La CUP nunca defrauda y sus propuestas son siempre lo más plus, aunque no falte quien califica sus iniciativas como genuinas ideas de bombero. Ahora, con la campaña electoral catalana en marcha, las chicas de la CUP (colectivo en el que incluyo también a los chicos, que suelen usar el plural nosotras) han decidido dar un paso al frente en la radicalidad de sus planteamientos, situando como número tres de su candidatura por Tarragona a una tal Ortésia Cabrera (Amposta, 1989), militante trans de la última hornada que hasta el año 2023 no descubrió que había nacido en un cuerpo equivocado y atendía por Oriol. La primera imagen que vimos de Ortésia no podía dejar indiferente a nadie: en ella se veía a un hombre disfrazado de mujer que ni se había tomado la molestia de afeitarse los pelos del pecho, lo cual, unido a un físico tirando a rústico, te daba la impresión de que estabas ante una noticia de El Mundo Today.
Hay que reconocer que Ortésia tiene una larga carrera en el mundo independentista. Ha sido miembro de asociaciones tan relevantes como Maulets, Jóvens de les terres de l´Ebre o el Sindicat d'Estudiants dels Paisos Catalans, y ha organizado las fiestas alternativas de su localidad natal. ¿Profesión? Polifacética: artista, escritora, comisaria de exposiciones, militante trans y periodista discontinua en el digital La Directa, un diario que convierte Vilaweb en The New York Times. Por si todo esto fuera poco, resulta que Ortésia se define como rural, neurodivergente (eso puede ir de un discreto TDAH a que la galleta te funcione como buenamente pueda), discapacitada (aunque no se especifique en qué consiste exactamente su discapacidad) y víctima de abusos en la infancia. Con vistas a alcanzar la perfección, podría haber añadido también que es negra, judía y satanista: si cuelan la neurodivergencia y la discapacidad, ¿por qué no iba a colar cualquier otra cosa? De sus propuestas políticas no sabemos nada, probablemente porque tampoco va a tener la oportunidad de ponerlas en práctica, pues va de número tres de una candidatura que en las elecciones anteriores solo consiguió hacerse con un escaño en el Parlament. Da la impresión de que, para la CUP, una cosa es dejarnos a todos con el culo torcío, como diría Joaquín Reyes, y otra, convertir en político activo a un esperpento que supera hasta al autobusero Garganté, del que, por cierto, no hemos vuelto a saber nada desde que pilló un cargo en TMB y empezó a cobrar un sueldo decente.
La jugada no ha salido del todo bien. Hay militantes que lamentan la presencia en las listas de la CUP de un trans tan poco convincente, de alguien que, según los quejosos, usurpa el lugar de una mujer de las de verdad (un argumento que, según como se mire, puede parecer muy razonable o, por el contrario, una actitud tránsfoba y tirando a TERF). Uno de esos militantes, también trans, sostiene que Ortésia podría haber tenido el detalle de afeitarse la pelambrera del pecho, como ha hecho elle, pues lo suyo, viene a decir, constituye un desdoro para el colectivo. Ciertamente, Ortésia no se dobla a la hora de convencernos de que es una mujer trans. Nada que ver con Elizabeth Duval, la elegida por Yolanda Díaz para ocuparse de los asuntos de las mujeres, que da bastante el pego hasta que abre la boca y le sale una voz de cazalla considerable. Lo que parece haber sublevado al sector trans de la CUP es que la buena de Ortésia no se esfuerce lo más mínimo en parecer una mujer, potenciando de este modo el pitorreo de homófobos, tránsfobos y escépticos en general como quien esto firma.
Si se trataba de dar la nota, la CUP lo ha vuelto a lograr. Pero me temo que ni las mandamases de la pandilla confían mucho en Ortésia y puede que la estén utilizando para hacerse las guays sin temor a que les salga el tiro por la culata, ya que igual ni siquiera consiguen tener representación en Tarragona. Si estoy en lo cierto, chicas, ¿os parece bonito jugar con las ilusiones de una militante trans, rural, neurodivergente, víctima de abusos infantiles, negra, judía, satanista y alérgica a la depilación?