En ocasiones anteriores he comentado el potencial de las empresas españolas transnacionales que han ayudado a situar nuestro país en el siglo XXI y han contribuido a posicionarnos entre las quince economías más potentes del mundo.

Hoy pretendo comentar brevemente el nacimiento de las primeras empresas españolas multinacionales, instaladas en territorios coloniales (Cuba, Guinea Ecuatorial, Filipinas, Marruecos..). El paso de un modelo basado en la explotación colonial de recursos y materias primas al actual modelo de negocio basado en la innovación, el conocimiento y la incorporación de valor añadido a los proyectos y servicios ofrecidos.

Barcelona fue la autentica metrópoli colonial de Guinea Ecuatorial y Filipinas. En el primer caso, con un modelo empresarial basado en el saqueo de sus materias primas

En Cuba el empresariado de la época basaba su modelo de explotación en el tráfico negrero de mano de obra esclava para los ingenios azucareros. Muchos apellidos ilustres catalanes, vinculados al Banco de Barcelona, La Caixa de Pensions, la Sociedad Catalana de Crédito y el Fomento del Ensanche de Barcelona dominaban el escenario de dicho negocio.

Barcelona fue la autentica metrópoli colonial de Guinea Ecuatorial y Filipinas. En el primer caso, con un modelo empresarial basado en el saqueo de sus materias primas. El padre de Fèlix Millet, saqueador confeso del Palau, envió a su hijo a adquirir experiencia empresarial en la Compañía Agrícola Industrial de Fernando Poo. La Compañía Tabaco de Filipinas, la primera multinacional catalana, tenía oficinas comerciales en una docena de países y vendía tabaco y azúcar en medio mundo.

Pero el caso más paradigmático es el de la Compañía Española de Minas del Rif, modelo de explotación colonial en régimen de monopolio, basado en la extracción de mineral de hierro del yacimiento de Uixán, próximo a la ciudad de Melilla. Lo que supuso un fabuloso negocio que reportó pingües beneficios a sus accionistas, más de 2.100 millones de pesetas en forma de dividendos en los años de su existencia entre 1907 y 1967, año de su nacionalización por Marruecos. Empresarios aventureros, políticos y aristócratas (Romanones, Güell, Zubiría, Motrico...) y el propio monarca Alfonso XIII, fueron los principales accionistas de dicha compañía, bajo la protección del ejército africanista. La defensa de estos intereses fue una de las causas de las guerras de África de 1909, 1913 y la del Rif de 1921-1926, que costaron miles de muertos y más de 5.600 millones de pesetas al erario público español entre 1909 y 1931.

Nuestro país ha dado un salto gigantesco sobre todo en el último cuarto del siglo XX. El marco constitucional estable ha facilitado la modernización de nuestra economía

En aquellos años, la ciudad de Melilla, soñaba con ser la Bilbao del norte de África. Evidentemente, las diferencias eran muy significativas, el entorno industrial, la cualificación de la mano de obra, el desarrollo económico de la zona y su ubicación geográfica. Sin embargo, Melilla vivió unos años de esplendor que permitió el desarrollo de un urbanismo de gran cualidad en donde discípulos de Gaudí, como el arquitecto barcelonés Enrique Nieto, construyeron edificios emblemáticos de gran valor arquitectónico.

Permitirme para finalizar extraer las conclusiones oportunas. Nuestro país ha dado un salto gigantesco sobre todo en el último cuarto del siglo XX. Un marco constitucional estable que ha facilitado la modernización de nuestra economía, la participación de los sindicatos a través del diálogo social, la consolidación del Estado de derecho, la incorporación a la UE... han permitido el mayor progreso económico de nuestra historia.

La actual coyuntura exige a todas las fuerzas sociales, económicas y políticas construir puentes de diálogo que hagan posible seguir apostando por una economía productiva vinculada a la innovación y al conocimiento, por unas infraestructuras que soporten nuestra competitividad y actúen como instrumento para combatir la desigualdad y la generación de riqueza.