Dado el ridículo que hacemos cada año los catalanes en el informe PISA, donde nuestros alumnos suelen ocupar los últimos puestos del ranking europeo y del español, destacando por sus problemas de comprensión lectora y sus dificultades para manejarse con las matemáticas, el presidente Illa ha firmado un acuerdo con el director de la OCDE (Organización para la Colaboración y el Desarrollo Económico), Andreas Schleicher, lo cual ha motivado que el sindicato Ustec, en representación de la comunidad educativa, se coja un rebote del quince y acuse a nuestras autoridades de pasar de ellos como de la peste.

Aquí cada uno tiene su propia teoría al respecto. Según el Gobierno catalán, se trata de “identificar medidas destinadas a mejorar el rendimiento del alumnado en competencias básicas y así poder revertir los resultados educativos en Cataluña (en los que se ha constatado una caída generalizada del nivel, especialmente en comprensión lectora y matemáticas)”.

Como las pruebas PISA dependen de la OCDE, es evidente que Illa, a riesgo de quedar mal con nuestro profesorado (como así ha sido), ha recurrido directamente a la superioridad para intentar poner coto al aparente zoquetismo del que dan muestras nuestros chavales año tras año.

Algo que sin duda encocora a cualquier gobernante: tener, con perdón, a los alumnos más zotes de toda España y toda Europa es, claramente, un desdoro para cualquier mandamás autonómico, sobre todo si está pidiendo un régimen financiero especial.

Según la comunidad educativa (a través del sindicato Ustec), que el presidente catalán, aparentemente, pase de ellos y hable directamente con una instancia superior es una falta de respeto y de consideración, aunque también es verdad que Illa puede argüir que para qué va a hablar con los profesores cuyos alumnos hacen el ridículo en las pruebas PISA año tras año.

Desde su punto de vista, que más práctico no puede ser, de lo que se trata es de hablar con los responsables del caso PISA e intentar averiguar qué es lo que hay que hacer para que Cataluña deje de salir cada año en los periódicos retratada con unas conspicuas orejas de burro.

Atención: aquí nadie está diciendo que nuestros profesores sean unos ineptos, pero sí que parecen necesitar ayuda de cara a las malditas pruebas PISA. ¿Y quién mejor para pedirle ayuda que al caballero que dirige y preside el departamento de educación de la OCDE?

Creo que la indignación de Ustec está ligeramente fuera de lugar, sobre todo si utiliza argumentos tan kumbayás como el de que la maniobra de Illa “nos acerca a un modelo neoliberal que fomenta la competitividad”.

No sé ustedes, pero yo, cada vez que oigo a alguien despotricar contra la competitividad, me echo a temblar. Más que nada porque la competitividad siempre ha estado presente en la educación y no me parece un mal ingrediente a la hora de preparar a nuestros chavales para la vida adulta.

Así se asumía generalmente, y no de una manera enfermiza destinada a fabricar masters of the universe a lo Tom Wolfe, hasta que empezó a correr la voz de que al colegio no se iba a estudiar (que también, por lo menos un poco), sino a socializar, a hacer amigos y, en definitiva, a ser feliz.

Y sí, por lo que creo recordar, en el colegio se podía socializar, hacer amigos y (a ratitos, escasos) ser feliz, pero tales alegrías no constituían el elemento fundamental de la enseñanza.

Tengo la impresión de que Ustec ha sufrido un ataque de cuernos ante la actitud de Illa, modelo tirar pel dret. Pero encuentro a faltar un poco de autocrítica a la hora de contemplar qué parte de nuestro fracaso escolar en las PISA es achacable a parte de ese profesorado que ahora se rasga las vestiduras.

En cualquier caso, estamos ante una situación que nos obliga a reunir toda la ayuda posible. Es perfectamente compatible que Illa (y la consejera de educación, Esther Niubó) hablen con Ustec y con la OCDE. Una cosa no quita la otra.

Alabo la autoestima de esos profesores que no creen necesitar ayuda, pero si queremos dejar de hacer el ridículo cada año en las PISA, no me parece que esté de más que nuestro presidente local tienda puentes con quienes las organizan.

La coyuntura es más de arrimar todos el hombro que de rebotarse porque se considera que se pierden competencias, digo yo.