Mientras el president Illa rescata el Pla de Barris, que impulsó el president Maragall y tuvo continuidad con el president Montilla, y afronta con firmeza la remodelación de la DGAIA salpicada de escándalos personales y económicos, el independentismo que ha gobernado en la última década sin percatarse que la DGAIA era la cueva de Alí Babá de ladrones supuestos y pederastas reales sigue retozando en la nimiedad.

 Al rescate del independentismo ha salido el inefable exconseller Joan Carretero, guadaña en mano contra su antiguo partido: ERC. Les niega incluso a los republicanos que sean independentistas y augura el paso de Gabriel Rufián al PSOE o Podemos. Afirmaciones de un gurú que se asemeja a aquel personaje de dibujos animados llamado Pierre Nodoyuna. Pero, no se inquieten, la salvación viene de la mano de Lluís Llach que se queja de la ANC de los que le critican y se queja de la candidatura Dempeus per la Independència. Seguro que conseguirá hacer lucir su liderazgo vendiendo a 15 euros un puzzle para completar la independencia. Todo un crack.

Ninguna de estas viejas glorias, como la calificaba nuestro compañero Pablo Planas, habló ni un minuto de la Operación Cataluña. En eso se parecen a los medios de comunicación de Madrid DF. La comparecencia de Xavier Trías y Oriol Junqueras pasó sin pena ni gloria porque, como todo el mundo sabe en ese Madrid DF, la Operación Cataluña es una historia de ficción que utilizan los independentistas en su propio beneficio con la aquiescencia de Pedro Sánchez, of course.

De hecho, tampoco en los Tribunales tuvo eco. El juez García Castellón, ahora jubilado por la gracia de dios, abrió más de 30 piezas al comisario Villarejo. Ninguna sobre la Operación Cataluña porque su idea de la unidad de España es compartida y respaldadas por el juez Marchena, que afirma sin rubor que las acusaciones de lawfare son una infamia. Seguro que en la feria de San Isidro cortará dos orejas y rabo y dará la vuelta al ruedo. Su idea de España una y no 51 tiene rédito. Y además, el que iba a controlar la Sala Segunda por la puerta de atrás, le dice al Gobierno como debe legislar. Un ejemplo de separación de poderes, sin duda.

Con el silencio estruendoso de Puigdemont en estos días porque quizá debe estar cavilando a quién pone de candidato en Barcelona o como incomoda a Pedro Sánchez para tener protagonismo en las diezmadas huestes indepes, su mundo anda descolocado. Sobre el Pla de Barris o sobre la DGAIA, silencio de manual, por cierto.

Tan descolocado como su jefe de gabinete, Josep Lluís Alay, que pide la expulsión de la UER de RTVE. Mientras mueren más de cien personas al día en Gaza, mientras se mueren de hambre porque Israel no deja entrar ayuda humanitaria, mientras el mundo asiste mudo a la mayor limpie étnica o mientras la ONU ve en peligro la vida de 14.000 bebés por falta de medicinas o alimentos, Alay ha encontrado la solución: expulsar a RTVE de la UER. Claro, es que RTVE ha tenido la desfachatez de ver una organizada mano sionista en el voto de los telespectadores.

Estaría bien que Puigdemont nos aclarara si es partidario de las políticas del gobierno de Netanyahu. De momento, se han limitado a votar a favor de la tramitación de la ley de embargo de armas. Y presentará enmiendas. Veremos cómo acaba porque es un secreto a voces de que Junts está muy cerca del sionismo. De hecho, Puigdemont no ocultó su enfado por el cierre de la Delegación catalana en Tel Aviv.

No es decente identificar a los sionistas de extrema derecha con pueblo israelí como tampoco es decente identificar a Hamàs con el pueblo palestino. ¿Así pretende remontar el independentismo de derechas? Insultando a ERC, alienándose con Israel como Alay y Puigdemont, callando ante los escándalos de sus gobiernos, o recurriendo a los dinosaurios para “reinventarse”, aunque en realidad es volver a tropezar en la misma piedra.

El independentismo está KO, pero debe empezar a ponerse serio entendiendo que la España plural solo la impulsa Sánchez, con sus aciertos y errores, pero es el único que entiende la diversidad. Y sin diversidad, Cataluña no será más que una mera Diputación. Y si quieren pintar algo, ya es hora de que se impliquen en la gobernabilidad con Illa hablando del Pla de Barris, la DGAIA, la ampliación del aeropuerto o la vivienda.

Seguir en su burbuja solo sube las expectativas de Aliança Catalana. La historia da lecciones, hay que aprenderlas, vivir en la ambigüedad y en una ensoñación onanista no aporta nada bueno. Es solo política de pa sucat am oli.