El diplomático y escritor Carles Casajuana, en la entrevista con 'Crónica Global'

El diplomático y escritor Carles Casajuana, en la entrevista con 'Crónica Global'

Pensamiento

Carles Casajuana: "Es necesario potenciar el papel de Barcelona como capital global"

El diplomático y escritor, autor de 'Les pompes del diable', dice que un "mayor reconocimiento" de Cataluña puede ser determinante para "encarrilar la actual situación a través del diálogo"

19 mayo, 2019 00:00

Carles Casajuana (Sant Cugat, 1954) está centrado en su nueva novela, Les pompes del diable (Proa/Destino), en la que utiliza el humor para abordar un caso de corrupción en un ayuntamiento. Pero sigue la política catalana y la europea con detalle. Casajuana es diplomático, y contesta como tal en esta entrevista con Crónica Global. Fue embajador de España en el Reino Unido entre 2008 y 2012 y tiene a sus espaldas más de treinta años de experiencia, la que le ha llevado a trabajar en Malasia, Vietnam, Bolivia y Filipinas. Su mirada es directa, y señala las cuestiones que cree que no se abordan con seriedad, pero mantiene una cierta distancia, la necesaria para no entrar en un fuego cruzado. Tampoco serviría de mucho, considera. Casajuana cree que la transición española fue un éxito y que el problema catalán, a estas alturas, no se solucionará sin una vía de diálogo, que para él debería pasar por un “mayor reconocimiento de Cataluña”, y también por un papel más importante de Barcelona. "Es necesario potenciar el papel de Barcelona como capital global", asegura convencido

--Pregunta: El humor está presente en su última novela, Las pompas del diablo. Usted defiende ese punto de humor en todas las situaciones. ¿También cuando nos referimos a casos de corrupción?

--Respuesta: El humor es bueno en todas partes y en casi todas las circunstancias, aunque no en todas, obviamente. La situación catalana actual no es una excepción. Con humor, todo es más fácil y más divertido. En casos de corrupción, lo que se necesita es que actúe la justicia y que los culpables sean castigados, por supuesto. Pero el humor nos puede ayudar a sobrellevar nuestra indignación como ciudadanos. Reírnos de los corruptos es nuestra pequeña venganza.

--En Les pompes del diable un funcionario de ayuntamiento, Serafí Serratosa, es el protagonista de una novela que usted quiere que interprete el propio lector. ¿Qué puede entender, ahora que veremos nuevos alcaldes y nuevos equipos de gobierno en los consistorios?

--Espero que ningún miembro del nuevo equipo que entre en el Ayuntamiento de Barcelona después de las elecciones se encuentre con nada parecido a lo que ocurre en esta novela. El protagonista, Serafí Serratosa, es un funcionario vago y locoide, que se ríe de todo, comenzando por él mismo, al que el teniente de alcalde, amigo suyo de juventud, nombra director de su gabinete. A partir de ahí se ve envuelto en una trama de corrupción y en un lío de tráfico de estupefacientes que le superan. No se indigna: si se indignara, la novela sería una novela negra o de intriga, más seria. Él lo que quiere es que le dejen disfrutar de su nuevo cargo en paz, que no le mareen.

--La literatura a veces se deja a un lado, contaminados por aquello que decía Pla sobre la inconveniencia de leer novelas pasada una determinada edad. ¿por qué debemos leer novelas puramente literarias como Las pompas del diablo?

--Las novelas se leen por placer, y espero que Las pompas del diablo (en castellano en Destino) no sea ninguna excepción. En este caso, se trata de una novela de humor, de modo que el objetivo es que el lector se olvide de sus problemas y se ría un rato con los del protagonista y su particular visión de la burocracia municipal. Si esto además ayuda al lector a ver las cosas con otra óptica al terminar la lectura, mis principales objetivos como autor estarán alcanzados. La idea es someter la epidemia de corrupción que hemos padecido a un tribunal que tal vez no es el más justo, ni el más riguroso, pero que nos sirve para ajustar cuentas: el tribunal del humor. Como escribió Jaume Perich, el humor no es ciego, por el humor se sabe dónde está el fuego.

--¿Qué aprende Serratosa, o que sabe y no acaba de contar?

--Al aproximarse al núcleo de dirección, Serratosa descubre el lodazal de corrupción del ayuntamiento, del que él vivía al margen. El teniente de alcalde le pide que ponga orden en un proyecto que se le ha ido de las manos al ayuntamiento y, a su modo, Serratosa lo consigue. Lo único que sabe y no acaba de contar es su relación pasada con el teniente de alcalde, cuando ambos eran jóvenes, pero deja intuir que no era muy edificante.

--¿En Cataluña deberíamos comenzar a tomar distancia, todos por igual, sobre todo lo sucedido en los últimos cinco años, pero también respecto a un debate que ha polarizado tanto desde la recuperación de la Generalitat?

--Ver las cosas con un poco de distancia es siempre sano, pero esto no quiere decir que debamos renunciar a nuestras posiciones. Simplemente, alejarnos temporalmente de ellas nos puede ayudar a comprender las de los demás, y esto siempre es positivo.

--¿Es ese el problema, que para unos todo es sagrado y para otros invita a la carcajada? Lo sostiene Gregorio Luri, como algo que impide un diagnóstico común en Cataluña, pero que es válido para muchas otras situaciones.

--A mi no me desagrada que haya una variedad de diagnósticos sobre la situación de Cataluña. En absoluto. Creo que en una democracia es lógico que haya diversidad de diagnósticos. Lo que tenemos que hacer es convivir con esta diversidad.

--En una situación así, ¿qué cree que defendería Wodehouse, uno de sus escritores favoritos? ¿Qué posición adoptaría en Cataluña ahora?

--No tengo la más remota idea de que defendería Wodehouse. Wodehouse no tenía mucha afición a la política y, cuando se vio forzado a intervenir, como al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, metió la pata, de modo que es posible que ahora también la metiera, pero no sé en qué sentido.

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--Usted ha sido embajador en el Reino Unido. ¿Cómo se puede entender el fenómeno del Brexit en un país que era un modelo para todos los demócratas?

--En el Reino Unido ha habido siempre opiniones muy distintas sobre la relación con el resto de Europa. Es un tema que ya está presente en las tribulaciones de Enrique VIII, pero que viene de mucho antes. Tras el ingreso en el entonces Mercado Común bajo un gobierno conservador en 1973, un gobierno laborista convocó un referéndum. La permanencia ganó por amplio margen. Pero la Unión ha evolucionado mucho y había un cierto consenso en que en algún momento sería necesario convocar otro referéndum para verificar si los ciudadanos estaban de acuerdo con la participación del Reino Unido en un proyecto cada vez más ambicioso. El error de Cameron no fue convocar el referéndum, aunque podría haberlo dejado para más adelante. Tampoco fue perderlo, como diría tal vez un cínico. El error fue convocarlo sin una debida preparación, sin asegurarse de que los votantes serían conscientes de las implicaciones de cada opción ni fijar claramente el camino que se seguiría si la decisión era salir.

--¿Qué pesa más en el Reino Unido, la voluntad de encontrar una vía pragmática, o el orgullo de no buscar otro referéndum para rehacer la situación?

--Lo que más pesa en el Reino Unido es el deseo de cada diputado de defender las opiniones e intereses de sus votantes, porque si no lo hace se arriesga a perder su escaño en las elecciones. Como la cuestión es muy compleja y el país está muy fragmentado, el Parlamento también lo está. El gobierno está paralizado porque depende del Parlamento y no puede hacer mucho sin su consentimiento.

--¿Qué lecciones deberían tomar los independentistas catalanes del Brexit?

--Hay similitudes entre ambos procesos, pero también hay grandes diferencias, y la lección que se puede sacar en Cataluña es bastante parecida a la que se puede sacar en toda Europa: antes de convocar un referéndum conviene sopesar muy bien las consecuencias de cada una de las opciones que se someten al parecer de los votantes y alcanzar un acuerdo entre todos para gestionar el resultado.

--¿En qué medida, al margen del corto plazo y de la coyuntura, está perdiendo o ganando el debate la diplomacia española en el contexto internacional?

--Si se refiere al debate sobre Cataluña, creo que debemos acostumbrarnos a que las cuestiones sometidas a debate interno en cada uno de los países europeos sean debatidas también en los demás. En un mundo en el que las fronteras cada vez significan menos, esto es inevitable, sobre todo entre unos países que están avanzando hacia una integración cada vez más estrecha.

--Una de las ideas que aparece, como admiten algunos políticos españoles, es que los gobiernos europeos e internacionales no están al lado del movimiento independentista, pero las opiniones públicas y los médicos de comunicación son mucho más sensibles. ¿Se ha producido realmente esa dicotomía?

--Es posible, pero habría que mirarlo con detalle. Cada país es distinto, dependiendo de su historia, de si es un país grande o pequeño, de muchas cosas.

--A su juicio, ¿los medios de comunicación anglosajones han sido más permeables a la causa independentista? Esa es una percepción compartida por políticos y responsables de ciertos organismos internacionales. ¿Hay más o menos respeto por España en los medios anglosajones comparados con los medios del continente, con los de Francia en particular?

--También habría que mirarlo con detalle. No se puede generalizar. Cada medio tiene su óptica, su tradición.

--¿Qué le falta a su juicio a España para completar lo que se hizo en la transición?

--La transición se hizo bien. La prueba es que desde entonces hemos vivido los mejores años de nuestra historia contemporánea, en Cataluña y en toda España. Ahora bien, esto no significa que no necesitemos mejoras. Dejando de lado el tema catalán, que exigirá mucha voluntad de diálogo y comprensión por parte de todos, necesitamos mejorar nuestra educación, reformar la justicia y combatir mucho más a fondo la corrupción. También necesitamos un acuerdo básico para combatir la desigualdad y ganar competitividad en la economía internacional.

-Es decir, ¿cree que existe alguna verdad en el movimiento independentista sobre la falta de un mayor reconocimiento de realidades como la catalana? ¿Son los aspectos simbólicos los que faltan, más que nuevas competencias para mejorar el autogobierno?

--Mi impresión es que un mayor reconocimiento es clave para encarrilar la situación a través del diálogo. Es posible que este reconocimiento pueda llegar a través de un mayor autogobierno. También es necesario buscar un equilibrio económico y fiscal que sea considerado justo por todos y potenciar el papel de Barcelona como capital global.

--¿Se entiende en el contexto internacional que Pedro Sánchez pueda intentar un gobierno en solitario con 123 diputados? ¿Por qué ese rechazo en España a los gobiernos de coalición?

--En España, la Constitución protege al presidente, una vez investido, para asegurar la estabilidad de los gobiernos. Las condiciones para que triunfe una moción de censura son más duras que en otros países de nuestro entorno. De ahí que los gobiernos de coalición no sean tan necesarios.

--¿Considera, ahora con la vista atrás, que siempre es más fácil, que el nacionalismo catalán perdió varias oportunidades para no entrar en gobiernos españoles, con la posibilidad de cogobernar España?

--Habría que mirarlo con calma. Es posible que en algunos momentos haya habido un desinterés de la sociedad catalana, agravado por una resistencia por parte de los núcleos dirigentes de Madrid, reacios a compartir su poder.

--¿El catalanismo ha derivado en independentismo, y debía pasar por su propia naturaleza o ha sido el independentismo el que ha secuestrado el catalanismo y ahora lo invalida como opción de futuro?

--Este es un tipo de análisis abstracto que se me escapa. Para mí, el momento clave fue la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut. Aquel texto, aprobado por el Parlament, por el Congreso, por el Senado y por los catalanes en referéndum, representaba un punto de equilibrio al que supongo que muchos querrían regresar, cosa que ahora no es fácil.