Una de las grandes ideas-fuerza del procés en sus inicios fue un sol poble. La idea de una Cataluña única y cohesionada ante el enemigo español. Un concepto que no sólo se proclamó desde la política, con Artur Mas al frente, sino que también hicieron suyo muchos de los intelectuales del país. Unos y otros, hasta hace poco, seguían negando la existencia de cualquier fractura entre catalanes.

Con el paso del tiempo ha ido emergiendo la otra Cataluña y nada mejor que las últimas elecciones municipales para demostrarlo. Así, nos encontramos con una Barcelona donde predomina, ligeramente, el sentimiento en contra del procés, un área metropolitana que se manifiesta muy mayoritariamente en contra, y un resto del país muy claramente a favor. ¿Podemos seguir hablando de un sol poble?

Por ello, se va extendiendo la idea de que el gran conflicto no es entre España y Cataluña, sino que, el más intenso y preocupante, se da entre los propios catalanes, por mucho que el president Torra recurra a todo tipo de argumentos para intentar demostrar lo contrario.

Y si alguien ha contribuido a dejar bien claro la inexistencia de un sol poble ha sido el presidente Sánchez. Su discurso y su actitud han desarticulado la circunstancia que más unía a los catalanes: el rechazo al Partido Popular. Un sentimiento que era compartido por votantes cuperos, colauistas, independentistas, socialistas e, incluso, de Ciudadanos. Un rechazo que supo capitalizar muy bien el independentismo, pero, desalojado el PP del Gobierno, ese pegamento que unía a tantos se ha disuelto.

Para muchos catalanes, Pedro Sánchez y altos cargos que le acompañan representan una España moderna. Y en unos pocos meses, se ha convertido en una pieza esencial y respetada en el nuevo tablero político europeo. Además, su voluntad por alcanzar una salida al conflicto, en forma de tercera vía, viene a coincidir con la opción preferida de los ciudadanos catalanes, cuando se les da a escoger entre independencia, tercera vía o mantenimiento del statu quo.

El primer reto de la política catalana en los próximos años será romper esa dinámica de bloques antagónicos. El segundo, consensuar una posición factible y soportada en una amplia mayoría. Y, el tercero, negociar con las instituciones españolas desde esa posición.

Al escribir estas líneas, leo que Artur Mas se ofrece para contribuir a salir del embrollo en que nos encontramos. Curioso. Confío en que haya aprendido que no somos un sol poble.