pretendo decir con este artículo es que, si empezamos a perder las formas, nuestro hábitat político empeorará aún más, si tal cosa es posible. Celebrar que le han partido la cara a un votante de la competencia, aunque sea un facha del copón bendito, sólo sirve para envenenar aún más el ambiente. Y no me parece que eso sea lo que más falta nos hace en las presentes circunstancias.