Pensamiento

El futuro, en tus manos

26 septiembre, 2015 10:51

Según el último barómetro del CEO, un 50% de los catalanes se muestra en contra de la posible secesión respecto a España, frente a solo un 42,9% de ciudadanos partidarios de la vía rupturista. Si vamos a los resultados de la archipromocionada consulta independentista del 9N, los datos son aún más desoladores para el secesionismo: solo un 29’5% de un censo ampliado con mayores de 16 años y extranjeros residentes se tomó la molestia de ir a votar por la “libertad de Cataluña”, ante la indiferencia mayoritaria de la ciudadanía por el llamado “proceso participativo”.

El proceso independentista está impulsado por el nacionalismo identitario y sentimental de la sobrerrepresentada Cataluña interior en alianza con las hiper movilizadas clases medias-altas de la metrópoli

Así pues, a la vista de los datos, vemos que, lejos de ser una opción mayoritaria, como nos venden sus promotores, el secesionismo todavía es minoritario entre los catalanes. Y, sin embargo, desde hace años, tiene una representación mayoritaria en el Parlamento autonómico. Además, el Gobierno de la Generalitat nunca ha sido representativo de la mayoría, como demuestra el dato de que ni uno de los 102 Consellers que ha habido desde 1980 ha tenido como primer apellido uno de los cinco más frecuentes en Cataluña (García, Martínez, López, Sánchez y Rodríguez).

¿A qué se debe ésta clara sobrerrepresentación del nacionalismo secesionista en nuestras instituciones, que no representa el sentir mayoritario de la ciudadanía de Cataluña? Por un lado nos encontramos con que el voto en la Cataluña interior, de mayoría independentista, puede valer hasta 2,5 veces más que el voto en el área metropolitana de Barcelona, precisamente donde menos secesionismo hay. Incluso puede llegar a darse la situación de que un partido pierda las elecciones por votos pero las gane por escaños, tal y como le sucedió a Jordi Pujol en 1999, lo cuál no deja de ser una paradoja.

No cabe duda de que este es un dato clave para entender cómo hemos llegado a esta situación, pero por sí solo no explica el fenómeno que ocurre en Cataluña. Efectivamente hay otro responsable, que es la elevada tasa de abstención en las elecciones autonómicas, que en los últimos años nunca ha bajado del 30%. Si en 2012 se abstuvo un 32% del censo, en 2010 lo hizo un 42%, mientras en los anteriores comicios de 2006 la abstención se situó en un aterrador 44%.

Estas cifras, aparte de no ser precisamente un indicativo de buena salud democrática, no están distribuidas de forma equilibrada por la geografía catalana, sino que en líneas generales tienden a concentrarse más en los barrios de clase obrera de la periferia de las grandes ciudades, que como quedó demostrado este 9N, son también los barrios donde menos ha calado el discurso nacionalista.

Así, vemos como la abstención en los últimos comicios autonómicos llegó a un alarmante 60% en la Zona Franca, un 55% en Torre Baró y un 49% en Trinitat Nova (Nou Barris), lo que contrasta con el 18% de las Tres Torres y la Villa Olímpica o el 21% de Pedralbes, barrios en los que el partido más votado fue CiU.

¿Nos encontramos pues que la catalana es una Comunidad abstencionista? No exactamente, porque las cifras de participación aumentan claramente cuando hablamos de elecciones generales. Así pues, en 1984 la participación en las autonómicas fue de un 64,36%, mientras que la participación en las generales de dos años antes había sido de un 80,83%, nada menos que quince puntos de diferencia.

Y esta no es una cifra aislada, si comparamos la participación media de las elecciones autonómicas y las generales, las segundas se imponen por un margen bastante claro, llegando incluso a los veinte puntos de diferencia entre las autonómicas de 1992 (54,87%) y las generales de 1993 (75,69%).

¿Vamos a dejar que el fantasma de 1714 nos arroje a todos por el precipicio? Solo hay una forma de impedir esta injusticia: votando

Hablando claro; el proceso independentista está impulsado por el nacionalismo identitario y sentimental de la sobrerrepresentada Cataluña interior en alianza con las hiper movilizadas clases medias-altas de la metrópoli. Y seguirá y seguirá hasta la saciedad, a no ser que esa gente que vota en generales pero no vota en autonómicas porque siente que eso no va con ellos asuma que esta vez sí y despierte este 27 de septiembre. Porque, al fin y al cabo, en democracia la opinión de la ciudadanía se expresa en las urnas, no en referendos de dudosa legalidad y nula transparencia, ni en exhibiciones de fuerza cívico-festivas.

En un hecho sin precedentes en la historia de Cataluña, estas elecciones tendrán lugar en una fecha en la que el 80% del Área Metropolitana de Barcelona estará de puente. Y no solo eso, sino que es también la primera votación (referéndum o elecciones) de la historia de la democracia que tiene lugar en septiembre, mes en el que la gente vuelve de vacaciones.

Algunos ya ni se molestan en disimular y piden una baja participación, como es el caso de la candidata de Junts Pel Sí Ana Surra: "Si no votan por la independencia, mejor que se queden en su casa y no vaya a votar, porque si no serán cómplices de la dependencia".

¿Vamos a dejar que los que quieren sacarnos de España y de Europa se salgan con la suya? ¿Vamos a dejar que el fantasma de 1714 nos arroje a todos por el precipicio? Solo hay una forma de impedir esta injusticia: votando. Porque aunque no te importe la política, seguro que sí que te importa tu futuro, y eso es lo que está en juego este mes, el tuyo y el de todos. Sea cual sea tu origen o tu ideología, no puedes dejar escapar esta oportunidad; porque como dice la ANC: "Hay trenes que solo pasan una vez en la vida". Este 27 de septiembre recuerda que el futuro está en tus manos, ¿vas a dejarlo escapar?