El debate sobre la inmersión lingüística ha resurgido estas últimas semanas propiciado por el anuncio del Gobierno --inconcreto y confuso-- de que garantizaría la presencia del castellano en las aulas. Esta vez, algo está siendo diferente en el debate. A pesar de que hemos escuchado los mantras de siempre, los discursos sobre el tema contienen elementos nuevos. Parece que ha entrado algo de aire fresco y hay algo más que los mantras y las cansinas descalificaciones a los partidarios del bilingüismo.
Como es sabido, en los últimos años, la inmersión obligatoria era sagrada y contenía todos los bienes de este mundo. Y los que no lo veían así, eran unos fachas españolistas que querían atacar el catalán. Fin del tema. Con algún que otro detalle, la cosa iba así, así de simple y así de agresiva.
Sin embargo, las cosas han cambiado mucho desde los acontecimientos de setiembre y octubre del año pasado. Los independentistas rompieron todos los consensos, provocando una auténtica conmoción social. Una de las consecuencias es que han quedado debilitados, y en esta nueva situación de hegemonía cuestionada, incluso los grandes tótems del nacionalismo, como la inmersión, parecen sufrir alguna grieta. Para sorpresa de muchos, algo se mueve también en el campo de las lenguas, por fin.
Para sorpresa de muchos, algo se mueve también en el campo de las lenguas, por fin
En el momento actual, las críticas a la inmersión son percibidas de otra manera. Ahora es inevitable inserirlas en la profunda división social que experimentamos. La mitad de Cataluña quiere una España unida y lamenta enérgicamente lo sucedido estos meses, la otra está con su legitimismo y sus lazos amarillos. Dos Cataluñas, que también existen en la opinión sobre la inmersión y así son percibidas: unos quieren bilingüismo escolar, otros quieren continuar con el monolingüismo actual. Igual que a unos les gustó el discurso de Roger Torrent en el Colegio de Abogados, y a otros, no.
A la abierta división que experimentamos en Cataluña, se añade otro cambio: el hecho de que la escola catalana quedó muy desprestigiada a los ojos de toda España durante los sucesos de septiembre y octubre. Muchos de los que, en Cataluña y en el resto de España, dudaban o pensaban que las críticas a la inmersión eran injustas y malintencionadas, aquellos meses se dieron cuenta de que la escuela es realmente un potente aparato de construcción identitaria y no un modelo de cohesión social e inclusividad, como nos dicen. De la misma manera que los contenidos de los libros de texto y las prácticas escolares para hacer nación (pintar y decorar la clase con esteladas, por ejemplo) han sido cuestionados, el uso exclusivo del catalán en las aulas empieza también a levantar suspicacias, sobre todo en la opinión pública del resto de España.
En mi opinión, estas dos circunstancias, la abierta división social y el desprestigio de la escuela durante la reciente crisis política, parecen ser las razones más importantes por las que la posición probilingüismo escolar e institucional empieza a ser tomada en serio y escuchada.
El uso exclusivo del catalán en las aulas empieza también a levantar suspicacias, sobre todo en la opinión pública del resto de España
Que nuestra posición empieza a ser escuchada lo hemos podido observar en el debate público de estas últimas semanas, donde se han publicado un gran número de artículos por parte de defensores del bilingüismo, bien argumentados y con múltiples datos. En Twitter, había mucho más movimiento de los favorables al bilingüismo que de los independentistas. Además, nuestra posición fue invitada a expresarse en TV3 y en El Periódico, dos medios anteriormente reticentes a ello. Por su parte, Ramon Font, portavoz del sindicato USTEC, absolutamente afín al independentismo, aceptó una entrevista en este medio, cosa que le honra.
Ana Losada, presidenta de la AEB, participó en sendos debates en TV3 y La 1. Es una novedad que en TV3 fuera presentada como lo que es, o sea, la presidenta de una asociación a favor de la escuela bilingüe. También un periódico como La Vanguardia se refería hace unos días a las asociaciones probilingüismo, usando este término varias veces al citar a la AEB e Impulso Ciudadano. Todo ello es una novedad porque es la primera vez que estos (y otros) medios utilizan el término probilingüismo para estas asociaciones en lugar de, o ignorarlas o descalificarlas como fachas españolistas. En mi opinión, que el término bilingüismo empiece a circular es un cambio discursivo de gran calado. Comenzamos a ser nombrados por lo que en realidad somos y hacemos Es este un gran paso y debemos hacer lo posible para que esta tendencia se consolide en Cataluña.
En los medios del resto de España, por su parte, se ha transmitido mucho mejor nuestra posición, como era de esperar. Sin embargo, también aquí ha habido una novedad y es precisamente la misma que en los medios catalanes: los medios españoles han usado, profusamente en su caso, los términos bilingüismo, escuela bilingüe o defensores del bilingüismo, entre otras variantes. Personalmente, estos días he tenido la oportunidad de hablar con varios periodistas con sede en Madrid y todos ellos parecen comprender mejor lo que hacemos, por lo que pueden transmitirlo más adecuadamente. Uno de estos periodistas me hizo este ilustrativo comentario: "Antes, desde las redacciones en Madrid se os veía como un poco fachillas, no se os tomaba en serio. Ahora las cosas se ven muy diferentes y se quiere contar con vuestra opinión". Un gran avance.
Que el término bilingüismo empiece a circular es un cambio discursivo de gran calado
Otra novedad que ha podido observarse estas semanas en el debate ha sido el hecho de que a los partidarios del monolingüismo les empieza a resultar difícil escudarse detrás del sagrado término inmersión, sin tener que explicar nada. Hemos logrado algo muy importante y es que la inmersión empiece a ser nombrada públicamente como lo que es, una educación monolingüe en una comunidad bilingüe. Estas semanas he leído con agrado como cada vez son más numerosos los periodistas y articulistas que usan las palabras enseñanza monolingüe o monolingüismo escolar como sinónimos de la inmersión. Otro gran paso que hace que la palabra inmersión deje de ser el rígido velo que oculta los problemas de esta práctica escolar.
También ha habido ciertos movimientos, aunque tímidos, en el campo del centro izquierda. Personas como el periodista Lluís Bassets o el exsenador socialista Carles Martí llaman en sendos artículos a un pacto por las lenguas, donde todas las partes sean escuchadas, se abandonen los dogmatismos y se forjen nuevos consensos. Esperemos que otros en la izquierda sigan esta inédita y valiente senda.
En conclusión, y siendo muy cautos al mismo tiempo, podemos decir legítimamente que algo se mueve en el campo de las lenguas y que nuestra posición empieza a clarificarse en el ámbito público. La comunicación es crucial y es por donde empieza todo cambio social, por el discurso. Primero son las palabras, nuestras palabras, las que deben estar presentes y circular en el discurso público, sin tergiversaciones. Con las palabras, pueden venir los cambios; sin ellas, poco podemos hacer. Esto es lo que nos sucedía antes de los traumáticos meses de setiembre y octubre, cuando la inmersión resplandecía sin fisuras y nosotros éramos cuatro fachas. Bienvenidos sean los nuevos tiempos.