En los últimos días han fallecido dos célebres artistas catalanes. El músico Pau Donés murió el pasado 9 de junio a los 53 años víctima de un cáncer. Y también de cáncer murió la actriz Rosa Maria Sardà el 12 de junio a los 79 años. A mí personalmente me encantaban ambos artistas. Soy de las que aún tararea las excelentes Depende o La Flaca y de las que no me perdía ninguna película en la que se podía disfrutar del talento y la alegre expresividad de Sardà. Sin embargo, entiendo que a algunas personas no les gustaran especialmente estos artistas. Lo que ya me resulta más difícil de comprender es que algunos usuarios de las redes sociales publicaran escritos contra Donés y Sardà y algunos tertulianos cargaran contra ellos, especialmente contra la actriz, no por desagrado de sus obras sino por la relación de ambos con el nacionalismo.

Un ejemplo referente a Pau Donés es este:

En cuanto a Rosa M. Sardà, las críticas se multiplicaron, entre ellas la de Pilar Rahola:  

Observamos, pues, que Pau Donés debe ser repudiado porque no cantaba en catalán siendo catalán. Y Rosa Maria Sardà, también, porque la célebre actriz había sido crítica con el independentismo y había devuelto la Creu de Sant Jordi como protesta por la tormenta provocada por el procés.

Así actúa el independentismo extremista: todo pasa por el rasero de la “catalanidad pura” y la adhesión ideológica. O cantas en catalán o no eres de los míos. Si te posicionas en la izquierda de tendencia federalista, traidora y botiflera.

Es un hecho que no todo el independentismo actúa de esta forma. Varios medios independentistas realizaron una amplia cobertura de la muerte de Sardà y en las redes, nacionalistas moderados afeaban las críticas de aquellos que despotricaban contra los dos traidores.

Sin embargo, hay que ir un paso más allá y comprender cómo se ha llegado hasta aquí. No se trata de indignación moral ni de, en palabras del digital independentista El Nacional, que estas críticas suponen una muestra de “mala educación” o una revelación de “lo peor del ser humano”. Todo ello es demasiado abstracto y poco o nada nos dice.

Es más provechoso adentrase en lo que estos tweets y declaraciones públicas reflejan de las variadas contradicciones del independentismo como ideología. En concreto, la de mantener dos premisas contradictorias al mismo tiempo: por un lado, que el independentismo catalán es cívico y no etnolingüístico y por otro, paradójicamente, la mayoría de sus seguidores creen firmemente en la llamada “tiranía del origen”.  Incluso los moderados están convencidos de que es “normal” querer la independencia si eres catalán o que existe una única manera, la pujolista, de amar la lengua catalana. 

En su definición, la “tiranía del origen” se refiere a aquellos contextos donde los individuos carecen de toda agencia porque las circunstancias de su nacimiento determinan toda su vida. Tu lugar de nacimiento, tu género, tu clase social, tu familia, … todo ello ya marca lo que puedes hacer y lo que no puedes hacer durante el resto de tu vida, una dura realidad sufrida por millones de personas en el mundo.

Para aquellos que abrazan la tiranía del origen en Cataluña, las cosas están claras: si eres catalán y artista tienes que cantar en catalán y adherirte al independentismo. Si no, no eres de los nuestros y debes ser objeto de escarnio.

También los artistas vivos catalanes están sujetos a la tiranía del origen: Rosalía o Joan Manuel Serrat son ejemplos de ello.

Una artista catalana tan famosa como Rosalía no gusta al independentismo porque no sigue el guion que ellos quieren. Ella va por libre, gana premios internacionales, tiene millones de seguidores y canta mayoritariamente en español y en inglés. Asimismo, se atrevió a cantar en catalán cuando, en julio del año pasado, grabó la canción Milionària. A los independentistas, algunos de los cuales actúan como si el catalán fuera de su propiedad, no les gustó este acto de libertad y buscaron cómo criticar a la artista. La excusa que encontraron fueron unas palabras castellanizadas que Rosalía empleaba en la citada canción, como cumpleanys. La cuestión era buscar fallos allí donde hubiera un resquicio y así, poder desprestigiarla. Milionària obtuvo dos millones de visitas durante las primeras 24 horas de publicación en Youtube pero Rosalía no es bienvenida dentro del establishment independentista. 

Algo parecido sucedió con Joan Manuel Serrat, indiscutiblemente uno de los más grandes cantautores catalanes, tanto cuando canta en catalán como cuando canta en español, y un artista que había sido muy querido en Cataluña desde que empezó a despuntar musicalmente desde su Poble Sec natal. Sin embargo, a partir del momento en que manifestó no compartir el ideario independentista, el insigne músico devino objeto de vilipendio y menosprecio por parte del movimiento independentista, cuyo entramado mediático es amplio e implacable. En consecuencia, no es sorprendente que Serrat optara por un prudente silencio. Hace años que no realiza declaraciones públicas en Cataluña ni actúa aquí. Es enormemente triste para sus muchos admiradores, entre los que me cuento, lo ocurrido con Joan Manuel Serrat.  

El inevitable resultado del hostigamiento a los traidores es el ahogo de la sociedad civil y del mundo cultural para generar un ecosistema de artistas fieles y mediocres que se premian entre ellos. Además, la creencia en la tiranía del origen no solo obstaculiza la creación artística libre y con vocación universal. También resquebraja uno de los pilares de las democracias, el cual es precisamente el acabar con la tiranía del origen y situar la libre elección en el centro de la vida de los ciudadanos y ciudadanas.

Debemos decir basta a la tiranía del origen en Cataluña y reivindicar firmemente, día tras día, el respeto a la libre elección de cada uno para cantar, actuar y vivir a su manera.