La globalización, la revolución digital y la transición verde conforman una economía muy distinta a la de hace unas décadas, cuando diseñamos los modelos fiscales, aún vigentes, con el objeto de regular la actividad productiva y garantizar las necesidades de un estado del bienestar avanzado. Lógicamente, si se transforma profundamente la economía, también debe hacerlo con la misma intensidad un marco tributario que responda a otra realidad. Así, se observan movimientos incipientes en esa línea, desde la voluntad de la Comisión Europea por armonizar la fiscalidad de la economía digital, a la propuesta de la administración Biden por establecer un impuesto de sociedades mínimo a nivel global. En este sentido, el gobierno español, en buena parte forzado por las exigencias de acceso a los fondos Next Generation, ha anunciado una reforma en profundidad de nuestro modelo tributario. Un cambio que llevamos postergando y que resulta indispensable y urgente pues, desde hace décadas, nuestro esquema fiscal ha sido objeto de constantes ajustes en función de los intereses de unos u otros, lejos de una perspectiva amplia y a largo plazo.
Una reforma de tal trascendencia debería afrontarse sin premisas previas y con una actitud abierta, que empieza por entender la nueva realidad social y económica. Y, de manera natural, por considerar que determinados impuestos se incrementen mientras otros se reduzcan, o que se creen nuevos, mientras se eliminen los ya existentes.
Sin embargo, las primeras señales no resultan especialmente estimulantes, pues se ha tardado poco en radicalizar y simplificar el debate: mientras desde las filas de la izquierda se asevera que debe aumentar la presión fiscal y así lo señalaba Pedro Sánchez en su programa 2050, los conservadores se refuerzan en su idea de la bajada impositiva, con un aún mayor convencimiento tras la reciente victoria de Isabel Díaz Ayuso.
Así las cosas, me temo que la reforma fiscal se limitará a aumentar los ingresos públicos como sea y a, más o menos, cumplir con Bruselas. Un nuevo apaño.