Carles Puigdemont ha llegado al final del camino y parece empezar a darse cuenta. Como ustedes ya saben, el hombre ha dicho que, si no recupera la presidencia de la Generalitat, se retira de la política (dando por hecho que va a disfrutar de la anunciada amnistía y no de una estancia en un centro penitenciario español, tras el correspondiente juicio por el que debería haber pasado hace siete años junto al beato Junqueras y demás compañeros mártires).
Parece que echa de menos su Girona aimada y los xuxos de la pastelería familiar, lo cual, reconozcámoslo, tiene un punto entrañable. ¿Pero alguien imagina a qué se puede dedicar Puchi fuera de la política? Se supone que es periodista, pero toda su, digamos, carrera profesional se desarrolló en medios del régimen, y desde que está en Flandes, los libros se los escribe su fiel Xevi Xirgo. Siempre puede seguir el ejemplo de Pablo Iglesias y montar una taberna, pero eso me parece poco para alguien que, en la distancia de la Cataluña real, se autoconvenció de su condición de libertador de la patria y caudillo providencial.
En el caso, improbable, de que gane las elecciones del 12 de mayo y vuelva a ejercer de mandamás de la gestoría catalana, ¿qué puede hacer, aparte de conformarse con gestionar una comunidad autónoma? Si la vuelve a liar, tendrá que volver a meterse en el maletero de un coche y salir pitando (y puede que en Bélgica lo reciban con la deprimente frase, “Hombre, Puchi, ¿otra vez por aquí?”). Cuando te has creído el líder carismático que llevará a su paisito a la independencia, no es fácil conformarse con el cargo de presidente autonómico, atrapado, en este caso, entre la amenazante tutela del Gobierno español de turno y los improperios de tus hooligans, que se ciscan en tus muelas porque no mueves un dedo en pro de la independencia.
¿Y si no ganas las elecciones, como parece lo más probable? Puchi ya ha dicho que, en ese caso, se va a su casa y no se queda formando parte de la leal oposición (suponiendo que realmente aparezca por Barcelona concluidos los comicios, que es mucho suponer, teniendo en cuenta las veces que este hombre ha anunciado una llegada que nunca se ha producido). ¿Podemos creerle? Hasta cierto punto. A nuestro hombre, caso de no recuperar su supuesta legitimidad y de que al final me lo amnistíen, siempre le queda la posibilidad de hacer la puñeta al por mayor, algo para lo que está excepcionalmente dotado, y plantear las cosas en la línea del titular de esta columna: o yo o el caos (que también soy yo).
Si Salvador Illa gana las elecciones, más le vale hacerlo de una manera holgada, pues tanto Junts como ERC ya le han informado de que no piensan apoyarle (lo de Junts me lo creo, lo de ERC no tanto). Puchi también debe ganar por goleada, pues no puede esperar nada de los de ERC, aunque se suponga que aspiran a lo mismo que él. Si necesita el apoyo del PSC (más que dudoso), Cocomocho la emprenderá con el Gobierno de Pedro Sánchez, retirándole todas sus ayuditas de bien pagada y mejor amnistiada y obligándole a convocar elecciones se ponga como se ponga. Unas elecciones que, si hemos de hacer caso a las encuestas, las ganará el PP, que, aunque solo sea por marcar paquete, le hará la vida imposible a Puchi, algo en lo que este no repara porque vive al día y solo piensa en él y el que venga atrás, que arree.
Aunque diga que se retira si no gana, yo a Cocomocho lo veo más de morir matando y llevarse por delante al Gobierno más progresista de la historia (y a ERC de propina, si puede ser). Y es comprensible. Se ha tirado siete años en Flandes preparando un regreso triunfal que puede no serlo tanto: según cómo se ponga, o se retira o lo retiran sus secuaces de Junts, que para algo son convergentes de toda la vida y saben, como dijo Andreotti, que el poder desgasta mucho a los que no lo tienen.
Conclusión: no le veo un futuro muy brillante al pobre Cocomocho. Ha llegado al final de la escapada y todas sus opciones a partir de ahora dejan mucho que desear para alguien que se cree soñado. ¿Ser un presidente autonómico? Bah, una birria para mindundis que, además, no resulta muy verosímil. ¿Llevarse por delante a Pedro Sánchez para que Núñez Feijóo la tome con él, revoque la amnistía y lo envíe al trullo? Una alternativa imbécil, pero muy propia de alguien que se parece bastante al escorpión de la fábula. ¿Abandonar la política? Pero si es el único hábitat posible para un liante de sus características…
Puchi se ha tirado siete años de farra, pero la fiesta, con amnistía o sin ella, llega a su fin. Así que, como decía Jim Morrison, When the music's over, turn off the lights (Cuando acabe la música, apaga la luz), versión pop de la conocida expresión española Apaga y vámonos.