Los felices años veinte de Esquerra Republicana empiezan de forma pragmática, votando a favor del presupuesto del Gobierno español, apoyando la gobernabilidad de un país que no consideran suyo. Se han olvidado del “Adiós, España” para cantar las bondades de un “hasta luego, independencia”. Ahora toca tratar de lo cotidiano y ganar las autonómicas. A cambio del sí independentista al presupuesto de PSOE y Podemos han conseguido --o eso aseguran-- mejoras lingüísticas, fiscales y monetarias para Cataluña. Ha vuelto el pacto y un renovado “peix al cove” (pájaro en mano). Madrid puede gobernar gracias a ERC. No se extrañen si luego, con el apoyo de Pablo Iglesias, los republicanos catalanes piden un referéndum sobre la autodeterminación.
En este trueque hay damnificados: el PSC y el constitucionalismo catalán en general. En la primera gran entrevista del candidato republicano, publicada el domingo en La Vanguardia, Pere Aragonés dejó claro que no va a pactar con “el socialismo de Iceta”. Prefiere la socialdemocracia española, la que gobierna y reparte: “Hoy estamos mejor con el PSOE porque es un partido de otro país y eso hace que sea más fácil llegar a un punto de acuerdo”. Resulta que prefieren negociar con “extranjeros” antes que con catalanes constitucionalistas. Curiosa justificación que impide un diálogo amplio en la sociedad catalana.
Entre las prebendas conseguidas por el soberanismo se encuentran la desaparición del castellano como lengua vehicular de toda España en la Ley de Educación y la futura armonización fiscal en las autonomías. Este pacto del Gobierno de izquierdas con Bildu, ERC y el PNV, entre otros, servirá para que España tenga por fin un presupuesto aprobado. Una buena noticia que, al mismo tiempo, hace aflorar la dependencia que se ha creado entre el independentismo y el Ejecutivo español. Se trata de una situación parecida a la cooperación entre los nacionalistas y el bipartidismo --de derechas o de izquierdas-- que se mantuvo durante los 23 años de Pujol. Los nacionalistas conservadores catalanes han sido sustituidos por ERC. Un cambio considerable y más difícil de gestionar.
Después de tres años de desgobierno al mando de la bipresidencia Puigdemont-Torra, Esquerra Republicana será el probable ganador de las elecciones de febrero. El pragmatismo que da tocar el poder se nota hasta en el nuevo lenguaje de los republicanos. Ahora se centran en “la justicia social”, la resolución de la pandemia y la mejora de la economía. El “procés” hacia la independencia ya no es urgente, sino una esperanza.
Escocia es el ejemplo de los republicanos. No deja de ser curioso, pero tiene sentido. Se trata de dar tiempo al tiempo, sin abandonar la defensa del “derecho a la autodeterminación”. ¿Cuánto tardará ERC, con el apoyo de Podemos, en pedir la convocatoria de un referéndum legal? Es pronto para hacer previsiones, aunque no hay duda de que serán empujados a ello por lo que quede de JxCat y de la CUP. Diez años de defensa de la unilateralidad, de corear el “Puta, España”, no se borran de un plumazo.
El eterno optimismo procesista --desmentido por la realidad-- no debería olvidar que el premier británico, Boris Johnson, ha denegado otra consulta escocesa. “No dejaré que se rompa el Reino Unido”, ha dicho. Puede que el PSOE tenga, más pronto que tarde, que buscar nuevos socios para impedir cambios drásticos en la Constitución. Pedro Sánchez deberá recordar que el referéndum escocés marcó el final del conservador Cameron, el principio del Brexit y la elección del populista Johnson.
La estabilidad del actual Gobierno español va a depender, en gran parte, de los resultados del 14F y de la voluntad de ERC de gobernar en Cataluña sin romper la baraja en España. Esta ERC, que sale de coliderar un interminable e inútil proceso hacia la independencia, se verá obligada a gobernar con partidos radicalizados y exigentes. Descartar el pacto con el PSC, debido al temor a perder la confianza de los patriotas, puede llevar a extraños equilibrios de poder entre Madrid y Cataluña. Demonizar al socialismo catalán es una táctica cortoplacista y contraria al diálogo.
Son ya pocos los que siguen creyendo en la tercera vía como pegamento para unir la dividida sociedad catalana. Aragonés ha subrayado las líneas rojas con rotulador de trazo grueso. Cuando el líder republicano habla de alianzas “fuera del independentismo” se refiere solo a los Comunes-Podemos. Olvídense, pues, de nuevos gobiernos tripartitos con los socialistas. ERC no planea abrir el diálogo con constitucionalistas o federalistas. El hasta luego a la independencia esconde un aplazado y deseado adiós a España. Aunque, esta vez sin prisa, lo volverán a hacer.