Una marcha de la nueva OJS en Barcelona
OJS: ¡Vuelve la lucha de clases!
"Cada nueva oleada de independentistas cerriles lo es un poco más que la anterior, como si quisiese darle la razón al dicho: 'Si no puede ayudar, moleste. Lo importante es participar'"
Como bien sabemos, todo es susceptible de empeorar, dado que la ley de Murphy es, entre nosotros, la única que se aplica al pie de la letra. Lo pudimos comprobar en España con la aparición de Vox y Podemos. Y lo estamos comprobando en Cataluña con el nacimiento de Aliança Catalana, en la que el racismo y el supremacismo de convergentes y republicanos se ha dejado de componendas democráticas para mostrar sus auténticos (y espantosos) colores. Ahora le toca a la CUP su propia escisión, denominada Organització Juvenil Socialista (OJS), que cuenta con casi tres años de vida y empieza a asomar la patita proletaria, antiburguesa y de un comunismo fetén entre las jóvenes generaciones.
No les vale a estos muchachos la “mirada larga” que pregona Carles Puigdemont para desacreditar a la competencia, pensando, en su caso, en la matamoros de Ripoll, Sílvia Orriols. Como lleva desde hace tiempo sintiendo en el cogote la respiración de la señora Orriols, Puchi, haciendo de la necesidad virtud, reivindica la presunta autoridad moral de los postpujolistas (según le conviene, Junts es un partido de nuevo cuño o la continuación natural de la Convergència de toda la vida). Nadie ha metido la pata más que él a la hora de hacer como que gobernaba Cataluña, pero si cuela, cuela. Total, lo único que le preocupa ya es su amnistía, que no llega ni a tiros. Incluso ha decidido hacer la vida imposible al PSOE hasta que el Constitucional acepte su recurso de amparo, paso previo a su liberación total del malvado Estado español. Si se le aprueba el recurso, igual le echa una manita a Sánchez en lo de los Presupuestos. Si no, al carajo con todo.
Que a la CUP le salga una excrecencia aún más rancia y más comunista no es más que la puesta en práctica del viejo refrán: “Tres españoles, cuatro opiniones”. Pero en catalán. Casi todos los miembros de la OJS proceden de Arran, el Frente de Juventudes de la CUP, o sea, su Banda de la Porra, como pudimos comprobar en esta santa casa cuando nos rompieron los cristales de nuestra primera sede (situada a pocos metros de la de la CUP, algo muy práctico para guardar los martillos). Y se ha percatado que la Casa Madre se estaba aburguesando, se había olvidado de la lucha de clases y, por consiguiente, de combatir al cochino burgués. Y hasta ahí podíamos llegar. Si la CUP es un partido residual, calculen ustedes la capacidad de la OJS para ganar amigos e influir en la sociedad, que diría el llorado Dale Carnegie. Pero ya se sabe que todos hemos sido quiméricos de jóvenes (aunque no recurriésemos a ideas tan vetustas y superadas como las que inspiraron el comunismo original).
Lo de la OJS es eso que los anglos denominan un back to basics. O sea, un regreso a los orígenes: viva el proletariado y muerte al burgués. La OJS reivindica la bandera roja porque ha quedado aún más obsoleta que la estelada. Estamos, pues, hablando de un movimiento de jóvenes rancios que no creo que tenga mucho futuro, más allá de contribuir a hundir a la CUP un poco más en la irrelevancia. Evidentemente, también son independentistas. Y propalestinos, claro está. Y siempre dispuestos a apuntarse a la cause du jour. Para algo está ahí lo más bruto y primario de Arran.
Por si faltara algún detalle para lamentar aún más el nacimiento de la OJS, tengamos en cuenta que su movimiento (por llamarlo de alguna manera) es de inspiración vasca. Concretamente, de una escisión de EH Bildu que atiende por Gazte Koordinadora Socialista, una gente que, ¡oh, sorpresa!, se dio cuenta de que la casa madre se estaba aburguesando y convirtiéndose paulatinamente en españolaza. Ya se sabe que se empieza dejando de asesinar al adversario y se acaba compartiendo con él mesa, mantel y parlamento opresor.
La cosa no debería extrañarnos a los que aún nos acordamos de cuando el mandamás de la CUP, David Fernández, también conocido como Sandalio Samarreta, ejercía de chófer de Otegi cuando éste caía por Barcelona, aunque no sabía conducir y solo podía actuar como groupie en jefe del energúmeno y exterrorista vasco (que ahora es el amiguete favorito de nuestras dos principales Pasionarias de estar por casa, Ione Belarra e Irene Montero). El vandalismo catalán siempre ha mirado con envidia y admiración a los abertzales más descerebrados.
Mientras Puchi sigue con su “mirada larga”, la realidad del postprusés se llena de miradas cortas. Cada nueva oleada de independentistas cerriles lo es un poco más que la anterior, como si quisiese darle la razón al dicho: “Si no puede ayudar, moleste. Lo importante es participar”.