Clara Ponsatí consiguió el 23 de abril un acto lucido, lleno hasta la bandera y unas encuestas que la sitúan en un 1,8%, algo así como 50.000 votos en la provincia de Barcelona. Lejos de conseguir un diputado, pero haciendo un dura brecha en las huestes de Puigdemont, que ya tienen lo suyo con Sílvia Orriols, que va en las encuestas viento en popa a toda vela. Ahora le auguran un diputado, pero los microdatos son significativos. La extrema derecha independentista recibe transferencias de voto de Junts, un 10%, pero, ¡oh sorpresa!, de la CUP un 8% y un porcentaje similar, casi un 7%, de ERC. Conclusión, Aliança Catalana entrará en el Parlament con un mínimo de cuatro diputados y un máximo de seis. No se olviden de esta premonición.
Con esta irrupción, el independentismo tradicional perderá la mayoría absoluta y, en consecuencia, Puigdemont las posibilidades de gobernar porque la CUP y ERC tienen alergia a los pactos de la ultraderecha estelada. Por si fuera poco, Ponsatí ha puesto un pie en la carrera electoral. No parece que pueda entrar en el Parlament pero con su "Jo soc el procés" romperá las piernas a un renqueante Puigdemont.
Alhora y Aliança Catalana tienen un común denominador: consideran a ERC y Junts traidores por pactar con España y a la CUP un grupo irrelevante. Lo fue en su día tirando “a la papelera de la historia” a Artur Mas. Ahora su objetivo es tirar a esta papelera a Puigdemont, Aragonés y Junqueras, los líderes fracasados del procés.
Por eso, Ponsatí levanta la bandera del “conflicto con España”, porque aspira a ser la heredera de los desencantados. Que no olviden, son muchos. Orriols también, pero lo trufa con proclamas xenófobas y racistas que siempre han anidado en el mundo de lo que fue Convergència i Unió, y ahora en Junts. Ponsatí se aleja de estos postulados pero compra parte de este discurso. No olvidemos que ella viene de ese mundo convergente que se subió al carro de la independencia. Quiere ser la pubilla en un mundo cada vez más fragmentado y cobrarse su pieza de caza mayor: Carles Puigdemont.
Cobrarse la pieza de Pere Aragonès es más fácil. Gabriel Rufián y Oriol Junqueras no tenían papel hasta este lunes pasado. La operación salvar al soldado Pere va a todo trapo y hay que reconocer que Gabriel Rufián borda su papel agresivo. Esta semana le ha tocado a Illa y más que le tocará, porque ERC tiene una importante vía de agua en favor de los socialistas. Junqueras reparte juego repartiendo bofetadas al egoísta Puigdemont. Sin embargo, estos ataques ponen a Esquerra en una débil posición. Si Puigdemont se acerca a Aliança Catalana para poder gobernar, ERC podrá optar por apoyar esta coalición -si tienen la mayoría suficiente-, por apoyar al PSC o forzar nuevas elecciones.
Si optan por la tercera opción ERC se hará una eutanasia. Si opta por la primera, también, porque su electorado no aceptará algo que cuente con la derecha de toda la vida y radicalizada. Solo le quedará la tercera opción, hacer presidente a Illa, algo que Junts explica a diario. En este escenario político, la heredera Ponsatí coge un protagonismo creciente. No llegará a los 100.000 votos necesarios pero herirá de muerte a Puigdemont. Los junteros están en tercera posición en la provincia de Barcelona y perder, supongamos, unos 70.000, que no es ningún imposible, les podría hacer perder un mínimo de dos diputados. En el viejo juego de hundir barcos es tocado y hundido.
Así la pubilla se cobraría su venganza dando voz a la frustración de muchos independentistas que se sienten engañados después de 14 años de bulos y mentiras. Levantará la bandera de la radicalidad y le hará un siete a un Puigdemont, que hace la campaña solo. Su número dos, Anna Navarro, es un cero a la izquierda y mejor que esté callada porque en boca cerrada no entran moscas. En su caso, no entran pájaros porque las dice de l’alçada d’un campanar. Josep Rull y Jordi Turull hacen lo que pueden y todos, lista de Junts incluida, están a ver qué pasa el día 13 de mayo. Si Puigdemont se va, el circo en Junts estará a la altura del Circo del Sol. Sin líder, todos volando en busca del liderazgo perdido.
Algunos damnificados en otras batallas hacen campaña, no son estridentes, pero calientan banquillo esperando su momento. En Madrid, todos querían que ganara Bildu en Euskadi. Se quedaron con las ganas. En Cataluña, apuestan por Puigdemont. También se atragantarán con el xuxo, porque Orriols y Ponsati hacen su trabajo de zapa. Y con éxito. Y para colmo el zapatazo de Sánchez que va a hacer de estas catalanas las elecciones más españolas para horror del independentismo.