Como era de prever, Junts y ERC causarán baja el próximo día 31 en el Congreso para la jura de la Constitución por parte de la princesa Leonor, heredera al trono de España. Para no ser menos, Bildu y el BNG harán lo propio, pues la actitud de todo nacionalista que se precie hacia la patria común (a su pesar) se resume en el célebre concepto La puntita nada más. Es decir, que ellos están como una gran parte de los ingleses antes del Brexit con relación a Europa: con un pie dentro (mal que les pese) y otro fuera (pero no lo suficientemente afuera como para hacerse daño y correr riesgos innecesarios). A falta del puñetazo en la mesa, la declaración de independencia por las bravas y salga el sol por Antequera, los nacionalistas han encontrado en la grosería permanente en su trato con los altos cargos del Estado una manera de ir tirando y de intentar mantener lo que ellos creen que es la dignidad nacional.

Los nacionalistas no comen de menú, siempre lo hacen a la carta: esto me gusta, esto no, esto habrá que hablarlo, qué hay de lo mío y así sucesivamente. Por eso no irán a ver la puesta de largo política de la princesa Leonor. Y por eso se escaquean del desfile del 12 de octubre. Por eso reciben a regañadientes a los representantes del Estado cuando se presentan en Barcelona o en Bilbao (o les dan plantón, brillando especialmente en este caso los separatistas catalanes, que siempre se saltan lo de dar la bienvenida al Rey, pero luego comparten mesa y mantel con él porque un buen papeo no le sienta mal a nadie).

Como siempre he creído que en esta vida hay que estar a las duras y a las maduras (o a las duras y a las más duras), yo diría que deberíamos encontrar alguna manera de obligar a nuestros queridos separatistas a chuparse todos los paripés constitucionales habidos y por haber, incluidos los más aburridos e irrelevantes. Que aprendan de Mariano Rajoy, que se tragaba cada año el desfile de la fiesta nacional, aunque, según a él mismo se le escapó, le parecía “un coñazo”. Se olvidan los políticos nacionalistas de que están donde están gracias al sistema político español, que, además, les ayuda a parecer más relevantes de lo que son (coyuntura que se ha enriquecido exponencialmente ahora que Pedro Sánchez los necesita para seguir enganchado al sillón con Súper Glue), pues la absurda ley electoral que padecemos les resulta de lo más conveniente.

¿El desfile del 12 de octubre? Ahí los quiero ver a todos, encandilados a ser posible con la cabra de la Legión. ¿La jura constitucional de la princesa Leonor? Ya tardáis en decidiros a asistir. Aunque, claro, eso sería reconocer que no hay más cera que la que arde y que no hay narices para optar por medidas realmente radicales (el último en intentarlo fue el ínclito Cocomocho, y ahí lo tenemos, intentando arrancarle a Sánchez el reconocimiento de “minoría nacional” para los habitantes de la Cataluña catalana). Y hasta ahí podríamos llegar. Por eso todo lo suyo se reduce a una sobreactuación permanente de cara a la galería (cada día más vacía, por cierto). Sobreactuación que se manifiesta en todo tipo de subterfugios para aparentar que no forman parte de lo que, aunque no les guste, forman parte (resultan hasta hilarantes esos juramentos oficiales en los que se recurre a todo tipo de declaraciones alternativas: un día de estos, alguien prometerá el cargo por Snoopy).

Aunque estén a matar por el usufructo del colectivo indepe, ERC y Junts se han puesto de acuerdo para darle plantón a la princesa Leonor. Y es que ellos no son españoles, pero tampoco dejan de serlo del todo: de ahí sus caprichitos cuando se les muestra el menú constitucional. Se trata de quedar como gañanes, pero pareciendo que se corre un gran riesgo patriótico: no es descartable que se hayan enterado de qué van a ser las croquetas posteriores a la jura y que no sean de sus favoritas. En su relación con España, ERC y Junts son como el gato de Schrödinger: están y no están a la vez. Por eso confunden voluntariamente el hecho diferencial con la mala educación.

A no ser que el hecho diferencial consista precisamente en la mala educación, lo que también podría ser.