Pensamiento

Divergencia y desunión

25 marzo, 2014 08:47

No. No piensen mal. Convergència i Unió no ha cambiado de nombre (todavía), pero sí que con su inexistente pero perniciosa acción de gobierno (en dogmáticas compañías) ha conseguido la divergencia y la desunión de los catalanes, y también del resto de españoles de la nación española a la que por fortuna pertenecen todos los pueblos de España, cada uno con sus particularidades y su idiosincrasia, pero ninguno de ellos mejor o superior al resto, como unos pocos nos quieren hacer creer. Los ciudadanos que viven en Cataluña han visto como paulatinamente se han ido dañando sus relaciones de amistad, de familia, de pareja, de trabajo, por culpa de este incierto viaje hacia una Arcadia imposible que llaman "la nación catalana", sin respeto alguno hacia la legalidad vigente, atacando continuamente la Constitución de 1978, nuestra ley de leyes, la ley suprema, y olvidando las sentencias de Cicerón de que "la ley suprema es el bien del pueblo" y que "debemos ser esclavos de las leyes para poder vivir en libertad". Lo contrario nos lleva hacia una apologética ideología del odio y la violencia, y en el caso concreto de las tierras catalanas no hago sino recordar el pensamiento de Charles De Gaulle, uno de los políticos más importantes en la construcción de la Unión Europea una vez superada la II Guerra Mundial cuando acertadamente dijo que "patriotismo es cuando el amor por tu propio pueblo es lo primero; nacionalismo, cuando el odio por los demás es lo primero".

Y aquellos que hablamos sin traumas tanto catalán como español y hemos nacidos aquí y somos tan catalanes como españoles, ¿qué somos? ¿Aliens del espacio exterior? ¿Quiénes son ellos para etiquetar así a la gente?

El pasado viernes 14 de marzo asistí a una conferencia del catedrático Francesc de Carreras y Carmen de Rivera, diputada autonómica de Ciutadans, de título 'Constitución y sensatez' donde se trataba de buscar las claves para poder entender la situación actual y este desprecio hacia el ordenamiento jurídico de parte de los representantes electos en Cataluña. Yo, personalmente, nunca he creído en la dicotomía maniquea de definir a los catalanes por la sensatez y el arrebato [equivale a una traducción aproximada de las palabras catalanas "seny" i "rauxa"] ya que la enorme complejidad del ser humano va mucho más allá. El hombre necesita de todas sus capacidades, instintos y pulsiones para ser lo que es, el organismo más complejo que existe, y para serlo encuentra un punto medio, gracias a la templanza o la inteligencia emocional, donde se pone por encima y domina todos sus defectos y sus virtudes a la vez.

Dicho esto, y escuchando a Carme Forcadell, Artur Mas, Francesc Homs u Oriol Junqueras pienso, aun tratando de hacerlo positivamente, que han perdido la sensatez y que han sido dominados sorprendente y exclusivamente por el arrebato. La verdad es, sin embargo, mucho más cruel: detrás de todo este odio que propagan, subvencionado además con dinero público, hacen una división maniquea, peligrosa y totalitaria de los catalanes en buenos y malos, como la historiadora (?) Anna Tarrés, que ha dicho textualmente hace poco días que "es catalán sólo aquel que habla catalán, el que defiende la nación catalana; no quieren la independencia aquellos que hablan español en Cataluña, esos son colonos, no son catalanes". Y aquellos que hablamos sin traumas tanto catalán como español y hemos nacidos aquí y somos tan catalanes como españoles, ¿qué somos? ¿Aliens del espacio exterior? ¿Quiénes son ellos para etiquetar así a la gente? De ahí a los guetos, los gulags y los campos de exterminio no hay una gran distancia, sólo la sensatez. De Gaulle sentenció que "el carácter es la virtud de los tiempos difíciles", y este carácter es el que tenemos una gran parte de los ciudadanos catalanes, que luchamos enérgicamente, un día tras otro, en palabras de Václav Havel, contra aquello que nunca debería existir: las semillas del odio colectivo. Este odio ha sido labrado, irresponsablemente, por unos pocos en los últimos 30 años para crear lo que se conoce como "fabricación del consentimiento", mediante tres deleznables métodos aprendidos de lo peor de cada casa, haciendo un mal uso de los recursos y del dinero público, que podemos resumir en:

a) El modelo soviético de adoctrinamiento de los alumnos en las escuelas explicando mentiras sabiendo fehacientemente que lo son, pero a la mayor gloria de su excluyente ideología;
b) El modelo dictatorial de la propaganda nazi de Joseph Goebbels donde la propaganda debe facilitar el desplazamiento de la agresión, especificando los objetivos para el odio, con consignas que puedan ser aprendidas con facilidad, frases propagandísticas como , por ejemplo , "España nos roba";
c) Las técnicas de manipulación mediática del mundo posmoderno, que ha expuesto con claridad Noam Chomsky, por parte del Poder, denunciando la finalidad de tratar de imponernos, con una estrategia gradual, su pensamiento totalitario rebosante de odio y miseria tanto humana como intelectual.

El resultado de este proceso es completamente incierto pero lo real es que los ciudadanos catalanes corremos el riesgo de sufrir la violencia hija de este odio profundo que poco a poco ha ido invadiendo nuestra sociedad. Todos aquellos que han sido adoctrinados mediante la escuela, la propaganda y los medios de comunicación, sufrirán una gran frustración cuando su viaje programado no les lleve a ninguna parte. Y su respuesta puede ser muy violenta, pues responderá a la frustración de haber perdido un falso devenir colectivo que artificialmente se les ha implantado en su interior, en aquella parte irracional que es el deseo y que nunca escucha a la razón. Y esto debe ser una preocupación de todos y una prioridad a resolver por parte de nuestra sociedad.

Cualquier movimiento totalitario, en definitiva, convierte la sociedad que lo sufre en un páramo donde solo brota odio, violencia e incultura. Siempre ha habido gente muy inteligente y sabia que ha vivido y ha escrito antes que nosotros, y de los que tenemos la obligación de aprender, como del reconocido periodista y pensador estadounidense Walter Lippmann, ganador de dos premios Pulitzer y en quien se basaron el propio Chomsky y Edward S.Herman para escribir Manufacturing Consent: The Political Economy of the Mass Media. Parece que la Historia sea cíclica y que los humanos estamos condenados a repetir siempre los mismos errores, como permitir que unos pocos, hoy mismo, mediante los citados métodos, mistifiquen al resto de indefensos ciudadanos para servir sólo a sus propios intereses, con la inquietante consecuencia de hacer real la acertada sentencia de Lippmann que reza: "cuando todo el mundo piensa de la misma manera es porque nadie está pensando".