Mi hijo lleva toda la semana preguntándome, impaciente, cuándo llegará “la Pascua” y saldremos al jardín a buscar los huevos de chocolate que habrá escondido “Mr. Rabbit”.
Obviamente, la historia de Mr.Rabbit / Easter Rabbit la aprendió en clase de inglés, en el colegio, reforzada por algún vídeo de Youtube, porque en mi casa hace muchos años que no celebramos la tradición de ir a buscar huevos de chocolate por el jardín, una tradición que mi àvia paterna, una mujer viajada y moderna para sus tiempos, nos permitió disfrutar a mis primos y a mí cuando éramos pequeños.
El Lunes de Pascua, a la hora del aperitivo, nos reuníamos todos en su bonita masía familiar en el Maresme –adquirida hace unos años por un matrimonio extranjero, como muchas otras casas de la zona–y salíamos disparados a buscar los huevos de chocolate que ella había escondido por el jardín antes de meterse en la cocina a preparar el tradicional cordero pascual.
La tradición tenía sus riesgos: podías encontrarte con un huevo totalmente deshecho y pringoso, cortesía del calorcillo del mes de abril, o babeado y masticado por algún perro más avispado que tú.
A medida que los nietos fuimos creciendo –y que ella, que se hacía mayor, prefería quedarse en el piso de Barcelona que subir al Maresme–, la tradición se redujo a zamparnos un cordero asado y la mona de rigor: una tarta Sara decorada con plumas de colores, pollitos y huevos de chocolate negro.
Este año, por primera vez, retomaremos el ritual de buscar huevos de chocolate en el jardín. Me gusta pensar que, de esta forma, mi hijo conectará a través de un hilo invisible con su bisabuela y experimentará en el futuro la reconfortante sensación que supone saber que ciertas costumbres se repiten a lo largo del tiempo.
“Los rituales desempeñan un papel muy importante en las comunidades humanas, por varias razones”, puntúa Michelle Langley, profesora de Arqueología de la universidad Griffith (Australia), en un artículo para The Conversation.
En primer lugar, los rituales ayudan a reducir la ansiedad individual y colectiva, “sobre todo cuando nosotros mismos, nuestra familia o toda nuestra comunidad se enfrenta a momentos de incertidumbre o crisis”, escribe.
En medio de tanta incertidumbre y globalización, saber que ese día actuaremos como hemos hecho siempre, nos proporciona una agradable sensación de control y pertenencia sobre el entorno, según la profesora.
En segundo lugar, “los rituales representan una ocasión para estrechar lazos con familiares y amigos”. Gente cercana que igual habías dado por perdida, que te ha defraudado, que no es como tú desearías, pero resulta que sigue ahí, con sus alegrías y desilusiones, dispuesta a no “dejar ir”.
Por último, los rituales nos ayudan a recordar y compartir grandes cantidades de información cultural. “Al aprender un formato o una pauta de comportamiento a través de un ritual, podemos asimilar la información y recordarla más tarde con mayor facilidad”, escribe Langley.
Eso no quita que nos pongamos algo nostálgicos, pero para eso está el chocolate. Feliz Pascua.