Tiene que ser muy triste y muy malo para la autoestima pasar de ser el principal enemigo del Estado a una especie de pelmazo patético al que nadie toma muy en serio, ni siquiera sus supuestos partidarios, algunos de los cuales no ven la hora de quitárselo de encima (colectivo conocido como los pragmáticos de Junts). Pintan bastos para Carles Puigdemont tras las últimas elecciones autonómicas (que no plebiscitarias), que no le han sentado nada bien.

No es que las cosas le salieran tan mal como a su némesis, el beato Junqueras, pues se quedó a siete escaños de los sociatas, pero el anhelado regreso a la patria en loor de multitudes mucho me temo que se lo va a tener que pintar al óleo. No sé quién le come la cabeza (o el mocho) con lo de que aún tiene posibilidades de volver a ocupar la presidencia de la Generalitat (se habla de un grupito de pelotas y aduladores que lo tienen viviendo en una fantasía; yo diría que el inefable Jami Matamala es uno de ellos), pero lo cierto es que el hombre se está poniendo muy pesadito al respecto. ¿No dijo que si no ganaba se retiraba de la política activa? ¿Pues a qué espera para cumplir su palabra? Aunque, si tenemos en cuenta que no la ha cumplido jamás -como cada vez que anunciaba su esperado regreso al terruño y nunca se movía de Flandes-, ¿por qué habría de hacerlo ahora?

En cualquier caso, en vez de hacer mutis por el foro y optar por el encierro y la meditación en Amer o Soto del Real, Cocomocho no para de darnos la chapa con sus ocurrencias. Que si va a hacer las paces con ERC (a los que dejó colgando de la brocha en el gobiernillo catalán). Que si se han contado mal los votos catalanes en el extranjero y se han quedado fuera los de sus fieles. Que, si el PSC se abstiene, él puede ganar en segunda votación (y si no, que se prepare Sánchez, pues le va a hundir el gobierno y lo va a obligar a convocar unas elecciones que probablemente ganará la derechona). Todo quimeras y fabulaciones:

En ERC no lo pueden ni ver, y el beato Junqueras aún no le ha perdonado los cuatro años de trullo que se chupó mientras él se rascaba los huevos en Flandes (aunque la cárcel tampoco le sentó tan mal: salió más gordo y lustroso de lo que entró). Los republicanos protagonizan una cascada de dimisiones mientras Puchi se agarra a una silla invisible. ¿Se han hundido de mala manera y el fugitivo pretende que se solidaricen con él? ¿Realmente cree que es posible hacer las paces con ERC y que lo ayuden a recuperar la presidencia?

¿Abstención del PSC? ¡Por encima del cadáver de Salvador Illa! Con lo que les ha costado a los sociatas llegar hasta aquí, ¿se van a hacer a un lado para que Don Legítimo vuelva a hacer de las suyas? Y anda que lo de amenazar a Sánchez con dejarlo caer…Pero, Puchi, hijo mío, si tu amnistía pende de un hilo y solo te la puede otorgar ese hombre profundamente enamorado de su esposa. Tú déjalo caer, espera a que mande el PP y ya verás a donde va a parar tu amnistía (que ya tiene bastantes problemas con la oposición de la judicatura y de más de la mitad de los españoles).

Como ha insinuado el pulcro señor Illa, Puigdemont ha perdido el contacto con el principio de realidad y se niega a reconocer que Cataluña ha cambiado durante los siete años que lleva esquivando a la justicia y no es la misma que abandonó de manera infamante en 2017, tras convocar a sus secuaces a una cita a la que no pensaba acudir.

Cada vez que veo a Puchi por la tele me viene a la cabeza una vieja canción de los Stones, Out of time. Aunque dirigida a una ex novia, resulta perfectamente aplicable a nuestro hombre: You don't know what's going on/ You've been away for much too long (No te enteras de lo que pasa/ Llevas demasiado tiempo fuera). Conclusión: Baby, baby, baby, you're out of time (Nena, nena, nena, se te acabó el tiempo). Al elegir la opción O César o nada, el pobre Puchi se ha quedado sin nada a lo que agarrarse. De momento, adiós, euro escaño. Y dentro de poco, adiós al Casoplón de la República (que no existe, idiota), adiós a la jefatura de Junts (tras el triunfo de los Pragmáticos y el regreso conceptual al pujolismo: más cornadas da el hambre) y adiós al sueño de convertirse en el primer presidente de una Cataluña independiente.

Me temo que Carles Puigdemont pasará a la historia (si lo consigue) como un metepatas más en la línea de Lluís Companys o el coronel Macià, como uno de esos políticos catalanes que cada equis años tropiezan con la misma piedra y generan una catástrofe que puede oscilar entre la guerra civil y la ruina física y moral. Así pues, como no podemos deshacernos de todos los fanáticos cizañeros que nos rodean, librémonos al menos del más conspicuo: por lo que más quieras, Puchi, ¡derrótate ya!