En los últimos años, los marketplaces de productos de segunda mano se han presentado como la gran solución al consumo excesivo. Comprar moda pre-loved, como le gusta llamarlo a la industria, se ha convertido en sinónimo de responsabilidad ecológica y conciencia social. Sin embargo, bajo ese discurso amable se esconde un problema creciente que las marcas, los consumidores y las plataformas aún no han sabido afrontar con la seriedad que merece: la venta masiva de falsificaciones.

Hoy en día no hace falta pasearse por mercadillos clandestinos para encontrarse con una imitación. Basta abrir una app. Basta con buscar “tarjetero Miu Miu” o “cartera Moschino” en plataformas como Vinted o Wallapop. Lo que aparece ahí es, en muchos casos, una réplica bien empaquetada, con caja, supuesta etiqueta original y un precio que debería levantar sospechas al instante. Y, sin embargo, se vende. Mucho. Todos los días.

El fraude no es nuevo, pero ha mutado. Las copias actuales no son burdas ni evidentes. Se presentan como gangas irresistibles en un contexto donde el lujo se vuelve aspiracional pero accesible gracias a la segunda mano. Y eso desdibuja los límites entre lo real y lo falso. El usuario medio no tiene herramientas para diferenciar un artículo auténtico de uno clonado. Y las plataformas, aunque lo nieguen, tampoco.

Mientras Vinted asegura contar con sistemas de revisión comunitaria y controles internos, la realidad es que los vendedores que comercian con falsificaciones saben perfectamente cómo navegar esos filtros. Editan imágenes, modifican los nombres de las marcas (añadiendo una letra, acento o espacio), crean perfiles con reseñas falsas o venden productos reales mezclados con imitaciones para ganar credibilidad. El resultado es un entorno donde la suplantación es constante y el margen de maniobra para detectarla, mínimo.

Las consecuencias para las marcas no son solo económicas. También se juega su capital simbólico. Cuando un consumidor se siente engañado, la desconfianza no solo se dirige al vendedor. La marca, aunque no haya tenido nada que ver, también se ve cuestionada. Se erosiona su autoridad. Se banaliza su valor.

Desde OnbrandinG trabajamos con marcas de todos los sectores para identificar, rastrear y actuar ante este tipo de situaciones. No se trata solo de pedir que retiren publicaciones. Se trata de entender el funcionamiento de estas redes informales de comercialización, de investigar su origen, de activar los canales legales pertinentes y, sobre todo, de anticiparse. La prevención digital hoy es tan necesaria como la seguridad física en tienda.

No es razonable que las marcas deban cargar con toda la responsabilidad. Las plataformas deben asumir su papel como intermediarios con poder. Y eso implica dotarse de tecnología más avanzada, implementar sistemas de verificación de identidad más sólidos y establecer canales de colaboración reales con los titulares de marcas.

El lujo no está en el precio, sino en la autenticidad. Y la autenticidad, si no se defiende, desaparece.