Conejos en la paella, perros en el sofá, vacas en los templos y pulpos en documentales de Netflix: la sostenibilidad global también depende de estas contradicciones culturales.

Cuando hablamos de sostenibilidad solemos pensar en ciencia, tecnología o reducción de emisiones. Pero hay un terreno igual de determinante: la relación cultural y ética que establecemos con los animales.

Lo que en un país es plato cotidiano, en otro es tabú. Y en esas diferencias se juega también el futuro de la sostenibilidad y de muchas industrias que tendrán que aprender a moverse entre cultura, ética y mercado.

Conejos: de la paella al peluche

En España, el conejo es un clásico de la dieta mediterránea. Carne magra, saludable y con bajo impacto ambiental: requiere menos agua y pienso que la vaca y emite menos gases de efecto invernadero. Tradición y sostenibilidad coinciden.

En Reino Unido, en cambio, el conejo es una mascota entrañable. Pensar en comerlo genera rechazo. Un mismo animal, dos significados opuestos.

Perros: el tabú invertido

En algunos países de Asia, como Vietnam o Corea del Sur, el perro ha sido parte de la dieta. En Occidente, es “el mejor amigo del hombre” y miembro de la familia.

El festival de Yulin, en China, sigue siendo defendido como tradición local, mientras en Europa o EEUU se condena como barbarie. El espejo cultural funciona en ambas direcciones.

Ballenas y delfines: ¿vida marina o seres sagrados?

En Japón, Noruega o Islandia, la caza de ballenas se reivindica como herencia cultural. En las Islas Feroe, el sacrificio de delfines se mantiene como ritual comunitario.

Pero en gran parte del mundo, estos animales son símbolo de inteligencia y vida social. Matar un delfín escandaliza, aunque pescar un pez espada sea “normal”. La biología no marca la diferencia: la cultura sí.

Vacas: carne y culto

En Occidente, la carne de vacuno es un pilar cultural y gastronómico: barbacoas, asados, filetes.

En India, la vaca es sagrada. Su sacrificio está prohibido en muchos estados y su carne es tabú. Lo que en Buenos Aires se celebra en la parrilla, en Nueva Delhi se venera en la calle.

Pulpos y tortugas: el giro mediático

El documental de Netflix Lo que el pulpo me enseñó cambió la percepción global del pulpo, mostrando su inteligencia y capacidad de vínculo. En Galicia es tradición gastronómica; en el imaginario internacional, un animal con “personalidad”.

Las tortugas marinas son otro símbolo. Mientras en algunos países aún se consumen, en la mayoría se han convertido en icono de conservación frente al plástico en los océanos.

Cultura, ética, ley… y sostenibilidad

Estos ejemplos muestran que nuestra relación con los animales está marcada por:

  • La cultura, que dicta qué entra en la cocina y qué en el salón.
  • Los valores, que proyectan empatía sobre unas especies y distancia sobre otras.
  • La ética, que evoluciona con nuevas sensibilidades (como la protección de cetáceos o pulpos).
  • La ley, que cristaliza esas percepciones en normas.

Implicaciones para las industrias

Estas diferencias culturales no son solo anécdotas: tienen consecuencias directas en la economía y en múltiples sectores.

  • El sector agroalimentario se enfrenta a un dilema: producir lo que es ambientalmente sostenible no siempre coincide con lo que es culturalmente aceptado.
  • El turismo y la gastronomía se ven impactados cuando una tradición local es percibida como inaceptable globalmente.
  • Las empresas de retail y alimentación deben adaptar su oferta a mercados con sensibilidades muy distintas.
  • Las nuevas proteínas (insectos, algas, carne cultivada) atraen inversión millonaria, pero su aceptación dependerá de superar resistencias culturales y narrativas sociales.
  • Incluso la industria del entretenimiento, a través de documentales o campañas mediáticas, redefine la percepción que tenemos de ciertos animales.

En definitiva, la sostenibilidad empresarial del futuro no dependerá solo de la tecnología o la eficiencia, sino también de la sensibilidad cultural y ética. Y afecta a muchas industrias, más allá de la alimentación.

Conclusión: sostenibilidad con sensibilidad cultural

La transición hacia un mundo sostenible no puede plantearse solo como un problema técnico o económico. Necesita incorporar la diversidad cultural y los dilemas éticos.

Porque lo que para unos es cazuela, para otros es sofá; lo que en un lugar es símbolo de abundancia, en otro es tabú religioso.

La sostenibilidad será global solo si es capaz de moverse entre esas contradicciones. Y la gran pregunta sigue abierta: quién decide qué animales son alimento y cuáles merecen protección.