El domingo 26M los ciudadanos de Barcelona decidirán quién regirá en los próximos cuatro años los destinos de la Ciutat Comtal. La actual alcaldesa, Ada Colau, se juega su "ser o no ser"; sabe que la pérdida de la alcaldía podría ser letal para su carrera. Llegó al poder como una profesional del activismo, líder de una izquierda fake, y se aferra en mantenerse intentando ocultar el desastre de su gestión y recurriendo a un pragmatismo propio de profesional de la vieja política.

El colauismo es un populismo travestido de izquierda fake. Utiliza la demagogia de que su autoridad deriva de la calle y del soporte de las entidades sociales bajo su control. Su programa que la llevó a la toma de poder es de fuertes raíces peronistas, que pretende ser de izquierdas, pero que ignora los intereses de los trabajadores a los que cita por el genérico populista de la gente. Que la alcaldesa no se haya reunido ni una sola vez con el comité de empresa del Ayuntamiento de Barcelona y no haya visitado en ninguna ocasión la factoría de Seat es algo más que una anécdota.

Alardean de combatir el sistema, pero sin embargo siempre han vivido de él. Su núcleo duro se nutrió durante años de las subvenciones del Observatori DESC (Drets Econòmics Socials i Culturals), financiado con fondos públicos.

Hablan de transparencia pero la realidad es que durante estos cuatro años han eludido convocar a los ciudadanos y a los agentes socioeconómicos en las áreas más importantes que determinan la vida económica de Barcelona. Según recoge el propio PAM (Programa de Actuación Municipal 2016-2023), ha sido nula la participación de la ciudadanía en temas tan significativos como las convocatorias sobre "los presupuestos transparentes" y "la información a los ciudadanos sobre las finanzas municipales". Los agentes económicos de la ciudad han sido excluidos reiteradamente de la participación en temas de tanta trascendencia como la Zona Franca, el Pla del Delta del Llobregat, la promoción exterior de Barcelona…

La perversidad de la suma del procés y la política antisistema de los comunes ha destruido riqueza. Coalición de irresponsables en el Govern de la Generalitat y de incapaces en el ayuntamiento. El clima de inseguridad ciudadana y el paro golpea con especial intensidad en los barrios más desfavorecidos; en los primeros meses del año, el desempleo ha crecido en barrios como la Guineuta, Roquetes, Trinitat Nova, Ciutat Meridiana…

El colauismo ahuyenta a las empresas y a los negocios. Calificar al turismo de cruceros como "plaga de langostas" no contribuye a crear el clima favorable a la inversión y supone un acto de irresponsabilidad y de incomprensión hacia lo que es la economía urbana de una ciudad portuaria como Barcelona. No ha habido una estrategia clara y bien definida de ciudad para crear las condiciones que permitan la atracción de empresas innovadoras con suficiente masa crítica para activar el tejido tecnológico de la ciudad. El colauismo ha sido incapaz de incentivar la creación de riqueza y la generación de empleo.

Pero Colau quiere continuar a toda costa. Para ello sustituye a su equipo de agitprop y los envía al exilio madrileño. Elabora una nueva estrategia gatopardiana, hagamos que todo cambie para que todo siga igual. Recupera sus relaciones con los podemitas de Pablo Iglesias y, a través de la conversión pablista al constitucionalismo, intenta seducir al partido socialista para poder seguir gobernando en Barcelona. Hace dos años el guion colauita exigía despedir al PSC, soplaban vientos de DUI y 155; hoy el realismo pragmático que ha terminado impregnando toda la acción de la nueva política exige un cambio de rumbo y de guion, necesita al PSC para poder seguir mandando en Barcelona. Todo un ejemplo de carencia de ética y coherencia política.