Carles Puigdemont ha hecho cambios en su gobiernillo fake de Waterloo que han pasado bastante inadvertidos (salvo en TV3 y en los diarios subvencionados por el régimen, claro). Yo mismo, no sé muy bien quién ha sido cesado y quién ha sido ungido por el Hombre del Maletero (aunque me suena que le ha caído algo a Aurora Madaula, robusta muchacha de aspecto inequívocamente rural, gran amiga de Laura Borràs y exnovia de ese pensador lazi, si me permiten el oxímoron, comparable a lo que dijo Baroja sobre el diario El pensamiento navarro –“O pensamiento o navarro”—, que atiende por Agustí Colomines y tiene la nación sin estado en la cabeza, como demuestra semanalmente en sus arengas de El Nacional). De hecho, saber quién ha salido de la administración Puigdemont y quien ha accedido a ella resulta tan irrelevante como el propio Consell de la República, pues nadie sabe muy bien qué función cumple semejante engendro. En ese sentido, es muy gracioso ver las fotos de las reuniones del Consell porque en ellas aparece una serie de gente que nadie sabe muy bien qué hacen. Probablemente, nada que no sea aliviar el aburrimiento que debe experimentar a diario el Hombre del Maletero.
Lo de que se aburre no me lo invento. Me contó un amigo que, en cierta ocasión, unos conocidos suyos pasaron ante la Casa de la República y se pararon para hacerse unas fotos delante de tan noble edificio con la no menos noble intención de echarse unas risas a costa de su inquilino. Mientras estaban haciendo el ganso en la entrada, apareció un segurata que, en vez de afearles la conducta, los confundió con admiradores de Puigdemont y los invitó a pasar a conocerlo. Puestos a ampliar el bromazo, ellos aceptaron la invitación a café de Puchi y le escucharon pacientemente mientras les hablaba de sus cosas (pugnando por impedir que se les escapara la risa). En cuanto pudieron, salieron pitando de allí para poder dar rienda suelta a su hilaridad tranquilamente en el interior de su vehículo.
De la misma manera que el matrimonio homosexual es una parodia involuntaria del heterosexual (que ya tiene su punto grotesco, a no ser que hagas como yo y te cases en Las Vegas), el gobiernillo fake de Puigdemont es una parodia del gobiernillo más o menos real de la Generalitat, que, en la práctica, no deja de ser una gestoría con pretensiones en la que, lamentablemente, dichas pretensiones ocupan más tiempo del necesario en la actividad laboral de los gestores, que se encuentran más cómodos gestionando los símbolos que la realidad. En Cataluña, a diferencia de otros países, tenemos dos gobiernos, aunque ninguno de ellos sirva para gran cosa: la parodia y la parodia de la parodia. Si la parodia de la parodia practica ceses y nombramientos que carecen de la menor relevancia, la parodia se centra en abrir embajadas absurdas, despedir a enfermeras que no hablan catalán, subvencionar a los que vigilan a los niños en el patio del colegio para ver si se expresan en la lengua adecuada y cosas por el estilo. Solucionar problemas candentes no parece formar parte de sus atribuciones. Lo estamos viendo ahora mismo con el problema de la sequía (la más dura de los últimos cincuenta años), para la que no había nada previsto, pues parece que no es un tema que corra tanta prisa como las investigaciones rigurosas del Institut Nova Història. De hecho, tras una reunión con parte de la oposición para abordar el tema, el gobiernillo no ha acordado nada, intenta cargarles el muerto a los ayuntamientos y le dice al PSC que, si eso, ya volverán a hablar del asunto dentro de un par de meses, que igual el problema se ha resuelto solo para entonces (el sistema Rajoy se ha impuesto en nuestra Administración regional).
Nuestro Gobierno autónomo, nuestra gestoría, domina lo simbólico, pero se pierde con lo real. Lo suyo es darle plantón al Rey cuando viene a Barcelona o enviar a un solo mosso d´esquadra a recibir al presidente Sánchez, para que se note que lo hacen a regañadientes. Ahora, además de embajadores (falsos), tendremos también enviados especiales (no menos falsos). Y, mientras tanto, llamamos estructuras de estado a cualquier cosa o enviamos minisatélites al espacio sobre los que se nos facilitan unas informaciones no muy convincentes. La realidad, a todo esto, puede esperar. De la sequía ya hablaremos en junio y, mientras tanto, confiemos en que las procesiones para rogar que llueva alcancen sus objetivos. Algo no descartable si tenemos en cuenta que Jesús de Nazaret nació realmente en Picamoixons, como demostrarán cualquiera de estos días Bilbeny y Cucurull.