Si el mes pasado la nombraron presidenta de JxCat, y hace unos días se sintió confortada, e incluso exaltada, por el acto de adhesión en el Ateneo que le tributaron sus fieles indomables del Pilé 43… esta semana, en cambio, no ha sido una buena semana para la señora Laura Borràs, la presidenta del Parlamento autonómico. Ha sido más bien una semana para olvidar. Una semana borrascosa. Para borrarla. Ganas dan de emborrascharse. ¡Menos mal que mañana es sábado!
Primero trascendió la severa pena de varios años de cárcel que va a pedir el fiscal cuando por fin comparezca ante el juez por el caso de los trapis en la ILC; de este caso de presunta corrupción los mossos encontraron pruebas de tal calibre –conversaciones grabadas donde da instrucciones concretas para la comisión de un delito— que a su abogado le va a resultar condenadamente difícil que salga exonerada, como no sea alegando algún defecto de forma.
Luego Jordi Llovet, el reputado catedrático, publicó en su cuenta de Facebook un texto en donde ponía al descubierto otra clase de trapacerías de la señora Borràs para medrar en la Universidad; y entre otras historias embarazosas y según y cómo ridículas sobre su incompetencia académica revelaba cómo y por qué fue expulsada de la UOC. Estando ya jubilado, el señor Llovet debió de pensar que no tenía nada que perder, ninguna represalia que temer de la política. Luego, ante la amenaza borrasina de judicializar el tema, borró su texto de la plataforma. Pero ya ha asestado un golpe demoledor a la reputación de intelectual sólida que su claque le había ido amorosamente confeccionando, sin que nosotros nunca la creyésemos. ¿Cómo creer en su refinamiento intelectual si la veíamos alternando en el Lázaro con Sanuy, Alavedra y tutti quanti, y luego por la tele hemos podido constatar su arrogante brutalidad, carente de todo refinamiento, contra la oposición en el Parlament?
Y tercer y último contratiempo de la semana, después de una entrevista que no le pareció lo bastante simpática, ella, su fiel escudero Francesc de Dalmases y el resto de su séquito encerraron a una periodista de TV3, arrastrándola de la muñeca a un despacho, cerrando la puerta y procediendo allí Dalmases a intimidarla con golpes a muebles y paredes, gritos e invectivas. Todo esto no es solo una prueba de mal carácter y deficiente y atrabiliaria educación: suena a delito de acoso, a machismo paleolítico –pues a un hombre no se hubiera Dalmases atrevido a agarrarle de la muñeca— y a abuso de poder, con la complicidad de Borràs, que estuvo en la habitación del miedo y no le frenó.
Por cierto que tiene guasa que la entrevista se celebrase en uno de los programas más sectarios de TV3%; la cadena ha procurado echar tierra sobre el asunto, porque esos abusones son de los suyos, y además muy poderosos; pero hoy día la información circula a excesiva velocidad y es prácticamente imposible cortocircuitarla, más aún en temas como este, en el que está la sociedad extremadamente sensibilizada.
Esta escena de Dalmases desencadenado puede que traiga cola. No creo que sea tan fácil pasar página. Pero de momento ya está aquí el fin de semana: desde aquí le recomiendo afectuosamente a la señora Borràs que se suba a su Jaguar y se vaya a algún lugar fresco y tranquilo para serenarse y reponer fuerzas. Las puede necesitar. La semana que viene puede ser aún más borrascosa. Puede ser una semana incluso aborrascible. Pero si aguanta, ya está a la vuelta de la esquina el mes de agosto, cuando todo trajín cesa; y luego ya en septiembre creo que llega el Armagedón y de estas miserias nadie se acordará.
Salvo los jueces, claro: esos cuando muerden no hay manera de que suelten la presa.