Como sabrá cualquiera que tenga la costumbre de leerme, no siento ninguna simpatía por Pedro Sánchez y su Gobierno de sicofantes que le deben el cargo y la vida. Pero a veces hay propuestas de esta, digamos, administración que resultan muy razonables. Como las que contenía el llamado Decreto Ómnibus que no fue aprobado ayer gracias a la actividad conjunta del PP y Junts.
¿Mis favoritas? La subida de las pensiones y del salario mínimo, las ayudas al transporte público y las subvenciones para paliar los funestos efectos de la DANA de Valencia. Hay cosas que son (o parecen) objetivamente buenas, dígalas Pedro Sánchez o su porquero. Y deberían ser asumidas por todo el arco político si nuestros partidos pensaran realmente en lo que le conviene al país y no en lo que les conviene a ellos.
El PP se excusa en la entrega del Cervantes de París al PNV, decisión discutible que tiene más que ver con el trilerismo de Sánchez que con el anhelo de reparar una presunta humillación histórica. Pero yo, llámenme malpensado, creo que la actitud de los de Feijóo se debe más a las ganas de incordiar a su némesis que a contribuir a mejorar la vida de los españoles.
Subida de pensiones y ayudas por la DANA son, en mi modesta opinión, medidas que todo el mundo debería aprobar, aunque vayan metidas en un batiburrillo que tal vez hubiese sido mejor sustituir por la presentación, una a una, de todas las medidas que incluye el Decreto Ómnibus. Pero cargárselo todo obedece, creo yo, a la que es la función en España de la oposición, que no es contribuir a tener un país mejor, sino hacerle la puñeta sistemáticamente a quien ocupa el poder (de la misma manera que éste hace lo mismo con la oposición, a la que recurre siempre después de alguna trapisonda para recordarnos que nos toca elegir entre él y el fascismo).
Aceptando pulpo como animal de compañía, puedo entender la actitud del PP ante el Decreto Ómnibus. Y también entiendo, pese a resultar miserable, la de Junts, cuya siempre enfadada portavoz, Míriam Nogueras, ha dicho que “Lo que hoy tumbamos es su mentira, su chantaje y su piratería”.
Cierto es que Sánchez se ha toreado a los de Puchi de manera ejemplar desde hace tiempo, pero eso no quita que Junts sea un socio de gobierno del PSOE. Y se supone que los socios de gobierno están para echarle una mano a ese Gobierno, no para hacerle la pascua cíclicamente.
Por otra parte, la mentira, el chantaje y la piratería son las armas habituales de Cocomocho, otro que, como los de Feijóo, insiste en no mostrar sus auténticas intenciones. Las del PP, como ya he dicho, consisten en oponerse por sistema a todo lo que proponga el Gobierno. Las de Puchi, aunque hable del catalán en Europa, de la transferencia completa de los asuntos de inmigración y de otros temas, según él, fundamentales para Cataluña, se reducen a que se le aplique la amnistía que le prometió el presidente del Gobierno, promesa que no es que no quiera cumplir (ése hace lo que haga falta para conservar el poder, hasta regalarle la plaza de toros de Las Ventas al PNV, si es necesario), sino que no puede porque en España aún hay separación de poderes y los jueces no tragan con la malversación de Puchi cuando su célebre sainete patriótico del 17.
Carles Puigdemont sólo piensa en sí mismo. Se la soplan las pensiones de los catalanes y las subvenciones por la DANA de Valencia. Hasta que no le arreglen lo suyo, no se podrá contar con él para nada. O para unas cosas sí y otras no. No le arriendo la ganancia a Sánchez con semejante socio de gobierno, pues nunca sabe por donde le va a salir o qué le va a exigir (recordemos la insistencia del aprendiz de presidiario en reunirse con el presidente del Gobierno, como si fuese una persona normal y no un delincuente en busca y captura).
Evidentemente, no siento la menor compasión por Sánchez. Él sabía perfectamente dónde se metía cuando convirtió a un enemigo del Estado en un interlocutor válido. Ninguno de los dos puede esperar nada parecido a la lealtad. Se merecen mutuamente. Y seguirán con sus jueguecitos mientras puedan. Aquí los que pringan son los jubilados y los afectados por la DANA de Valencia, que les importan un rábano a ambos. Sánchez sólo quiere eternizarse en el cargo gracias a los siete votos de Junts, y para eso promete cualquier cosa para salir del paso y luego ya veremos qué hacemos. Puigdemont sólo quiere su amnistía para volver a Cataluña y tratar de desalojar a Illa de la Generalitat.
Todo lo demás es palabrería, falsa preocupación por el pueblo (sea español o catalán) y, en definitiva, tretas, trampas y chalaneo típicos de una pareja de mezquinos egoístas. O sea, como ha dicho acertadamente Nogueras, mentiras, chantaje y piratería.