Bernaldo de Quirós: “Nadie en España percibe una alternativa del centro-derecha”
El economista, autor de ‘En defensa del pluralismo liberal’, señala que las elites económicas son “prisioneras de la corrección política y están acomplejadas”
28 junio, 2020 00:00Lorenzo Bernaldo de Quirós (Ávila, 1958) es un liberal, de los pocos convencidos en España de que el liberalismo político es la solución para muchas de las cuestiones pendientes del Estado: para mejorar su eficiencia, para romper con las dos Españas enfrentadas de siempre o para resolver de una vez el encaje de Cataluña. Es presidente de la consultora Freemarket International Consulting, y es académico del Cato Institute y socio fundador del Instituto Von Mises de Barcelona. Y acaba de publicar En defensa del pluralismo liberal (Deusto), un análisis pormenorizado de cómo se ha erosionado el liberalismo, pero cómo sigue siendo, a su juicio, el mejor instrumento para garantizar la democracia. En esta entrevista con Crónica Global señala que, pese a las deficiencias del Gobierno del PSOE y de Podemos, no se ve ninguna alternativa: “Nadie en España percibe una alternativa del centro-derecha”. Y critica a las elites económicas porque “son prisioneras de la corrección política” y prefieren “pactar con la Revolución”. Para Cataluña tiene las cosas claras: “Cataluña es una nación, y no se ha encontrado todavía cómo anclarla en el Estado, y la derecha ha perdido una oportunidad para ello”.
--Pregunta: ¿Está la democracia liberal está en peligro, teniendo en cuenta que la democracia liberal es la que tenemos, la que existe en Occidente?
--Respuesta: La democracia liberal es la única que tenemos, la que nos ha garantizado los derechos y las libertades individuales. Hay otra democracia que corre el peligro de generar la tiranía de la mayoría, en el sentido que decía Benjamin Constant. La democracia liberal se sustenta en dos principios: la separación de la moral de la política y la idea de la igualdad de todos ante la ley. Y se ha erosionado, es una evidencia, desde la caída del muro de Berlín, curiosamente, cuando se suponía que había ganado la batalla en el sentido que señaló Fukuyama. Reposa en los derechos y libertades individuales, pero transita hacia una sociedad pre-liberal, porque ahora se reconocen colectivos. Ya no hay gays, feministas o ecologistas: hay colectivos de gays, feministas o ecologistas, a los que se les reconoce derechos y privilegios en función de esa condición de colectivos. Es una erosión básica, porque el individuo es el eje de la acción política. La izquierda y la derecha, la izquierda identitaria y el populismo conservador, son dos formas de colectivismo similares. Quieren imponer su peculiar versión de la idea de buena vida y de la moral, y rompen el principio pluralista de valores, de maneras de entender la vida buena, siempre que no se agreda a terceros. Está claro, por tanto, que el discurso sobre la sociedad abierta está quebrado. Y los partidos centrales del sistema han abandonado el discurso liberal, que es la única alternativa al populismo.
Lorenzo Bernaldo de Quirós responde a las preguntas de 'Crónica Global' / CG
--¿Eso le lleva a considerar que, en España, Vox y Podemos son lo mismo?
--Hay una cosa más grave, más de fondo. La crisis de 2008 y la actual crisis lo que hacen es liquidar el discurso ideológico de la socialdemocracia tradicional. Se ha vaciado de contenido. No ofrece respuestas y se ha podemizado. Es una socialdemocracia basada en identidades colectivas. Y en la derecha populista ha habido una reacción, ante un intento de la izquierda de imponer su idea de vida buena. Se ha reaccionado con otros valores, con el criterio, también, de imponerlos de forma coercitiva. Y el debate se ha transformado en una dialéctica entre amigo-enemigo. Es existencial. Eso rompe la sociedad liberal y tolerante, la que intenta utilizar la racionalidad, que ha perdido esa batalla, porque se apela a los sentimientos. Y sobre esa cuestión en concreto, se puede decir que Podemos es el único partido antisistema en Europa que, además, forma parte de un Gobierno. Es un partido que apuesta por un cambio de régimen. Vox es otra cosa. A pesar de sus poco recomendables relaciones en Europa, con Le Pen o con Orban, el discurso no es fascista: es una mezcla entre el Tea Party de Estados Unidos junto con un componente falangista. Le da menos consistencia doctrinal. El caso es que se han abrazado los dos a dos banderas, la roja y la azul.
--¿Lo que señala es que el fallo sistémico se ha producido en la izquierda?
--Quien declara la guerra, si queremos verlo en esos términos, es la izquierda. Es Rodríguez Zapatero quien cambia las cosas en España, con una apuesta por la ruptura, cuando se había hecho por la reforma. Y eso crea una reacción en la derecha que ha polarizado al país. Tienes, otra vez, el fantasma de las dos Españas, en la que la tercera España, la tolerante, creativa, constructiva, que sigue siendo la mayoría, está siendo desbordada por las otras dos.
--¿Y puede quedar en minoría?
--Sin duda. Si repasamos la historia vemos que puede pasar. Quedó arrumbada en el siglo XIX, machacada en los años treinta, y veremos ahora. Vivimos una guerra civil fría, en la que somos demasiado ricos y alfabetizados para que pase a mayores. Pero hay un enfrentamiento entre los dos bandos que se va a agudizar en los próximos años, debido a la crisis económica.
--¿Y eso se puede evitar? ¿Qué pasa con los partidos centrales?
--Quien no se presenta en el escenario es la derecha liberal y moderna, que ha desaparecido como proyecto alternativo. Esa bandera la debería esgrimir el PP y no lo está haciendo. Porque la izquierda y la derecha toman tics de su extrema izquierda y extrema derecha, y es poco alentador todo lo que sucede, porque el PP no toma una opción clara.
--¿Si el PP lo hiciera, si levantara esa bandera que usted dice, tendría premio?
--Estoy absolutamente convencido de que sí tendría premio. Por las razones que sean, --aunque está claro que la principal es la herencia del franquismo-- la derecha conservadora es extrema derecha y la izquierda comunista nunca es extrema izquierda. Es asumible. En España hay un veto a la derecha dura. Si la derecha clásica no logra correr hacia ese espacio de la defensa básica de las libertades, aun estando en una situación dramática, una derecha que necesite a Vox para gobernar no va a ganar nunca las elecciones. Y no lo hará porque en ese caso se moviliza la izquierda. Recordemos que en anteriores victorias, en 2000 y en 2011, el PP logró mayorías absolutas porque la socialdemocracia se abstuvo. Eso, ahora, no pasaría, porque está Vox.
--Entonces, ¿el PP debería dejar de lado a Vox?
--Un partido que tiene claro su proyecto y su liderazgo, no mira ni a izquierda ni a derecha y presenta sus alternativas. Si no lo haces, te conviertes en un juguete en manos de esa extrema derecha, que es lo que le está pasando al PP.
--¿La izquierda se ha basado en esa defensa de los colectivos porque no tiene una alternativa en el campo económico?
--Sí, por falta de contenido. La socialdemocracia ha muerto de éxito. Hay un consenso socialdemócrata y las dos crisis últimas lo han demostrado. Cuando se habla de neoliberalismo en un continente como el europeo, en el que casi la mitad o más del PIB está en manos del sector público, no parece muy serio. La socialdemocracia ya no es una respuesta, porque no es viable ir más allá. Y a la izquierda no le queda más remedio que aliarse con la izquierda populista e identitaria. Hay que recordar que anteriores referentes, como Blair o Schröder, eran más liberales que populistas. La alternativa sólo puede venir del centro-derecha. Pero en España nadie percibe esa alternativa. No se ve en España la existencia de un proyecto alternativo que resulte creíble frente al statu quo.
--Usted, en el libro, lo que defiende es un estado neutral por el que el liberalismo aboga. ¿Ha habido en España un estado neutral?
--Teníamos un estado que era relativamente neutral y que era razonable, desde un punto de vista liberal. Pero se ha erosionado, como decía, con acciones afirmativas, de conceder privilegios a los grupos: feministas, gays, ecologistas…Y la calidad y neutralidad de las instituciones se han erosionado y convertido en aparatos para-partidistas. El Estado ha pasado de ser un estado árbitro a un estado-jugador, un jugador a la izquierda, que ha provocado la reacción de la derecha. Y en estos momentos entre socialistas y Podemos no ha habido un cambio de gobierno, lo que hay es un cambio de régimen, una mutación que la crisis puede facilitar.
--¿Cree que se está produciendo ese cambio de régimen, o intento de cambio, con esas críticas lanzadas a la monarquía, por ejemplo?
--Se intenta cuando se habla de conquista del poder, cuando se pide someter a las fuerzas policiales, como la Guardia Civil, al control político, cuando un ministro de Interior habla de lo que es fake o no, con un ataque sistemático a la libertad de expresión, o cuando hay referencias a esa ‘nueva normalidad’, con aires orwelianos. Desde el punto de vista económico también es preocupante, con ese gigantesco PER que es el Ingreso Mínimo Vital, cuando se dejan a muchos sectores sociales como dependientes del Estado para vivir, dejando a las pymes y a los autónomos en precario. Es una evolución hacia ese cambio, y el debate sobre monarquía o república va en esa dirección. Es un intento de acabar o de modificar el marco de 1978.
--La figura del Rey emérito no parece que ayude a no generar ese debate, ¿no?
--Eso es indiscutible. Es letal y hace mucho daño a la Corona. Los revolucionarios siempre aprovechan el deterioro de las instituciones. Y también lo vemos en el campo económico, donde el capitalismo español prácticamente no reacciona, con unas elites económicas que son prisioneras de la corrección política, que están acomplejadas por ganar dinero, como su fuera un pecado, y no ejercen un papel de liderazgo.
--¿Se autodestruyen esas elites?
--Es una crisis de las elites, sí, que parece que no están dispuestas a defender el modelo y piensan que pactando con la revolución van a salvar el trasero.
-Pero, si hay una reacción a ese liberalismo, ¿no será que ha cometido excesos?
--Hay una reacción liberal, a finales de los setenta y principios de los ochenta, que no tiene continuidad. Cuando se superan las crisis, se vuelve a las andadas y los estados recuperan su potencia. No han dejado de crecer desde entonces. Los liberales lograron frenar la expansión del Estado, pero no lograron revertir la tendencia y ese es el gran fracaso que tuvieron. Ahora la situación es peor, porque se ha creado el clima de que hay una crisis del capitalismo, y cuando ves el peso del sector público, ves que eso no es real, salvo, y con matices, algunos países anglosajones. Sin embargo, la izquierda ha logrado convencer de que existe una crisis del capitalismo, cuando lo que ocurre es que hay un agotamiento del proyecto socialdemócrata.
--En Cataluña, el independentismo no pasa por sus mejores momentos. Pero, ¿a qué obedece que se abrazara el populismo, cuando la sociedad catalana estaba convencida de que estaba más avanzada que el resto?
--Cataluña ha tenido estallidos esporádicos a lo largo de su historia, como en 1640, en 1714 y en la Guerra Civil. Pero hay que decir, y eso a veces sienta mal desde Madrid, que no hemos logrado el anclaje de Cataluña. El independentismo se puede entender como un exceso, y lo es, sí, pero es justo señalar que hay una parte importante de la sociedad catalana que no se siente cómoda, y no hemos logrado ofrecer un statu quo razonable. Y eso se debe a que tenemos un estado autonómico absolutamente ineficiente, que propugna una simetría que no responde a la realidad. Yo soy de Ávila, y no soy sospechoso de defender el independentismo, pero no es igual Cataluña que Murcia. Hay una realidad plural en España, que es una nación de naciones, naciones que deben tener un tratamiento específico y eso no se ha producido. Ahora todo será más complicado, porque tenemos un país muy polarizado. Pero deberíamos ir hacia un federalismo competitivo que conduciría a una asimetría voluntaria. Decir esto tiene costes a uno y otro lado, pero es lo que hay.
--De hecho, ¿debería la derecha está más interesada en resolver esa cuestión, por un tema de eficiencia del Estado?
--La izquierda es jacobina, y la derecha debería reconciliarse con la realidad histórica de las Españas, que es una realidad que no va a desaparecer jamás. Soy crítico con la reacción de la derecha que dice que asume la realidad histórica. Ha perdido una oportunidad de plantear una estructura territorial diferente. No ve que esa Historia a la que apela es otra muy distinta. Hasta que no llegó Felipe V, había una España de corte federal que sería muy débil, sí, tan débil que gestionó un Imperio durante trescientos años. Ahora plantear todo eso será muy difícil y soy pesimista. Pero insisto en que no veo cuál es el problema de reconocer Cataluña como nación. Hay que eliminar del debate cuestiones sentimentales y añadir más racionalidad.