Como el himno español carece de letra --pese a los esfuerzos de José María Pemán, Joaquín Sabina o Marta Sánchez--, en situaciones solemnes basta con ponerse de pie, adoptar un semblante severo y, si te gusta sobreactuar, hacer como que te emocionas al oírlo. La falta de letra no me parece mal, pues no hay más que ver los textos de casi todos los himnos nacionales de este mundo para comprobar que se trata de una colección de chorradas prepotentes y a menudo ofensivas para los que no han tenido la suerte de nacer en el país de turno: que si "Alemania sobre todas las naciones del mundo", que si "Britania controla las olas", que si "la tierra de los libres y el hogar de los valientes" en el caso de Estados Unidos... Poesía barata y cutre de la peor especie. Como la de la letra de Els segadors, que además contiene varios conceptos ofensivos para el vecino. Se podría haber optado por El cant de la senyera, que es una canción tan mala como Els segadors, pero que no ofende a nadie. Por eso no se eligió. De la misma manera que el 11 de Septiembre se impuso a Sant Jordi como fiesta nacional de Cataluña. En ambos casos se trataba de ofender a los españoles sin que se notara en exceso.
Hasta hace poco, no hacía falta cantar Els segadors en el Parlamento catalán. Bastaba con que te pusieras de pie y compusieras un semblante serio. Pero los guardianes de las esencias nunca se dan por satisfechos y ahora han iniciado una campaña de acoso a los que no cantan, que suelen ser esos botiflers de Ciutadans, el PP y el PSC. Si el himno español tuviese letra y los diputados nacionalistas no lo cantaran, sería un claro caso de libertad de expresión. Y si a alguien se le ocurriera conminarles a cantar, lo acusarían de intolerante y fascista. Pero ya se sabe que nuestros soberanistas tienen un criterio muy peculiar a la hora de medir las ofensas: si se abuchea el himno español, es libertad de expresión; si se abuchea Els segadors, es catalanofobia y franquismo. Bueno, no hace falta recurrir al abucheo: basta con no cantarlo para que la tomen contigo.
Desde su refugio belga, el exconseller Puig i Gordi ha lanzado una fatua contra los que no cantan, algo que, según él, debería ser obligatorio. Inés Arrimadas, cada vez que va a un programa de TV3 o de alguna radio del régimen, se topa con algún periodista que la conmina a cantar el himno (Jaume Barberà se mostró particularmente insistente al respecto). A este paso, con la colaboración de la ecuánime escuela catalana, los niños van a tener que iniciar la jornada docente cantando Els segadors, como los que iban al cine en la España de los años cuarenta y, antes de la proyección, tenían que cantar el Cara al sol mientras saludaban a la pantalla a la romana. Si es que no se está haciendo ya y resulta que yo no me he enterado. Conclusión: el patrioterismo español es un asco, pero el nuestro es justo y necesario.