Lo primero que ha hecho Carles Puigdemont tras anunciar su candidatura a las próximas elecciones autonómicas catalanas es pedir dinero, cosa que no ha cogido por sorpresa a nadie, ya que nuestro hombre lleva poniendo el cazo (o pasando la barretina, si lo prefieren) desde que se dio el piro a Flandes tras convocar a sus principales secuaces a una reunión a la que no pensaba presentarse.
Con esa curiosidad que nos distingue a los periodistas, he entrado en su flamante página web (fascinante propuesta en la que se pueden leer sus aportaciones a X e Instagram), y he visto que Puchi ha elegido cuatro maneras de colaborar con él en su asalto a la Generalitat (dos de ellas, de pago). Puedes hacerlo como aspirante a apoderado o a interventor, como voluntario, como donante o concediéndole un microcrédito.
Las dos primeras opciones son gratis total, pero en las otras dos hay que retratarse en taquilla. El donante puede convertirse en tal a partir de diez euros mensuales. El rumboso del microcrédito tiene que aportar un mínimo de 1.500 euros, pero, eso sí, se le ofrece la posibilidad de que se le devuelvan los monises con o sin intereses (aunque no se dice cuándo). También se le da la oportunidad de convertir el microcrédito en un donativo, con lo que ya puede despedirse de los 1.500 pavos a mayor gloria de Cataluña y su presidente legítimo.
He perdido ya la cuenta de las iniciativas que ha puesto en marcha Cocomocho para financiarse la vida padre que se pega en Flandes, pero son unas cuantas. Mi favorita sigue siendo el fantasmal Consell de la República que se sacó de debajo de la fregona que lleva siempre en la cabeza y con el que pretendía, a lo Roberto Carlos, hacerse con un millón de amigos y así más fuerte poder incordiar.
Por diez euritos de nada podías darte de alta en el Consejo de la República que no existe, idiota, y contribuir a que tu ídolo se hiciese con diez millones de euros que le habrían venido muy bien. Lamentablemente, el pobre Puchi no logró reunir ni 100.000 patriotas dispuestos a desprenderse de diez de sus mejores euros y tuvo que seguir a dieta de Moules et frites, dejando el champagne y el foie gras para más adelante.
Era evidente que hasta sus más devotos admiradores empezaban a considerarlo un cantamañanas, impresión que se fue agudizando cada vez que prometía un regreso a Cataluña que nunca llegaba a materializarse, lo cual no le impidió alumbrar otras iniciativas lucrativas que tampoco fueron muy allá: recordemos la tarjeta que te identificaba como ciudadano de la república catalana y que tenía dos precios, dependiendo de si te conformabas con un carné digital o si preferías uno en formato físico. Si no recuerdo mal, este timo funcionó aún peor que el del Consell de la República.
Pasado un tiempo prudencial, y aprovechando que se acercan elecciones, nuestro héroe se ha inventado los donativos y los microcréditos, ya que aquí de lo que se trata es de seguir sangrando al independentista medio hasta dejarlo seco. Es pronto para saber qué tal ha funcionado el tocomocho de turno, pero algo me dice que no va a ser un éxito.
Sí, ya sé que Puchi ha prometido volver a su querida Cataluña si gana las elecciones (y si la amnistía llega a buen puerto, cosa que está por ver), pero como ya estamos ante la cuarta o quinta vez que promete tal cosa (y no la cumple), hay que tener una fe rayana en la idiocia para soltarle ni un euro a semejante cantamañanas.
¿Volver, volver, lo que se dice volver? Yo diría que hasta que no quede ni una posibilidad de que lo enchironen, ese no se mueve del Casoplón de la República. Aunque la situación se le puede complicar si no recupera el cargo (cosa bastante improbable) y se queda sin ser europarlamentario, que era un paraguas muy acogedor para evitar ser devuelto a España.
Por otra parte, nuestro hombre va perdiendo a diario el glamur de antaño y ya es objeto de chufla hasta en los digitales del régimen, donde por fin parecen haberse percatado de que es un charlatán, un trilero y un gallina (hasta Quim Torra lo pone de vuelta y media por haber apoyado a Pedro Sánchez) que lleva años poniendo el cazo no se sabe muy bien para qué, ya que ni vuelve ni declara la independencia ni es capaz de dejarse detener por la policía española para provocarle un problema internacional al Estado.
Me temo que el lazismo empieza a preguntarse para qué sirve Carles Puigdemont, aparte de para hacerle la puñeta al beato Junqueras en particular y a ERC en general. Y en el caso, altamente improbable, de que recuperara su cargo en la Generalitat, ¿qué podría hacer? Todo lo que no sea ejercer de presidente de una autonomía acabaría con otro 155 y una nueva fuga, si le da tiempo esta vez.
Hacer creer a los fans que te quedan que vuelves para completar el proceso de independencia (ya se sabe que Cataluña es independiente y que solo queda el pequeño fleco de implementar la independencia) revela una jeta portentosa, pero ya se sabe que, como dice el refrán, qui dia passa, any empeny. Así que vamos a seguir con los timos mientras podamos. Tras el Consell de la Repúbica y el DNI catalán (virtual o físico), llegan los donativos y los microcréditos. Como decían los mendigos del metro, "es muy triste tener que pedir, pero peor es tener que robar".