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Recreación de la batalla del Jarama

Recreación de la batalla del Jarama Europa Press

Pensamiento

Ni rojos ni azules

"Con ser demócratas y aceptar las leyes del Estado de derecho es suficiente; por favor, más estudios y menos batallitas; más historia y menos memoria histórica"

Publicada

Ya se acaba el año de Franco, por si no se ha enterado. A muchos nos sorprendió ese invento de España en Libertad que ha dado para bien poco. 

Hace 50 años, no empezó la Transición ni se aprobó la Constitución ni empezamos nada de nada. El Régimen seguía vivo y dando sus últimos coletazos. Algunos bien siniestros, como los fusilamientos ejecutados durante septiembre de 1975. Poco después, el 20 de noviembre, falleció en su casa y  en su cama Francisco Franco, llamado caudillo por unos y dictador por otros.   

Cuando me sale por peteneras un nuevo “antifranquista” al que conocí sin abrir la boca, pienso en aquellos setentas, que me pillaron joven, confundida y decidida a ser de los buenos; aún no sabía que esos no andaban recitando credos ni imponiendo votos o creyéndose mejores.

Confieso que rara vez me atrevo a poner en orden mis recuerdos, aunque siento que debemos negar la mayor y renunciar a la culpa. 

Eso pensé al leer una entrevista al ilustre periodista Iñaki Gabilondo, titulada: “Que el franquismo muriera en la cama fue una deshonra y una vergüenza generacional”. Él tiene 82 años, o sea que no vivió la guerra.

No es fácil distinguir lo que pasó de lo que revivimos o imaginamos, pero los mea culpas suenan, a veces, a clericalismo bien pensante (“por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa”) y son aburridos, además de generalistas, falsos e hipócritas, casi siempre. 

Hace unos días, sin embargo, en un largo viaje en avión hasta el más allá de Europa, leí una crónica exacta y mordaz sobre el último año de vida del Generalísimo que aclaró mis dudas y les puso fecha.

La firma Miguel Ángel Aguilar, un periodista de verdad, de esos que buscaban la noticia en la calle y en los bares. Estuvo allí y reconstruye aquel último año de la dictadura franquista en No había costumbre, publicado por la editorial Ladera Norte.

A partir de ahora, pienso regalar el magistral relato de Aguilar a cualquier nuevo antifranquista, al que conocí pasando de todo en los setenta y, ahora, se reinventa para regañarnos y darnos lecciones de democracia.

Otro enorme periodista, Víctor Márquez Reviriego, que trabajó en la revista Triunfo (símbolo de la resistencia al franquismo), calificaba hace poco a esos personajillos de “antifranquistas póstumos”. 

Personalmente, me agota volver a leer, ver un reportaje o asistir a la nueva  película de un director premiado y alabado en el que se exige desenterrar a los fallecidos, pero de un solo bando, el republicano. Los muertos “nacionales” no merecen tener memoria. 

Poco se explica en las conmemoraciones sanchistas de quienes fueron asesinados en las checas (centros de detención y ejecución sumarísima de la zona republicana).

Sin embargo, durante aquel 1936 en que el Gobierno del Frente Popular cedió el control a milicianos y sindicalistas, muchas familias supieron de la peor forma que habían nacido en el lado equivocado.

Eso me explicó una vez mi muy catalanista abuelo Josep (alias Pepito), que recibió un anónimo donde le acusaban de “explotador” y “jesuítico”. Se le pusieron los pelos de punta y se lanzó a los Pirineos para intentar, sin éxito, llegar a Francia. Yo siempre pensé, también mi madre y mi tío, que era una historia de terror inventada, pero cuando falleció encontramos dentro de su caja fuerte un sobre amarillento con el tétrico mensaje. 

Debemos recordar bien y, de una vez, enseñar a nuestros hijos y nietos la historia de lo que sucedió antes, durante y después de la Guerra Civil. La memoria no puede ser un arma política, sino histórica.

En el sistema escolar se está pasando sin ganas por encima del antes, el durante y el después de la Guerra Civil y del franquismo. Un par de clases, me dicen unos, un par de párrafos, recuerdan otros. Por aquello de no ofender ni meterse en líos.

En ese ambiente se decide qué temas se estudian en la asignatura de Historia de España, que se cursa (¿solo?) en 2º de Bachillerato y con temario diferente según la comunidad autónoma. Imposible sacar el agua clara de este enredo en el que la Transición fue lo mejor que nos ha pasado y, para otros, un invento de los baby-boomers para darse pote.

Vivimos tiempos donde la política busca un relato. Corto y fácil. Así no hay quien explique una guerra civil de tres largos años que precedió a la segunda guerra mundial, ni una dictadura que duró 40 largos años ni una Transición –bien hecha y consensuada– que empezó en 1976 y se cerró en los ochenta.

No pidamos perdón, ni queramos ser “antifranquistas póstumos”. No somos ya “rojos” o “azules”. Con ser demócratas y aceptar las leyes del Estado de derecho es suficiente. Por favor, más estudios y menos batallitas; más historia y menos memoria histórica.