La aceptación de la realidad, poco a poco, y con muchas dificultades, se impone. En los últimos días se han tomado decisiones de gran relevancia que, paradojas de la vida, llevan al independentismo a un camino --siempre con todas las reservas, claro-- marcado por la lucidez. Y tanto Junts per Catalunya (JxCat) --aunque ellos mismos no lo vean así-- como ERC vuelven a casa, a la casa común de la sensatez.

¿Cómo? ¿Nos hemos vuelto locos por festejar ese camino de regreso? Veamos. En el caso de Junts per Catalunya la paradoja es total. Sus dirigentes, con Laura Borràs a la cabeza, han criticado a Esquerra por negociar y aprobar los presupuestos del Gobierno para el próximo año. Consideran que los números que han exhibido los republicanos son inventados y que el “Estado” nunca cumple lo que promete. Además, Borràs ha censurado que Gabriel Rufián pida una armonización fiscal para que Madrid no haga lo que quiera, al entender que ERC amputa las propias competencias autonómicas, las que permiten bajar los impuestos que las autonomías tienen cedidos, o bonificarlos hasta el 99%.

Sin embargo, ¿qué hace luego Junts per Catalunya? Pues aprueba los presupuestos de la Diputación de Barcelona --tras rechazar los presupuestos del Gobierno--, que han salido adelante por unanimidad liderados por su presidenta, la socialista Núria Marín, sin inmutarse y sin cuestionar --¡vaya cosas!--que buena parte de esos recursos que van a parar a los municipios proceden de… los fondos del Estado español. Es decir, que se consignan también en los presupuestos que ha elaborado el Gobierno de Pedro Sánchez para 2021.

En la Diputación de Barcelona, los siete representantes de Junts per Catalunya, tras la ruptura interna, se han dividido entre los cinco de JxCat y los dos del PDECat. Todos ellos votaron a favor de las cuentas de la Diputación, que ascienden a 1.008 millones de euros, de los cuales hasta el 80% se destinan directamente a los municipios, y sólo el 20% restante es para la propia estructura del organismo supramunicipal. ¿Por qué no se niega Junts per Catalunya a aprobar esos presupuestos, si llegan del pérfido Estado? Ya sabemos que gobierna la Diputación junto al PSC, por tanto, ¿por qué no negociaba las cuentas del Ejecutivo de Sánchez? La caja común de todo ese dinero es la misma. 

En el caso de ERC también hay contradicciones. Vuelve a casa, a la casa del catalanismo, que ha defendido siempre las competencias autonómicas en materia fiscal, pero que nunca ha renegado de un equilibrio en el conjunto del Estado. El consejero de Economía de la Generalitat, Antoni Castells, pidió en 2007 esa armonización fiscal al ministro del Gobierno socialista, Pedro Solbes. Castells basaba su petición en la necesidad de “combinar la armonización y la coordinación con la autonomía y la libertad”. Ahora, Rufián, como Castells ayer, situaba en el debate en el mismo plano, con la diferencia de que Esquerra dice que sigue queriendo la república catalana y que no ha cambiado nada. Y sí que cambia: o a Rolex o a setas.

Apostar por el federalismo fiscal, el del PSC, el de Castells en aquel momento, es una cosa. Y reclama la participación en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, al que no acude un consejero de ERC, su titular de Economía, desde 2014. Exige ser propositivo cuando se negocie el nuevo modelo de financiación autonómica; invita al debate entre todas las autonomías y a ser responsable; y, al mismo tiempo, comporta dejar de una vez el chantaje independentista.

Eso es lo que está en juego. Pedir que con la nueva ley de financiación autonómica se busque una armonización fiscal, manteniendo la capacidad autonómica, pero desde unos mínimos que fije el Gobierno del Estado --por ejemplo en el impuesto de Sucesiones y Donaciones-- es una vuelta a casa del catalanismo consecuente, responsable e integrador. Y supone un claro toque de atención al liberalismo ácrata que impera en buena parte del PP de Madrid, que no ha querido asumir lo que le dicen desde muchas otras partes de España.

Lo señalan con gran determinación investigadores valencianos, que forman parte del IVIE, el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas. Al efecto capitalidad de Madrid --que nadie puede negar, con beneficios enormes para la Comunidad-- añadir una nula fiscalidad es como animar el fuego con más madera, con lo que supone de descapitalización del resto de autonomías, al atraer a las rentas más altas de toda España. Lo dijo Pasqual Maragall: Madrid se va. Ese era el peligro, si se apuesta, de verdad, por un país cohesionado.

Junts per Catalunya y ERC, aunque nadie lo quiera verbalizar así: ¡Bienvenidos a casa!