Tremlett: “La pelea política a pecho descubierto que hay en España es preferible al consenso”
El historiador, autor de 'Las brigadas internacionales', señala que el debate sobre la memoria histórica ya se cerró con un reconocimiento a los extranjeros que lucharon por la República
30 mayo, 2021 00:00Giles Tremlett (Plymouth, 1962) es historiador y periodista. Ejerce de corresponsal en Madrid para The Guardian, y ha colaborado con The Economist. Tremlett conserva el mejor espíritu británico, el que le hace desconfiar de todo y no abrazar ninguna verdad como algo incuestionable. Esa crítica la ha plasmado en su libro Las Brigadas Internacionales (Debate) en el que detalla el papel de unos 35.000 extranjeros que se involucraron a favor de la República, con ideologías heterogéneas. Tremlett no evita la confrontación. Al revés. La promueve y la agita en bien del conjunto. En esta entrevista con Crónica Global, lo señala con claridad la referirse a la continua brega política en España: “La pelea política a pecho descubierto que hay en España es preferible al consenso”.
--Los brigadistas internacionales permanecen en el relato político en España como unos extranjeros muy comprometidos que lucharon en la Guerra Civil a favor de la República. Pero en su libro muestra la heterogeneidad de todos ellos. ¿Cómo eran?
--La mayoría de ellos pertenecen a dos grupos. Primero, los devotos, como los he llamado, que son los políticamente más concienciados. Son más activistas. Y luego estaban los desplazados, que eran emigrantes, como polacos que vivían en Francia, o filandeses, o húngaros que trabajaban en Canadá o italianos que estan en Nueva York. También llegaban desde el este de Europa. Eran emigrantes económicos. Pero hay otra parte de brigadistas que son aventureros, o que, simplemente, tienen simpatía por la República, pero no saben qué es lo que ocurre. No saben adónde van y se llevan sorpresas.
--Luego participaron los que estaban en Barcelona, en la Olímpiada Popular.
--Sí, estaban en Barcelona para participar en esa Olímpiada que se había organizado para contrarrestar los Juegos Olímpicos de Berlín, como un acto antifascista. La Olímpiada nunca se celebra, porque coincide con el 18 de julio. Muchos se implican al principio, pero es todo muy caótico. Había también muchos emigrantes judíos. Es difícil conocer quiénes son, y en el cementerio de las Brigadas, en Fuencarral, en Madrid, muchas tumbas no tienen nombre.
--Usted ha podido investigar en los archivos de Moscú, ¿qué se encuentra?
--Lo que ofrecen esos archivos es mucho detalle a pequeña escala. Yo digo que he escrito con la técnica artística del puntillismo, porque cada punto es un dato, y en esos archivos hay miles de datos. Pero lo más valioso es el informe, el archivo interno, que los mismos brigadistas escriben sobre las batallas. Son momentos difíciles y no son propaganda. No son informes para consumo exterior. Son, por tanto, más francos y valiosos, que ayudan a la investigación. Y aparecen cosas poco bonitas de los brigadistas, como el servicio de seguridad interior, la policía interna. Hay una vena paranoica estalinista, con sospechas de troskismo por todas partes. Es una exageración terrible por parte de los comunistas.
--¿Infundadas?
--Es que había pocos troskistas. O había comunistas ortodoxos o gente que sabía muy poco de todo ello. Lo que sí había era fascistas franceses infiltrados, que no los descubrían.
--En España la imagen del brigadista sigue siendo la de un anglosajón ideologizado. Pensamos en George Orwell. ¿Se mantiene en pie esa idea?
--Existe ese concepto, sí, pero los anglosajones eran una minoría. Los brigadistas de habla inglesa no llegaban al 20% del total. Hay muchos más italianos o franceses. Y hay muchos polacos. Orwell, además, no era brigadista. Se apunta al POUM, porque no le dejan ingresar en las Brigadas, por parte de los jefes comunistas. Cuando llega a Madrid, en 1937, quiere apuntarse en las Brigadas y se lleva con él a algunos voluntarios del POUM, pero estallan los hechos de mayo, y experimenta esa decepción con la izquierda, con su crítica al comunismo estalinista, y el hecho de que se deba estar a un lado u otro dentro del propio Ejército republicano.
--En todo caso, la URSS les da apoyo, pero no estaban al servicio de la URSS.
--Las Brigadas formaban parte de la política exterior de la URSS, del Komintern, con sede en Moscú. Stalin es un facilitador, pero no tiene el mando absoluto. Cuando se forman las Brigadas, éstas pasan a ser unidades del Ejército republicano. No tienen autonomía. Están dentro del estado mayor republicano. Son soldados republicanos.
--Largo Caballero no vio a los brigadistas con simpatía. ¿Por qué? ¿Por ese apoyo de la URSS?
--Ese factor es importante, no le gusta ese apoyo soviético. Pero su distancia creo que se debe más a un hecho nacional. ¿Para qué los necesitamos?, viene a decir. Son extranjeros. En todo caso, influyen diversos factores.
--Usted vive en Madrid y ha escuchado, de nuevo, esas acusaciones sobre el fascismo y el comunismo, en las elecciones a la Comunidad de Madrid. ¿Se pervierte el lenguaje político, se devalúa la propia terminología política?
--En los años treinta se vivió el momento álgido de todas esas ideologías: el comunismo, el troskismo, el estalinismo…Y en la Guerra Civil el fascismo tuvo un papel muy importante, con el apoyo de Mussolini. Pero trasladar todo ese lenguaje a la actualidad no tiene mucho sentido. En todo caso, si ves actuaciones de carácter trumpista, te puede preocupar, porque el fascismo no llega de golpe. En Europa, cuando estalla el fascismo, había un caldo de cultivo. En Italia y en Alemania ya se había llegado al autoritarismo.
--Por tanto, con Vox, ¿nos equivocamos si mantenemos ese discurso sobre el fascismo?
--Mi problema con todo esto es la devaluación de la terminología, como se apuntaba antes. Porque, cuando de verdad se presente el fascismo, ¿cómo lo calificaremos? Lo que de verdad veo es el nacionalismo. Veo mucho nacionalismo disfrazado de política ideológica. Pero no hay ni comunistas, que hace años que pasaron a ser eurocomunistas, ni fascistas. Y Pablo Iglesias, por supuesto, no es La Pasionaria.
--¿Cómo ha visto la figura de Pablo Iglesias, ahora que está en un segundo término?
--Creo que ha sido un personaje clave para romper el bipartidismo. Iglesias ha logrado esa ruptura. En Podemos, al margen de lo que cada uno considere, hay gente muy preparada e inteligente. Y se debe recordar que Ciudadanos cobra vuelo tras la aparición de Podemos, y si sube Vox es por Podemos y por la cuestión de Cataluña. Iglesias es un referente para otros países, en Europa. Y es jovencito. Será interesante saber cómo evolucionará, y que hará Ada Colau, con Más Madrid y Errejón. Veo un camino de todos ellos hacia un partido como Los Verdes en Alemania. Es la lógica que puede imperar, aunque entre ellos estén divididos, como siempre le pasa a la izquierda.
--¿Choca que en España se mantenga un poso ideológico que aparece de vez en cuando con virulencia, aunque se considerara que se había superado todo con la Transición?
--Aquí en España hay miedo y se exagera todo por el recuerdo de los años treinta, y tras las décadas del franquismo. Pero yo no lo veo tan tremendo. Hay confrontación de ideas. En política es más sospechoso un acuerdo global. Los consensos me ponen nervioso, porque creo que siempre esconden algo. La pelea política a pecho descubierto que hay en España es preferible al consenso.
--En todo caso, a los brigadistas ¿se les ha reconocido como un patrimonio de todos?
--A mí me gusta citar –Tremlett abre el libro y busca el párrafo—el Real Decreto de 1996 en el que se deja claro que no hay una pelea por la memoria histórica. Hubo un debate en el Congreso, y el PP apoyó que se ofreciera la nacionalidad española a los brigadistas. En el texto se dice que habían luchado en pro de la democracia y por la libertad y que con ello logran la gratitud de la nación. Ese reconocimiento, por tanto, está hecho. Aunque haya gente que discrepe de su contribución, se ha reconocido su papel. Pero es verdad que hay más reconocimiento fuera de España. Hay más de 100 monumentos. En España, sólo tres o cuatro. En Reino Unido 20, por ejemplo.
--Por tanto, aunque las nuevas generaciones o partidos como Vox pretendan reabrir grietas, esa reconciliación y reconocimiento está hecho.
--Sí, aunque como a mí me gusta la confrontación, no me importa que Stanley Paine tenga una opinión distinta a la mía en cuanto a las Brigadas Internacionales. Es interesante esa pugna para el conjunto. En la Historia hay verdades objetivas, pero la confrontación de ideas es muy válida. Y la prueba la tenemos con los propios brigadistas: había de todo tipo.
--La ultra derecha de partidos como Vox, ¿se ha alimentado de pseudo historiadores como Pío Moa que han tergiversado los hechos, más allá de las necesarias interpretaciones de los historiadores sobre la Guerra Civil?
--Ha habido mucha relectura y revisionismo por gente que no son historiadores, y que han marcado su ideología. Para mí no es la manera de hacer historia.
--¿Es presentable que se critique a escritores como Andrés Trapiello por su “revisionismo”?
--No entiendo que se le critique. Siempre hay matices. Es lo que he intentado yo con el libro sobre las Brigadas Internacionales. He desmitificado a los brigadistas como salvadores de Madrid, o como unos santos puros. Pero tampoco querían imponer el comunismo, como siempre decía Franco, que nunca se olvidaba de ellos. Lo que hicieron fue defender a la República.