¿Hay motivos para adelantar las elecciones? Sí. También hay razones para lo contrario. Lo que está claro es que la derecha en pleno se ha puesto de acuerdo en que hay que tumbar al gobierno. Y la derecha, cuando quiere algo, saca los santos y los santones a la calle para pedir lluvia, frío, calor y que Pedro Sánchez dimita.

Como dice un viejo lema, la derecha que brama unida permanece unida.

A los santones se les reconoce por su tendencia a uniformarse, fundamentalmente de negro. Los hombres de negro daban miedo cuando llegaban de Bruselas a Madrid. Pero los del interior también son de temer. Parecen poseídos por la ira de su Dios.

Hay dos especies autóctonas principales de hombre de negro: los jueces, de negra toga y puñetas, y los curas, que utilizan la sotana para cubrir sus vergüenzas y, también, sus desvergüenzas.

Los jueces han decidido que como les toquen el estatus van a ir a la huelga. ¿Los jueces? Bueno, todos no. Sólo los de derechas, que son mayoría.

La ventaja de esa huelga es que es inútil. ¿Qué importan tres días de retraso en procesos que llevan más de diez años esperando? Será por casualidad, pero los más retrasados son casi siempre los que implican a los ricos y de derechas.

Los jueces están agrupados en gremios de protección mutua. Se autodefinen como un poder independiente frente al poder político del Gobierno y el Parlamento. Pero hay una diferencia: al gobierno lo puede echar el Parlamento.

Y los diputados pueden dejar de serlo cuando hay elecciones. Los jueces no. Lo son a perpetuidad. Sólo los pueden destituir los propios jueces. Escapan al control de la ciudadanía, única depositaria del poder político en una democracia. Dicen. 

Los jueces encargados de controlar la honestidad y eficacia de otros jueces saben que el juez controlado hoy puede ser el juez controlador mañana, por eso se andan con cuidado. En caso de duda, no hacer nada.

Jueces y fiscales durante un paro de diez minutos de asociaciones de jueces y fiscales, frente a Ciutat de la Justicia, a 11 de junio de 2025

Jueces y fiscales durante un paro de diez minutos de asociaciones de jueces y fiscales, frente a Ciutat de la Justicia, a 11 de junio de 2025 Europa Press

Así se han ido instalando en la impunidad. Hacen lo que les da la gana porque, dicen, son los encargados de interpretar las leyes. No de aplicarlas, que sería lo esperable.

El asunto es grave porque se trata de un gremio que reconoce tener problemas con el lenguaje. Las palabras de sus textos significan cosas distintas que para el resto de los mortales y pueden escribir de pena (ocurre con frecuencia). Si el ciudadano -¡pobre!- no entiende nada, puede pedir una aclaración de sentencia, en vez de enviar al juez de vuelta a la escuela (primaria).

Otros que no se enteran o no se quieren enterar, y que también visten de negro, son los sacerdotes católicos. ¿Todos? Los que tienen mando en plaza. De ahí que la conferencia espiscopal se haya apuntado (una vez más) al carro de Vox y del PP para pedir las elecciones anticipadas.

Incluso han pedido que intervenga el rey, que no tiene vela en este entierro.

Sus eminencias no necesitan saber qué dicen las leyes de los hombres. Saben lo que dicen las de Dios, con la ventaja enorme de que él no va presentarse a desmentirles.

A los obispos este gobierno no les gusta. Nunca se les ha ocurrido llevarlo bajo palio, como hicieron entusiasmados con el dictador. ¡Aquellos eran buenos tiempos! Las monjas podían comerciar con niños y los curas acariciar a las criaturas sin salir en los papeles. 

Eran tan cesaristas que a nadie se le ocurría recordar que el Evangelio, cuyas enseñanzas dicen seguir, establece que César y Dios no son lo mismo. 

Ahora se han contenido y no han convocado manifestaciones. Igual es por el calor que hace. O porque tienen una vena tolerante que les permite negar la comunión a un divorciado pero les hace callar ante la evidencia de que la presidenta de Madrid vive en pecado (según ellos). Ya lo compensa con las ayudas a la escuela religiosa. Mejor eso que imponerle diez avemarías.

Los obispos, como los pájaros, no tienen problemas de nido, ni siquiera siendo jóvenes, y visten mejor que los lirios del campo, aunque no tejen tejidos, pero sí complicidades con el resto de la derecha: Vox, PP y los jueces conservadores, muchos de los cuales no dudan nunca en aceptar denuncias de asociaciones ultras con distinto nombre, mucho tiempo y más dinero.

En el fondo defienden sus privilegios. Los de sus señorías para leer la ley a su antojo y casi siempre a favor de los que mandan; los de los obispos para seguir inmatriculando (gracias a Aznar) y para no pagar ni impuestos ni indemnizaciones a las víctimas de sus elementos pecadores.

Es posible que se salgan con la suya y un nuevo gobierno acabe con derechos como el de la mujer al aborto, el de los homosexuales a convivir sin problemas legales, el de los sufrientes a morir dignamente. El del divorcio no, que nunca se sabe si puede necesitarse.

Eso sí, lo prohibirían de mil amores. En nombre de la libertad.

La de ellos, claro.