La nueva administración estadounidense está sorprendiendo por la celeridad con la que aborda reformas que, aún respondiendo a las prioridades demócratas, parecían imposibles. Dos son las principales razones que permiten entender dicho dinamismo. De una parte, la personalidad y extraordinaria experiencia política de Joe Biden quien, además, se ha sabido rodear de personas especialmente capacitadas. Y, de otra, su sagacidad para aprovechar la necesidad de controlar la epidemia y reparar sus dramáticos destrozos.

Así, su politica de vacunación masiva ha resultado un éxito, hasta el punto de que Estados Unidos va camino de recuperar en breve su normalidad perdida. A partir de este buen hacer, Joe Biden se enfrenta a la tarea de atender a las familias más golpeadas por la pandemia y dinamizar la economía. Para ello, su primer anuncio fue un plan de ayudas por un monto de 1,9 billones de dólares, instrumentado, en buena medida, mediante transferencias directas a los ciudadanos. Posteriormente, se ha comprometido en un plan de construcción y modernización de infraestructuras cifrado en 2 billones de dólares, en lo que constituirá un extraordinario estímulo para la reactivación económica solventando, al mismo tiempo, una de las grandes carencias estadounidenses.

Dada la necesidad de financiar estos montos tan extraordinarios, difícilmente discutibles, la administración Biden ha presentado un proyecto de aumento de impuestos a corporaciones y grandes fortunas. Una iniciativa con la que se ingresará más y, a su vez, se recuperará equidad pérdida durante décadas de recortes fiscales a las élites económicas. Si bien cargada de sentido, esta reforma hubiera resultado mucho más difícil, cuando no imposible, de no ser por la evidente necesidad de financiar ese gasto público desmesurado.

Pero las reformas no se limitarán al campo fiscal. Por el contrario, veremos cómo, aprovechando el viento a favor en el escenario post pandemia, se abordarán ajustes en múltiples ámbitos, todos ellos encaminados a una economía más competitiva y sostenible, con una especial atención a los colectivos más desfavorecidos. Y la voz estadounidense también se hará oír en el ámbito internacional, liderando ese incipiente gobierno de una economía abierta. Así cabe entender la propuesta de establecer un impuesto de sociedades mínimo de carácter global. Otra iniciativa impensable, antes de la pandemia. Una extraordinaria agudeza y destreza del presidente norteamericano para, entendiendo las circunstancias, recomponer los desgarros de décadas de un mal entendido liberalismo.

Acercándonos a la figura de Joe Biden, destaca su edad ya avanzada, 78 años, y que toda su vida ha transcurrido en el mundo de la política. Senador por Delaware desde 1973, hace casi medio siglo, ha acumulado cargos a lo largo de cinco décadas. Todo ello me lleva a recordar el discurso dominante de no pocos que aparca sistemáticamente a los mayores, argumentando que se sitúan al margen de la revolución digital, y aparta de la política a aquellos que no tienen experiencia empresarial previa. Unos linces.