ERC y JxCat se disputan los despojos del procés con intensidad de derrota, casi procaz. ERC aspira subrepticiamente a heredar el poder pujolista frente al JxCat que quiere ser más aún la “pubilla” selecta del Jordi Pujol que tan mal ha acabado. Es una lucha patrimonial, un litigio entre primos y hermanos, entre últimos de la clase.

En la ancha Cataluña quienes pierden son los contribuyentes, la estabilidad, la potencia económica y el sentido constitucional, después de una primera y larga fase de pérdida de la coherencia improbable y de la legitimidad siempre imposible. Casi nada se sostiene puesto que en el Parlament la voladura institucional está protagonizada por la presidencia. Tampoco se reanuda la concordia atribuyendo a la lengua castellana el martirio de la Cataluña irredenta.

De modo ostensivamente turbio ERC fue fundada en contra de Cambó y la Lliga. Su eslogan era un prodigio de transigencia: “Visca Macià! Mori Cambó!”. Luego “Cambó” rimaba con “cabró”. Si una de las aportaciones del catalanismo político fue la Mancomunitat de Prat de la Riba, la conflagración del postprocés hace pensar que las tribus del secesionismo lo ignoran.

El choque es de baja cuna y traslada al enfrentamiento entre los desahuciados del procés, el mismo instinto excluyente que en los últimos años ha negado cualquier posibilidad de que se dieran distintas concepciones del interés público de la sociedad catalana y del bien común. En prueba de la indigencia intelectual del procés, todavía no sabemos cuáles son los argumentos económicos, jurídicos o históricos para demostrar que la vía autonómica no es más segura y consistente para Cataluña que la ruptura unilateral con España.

La política del independentismo, inarticulada desde sus orígenes, se sustentó en el magma sentimental de aquellos catalanes que daban prioridad a la causa secesionista más allá del cálculo racional. Por eso, un amplio sector social, favorecido por la abstención del otro, quiso creer que la ONU aprobaría la secesión catalana, que la Unión Europea iba a aceptarla o que Angela Merkel estaba dispuesta a apadrinarla. Por lo que parece, ese magma sentimental se ha transformado en perplejidad y más aún al ver como ERC y JxCat luchan entre sí desde sus escaños y en los pseudopúlpitos de Twitter, siempre propensos al simplismo, la injuria y la manipulación. Es de pronóstico reservado que todo el procés se haya basado en el principio de que no puede haber otra forma de ver las cosas.

Esa guerra entre JxCat y ERC va a dar más votos a Vox, no solo en Andalucía: también en Cataluña. Si aflora el voto del hartazgo con todo lo ocurrido, Vox saldrá más beneficiado que nadie. Ahora tiene once escaños en el Parlament y probablemente vaya a tener más. Ha sido la forma más patente de culminar el procés. No hay airbag entremedio. En presencia de Josep Pla, se lo dijo Francesc Pujols a Lluís Companys en referencia a la rebelión rabassaire: toda acción disruptiva genera una reacción.